Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Trescientas... y pico

Zona de Bajas (y peligrosas) Neuronas

Pedro Sánchez comparece tras reunirse con Pere Aragonés en el Palacio de la Generalitat hace tres semanas (Fuente: Pool Moncloa).

La necesaria política de pactos y alianzas parece llamada a ser un arma de destrucción masiva, una especie de potro de tormento sin final a la vista. A uno y otro lado —en Moncloa, en Alicante…— se suceden extraños y estrafalarios acuerdos que traspasan algunos de los principios que pensábamos eran más o menos sólidos. Seguramente estábamos equivocados.

Hacía tiempo que Alicante no era noticia nacional, hacía años que los diarios y los medios patrios no giraban su foco con tanta saña como en estas últimas fechas para sacar los colores a los acontecimientos que pasan — o dejan de pasar— en esta ciudad. Casi no ocurría desde que la corrupción dejó de ser el catecismo que guiaba la forma de hacer política por esta esquina del país.

Todo y en parte debido a un alcalde que casi no ejerce, que prefiere el silencio. Pero ha debido ser que Luis Barcala, ese primer edil escondido detrás de las cortinas del aburrimiento, ha debido sentirse cansado de sí mismo y ha decidido asomar la cabeza. Llevaba años — y bien que lo agradecían sus sufridos ciudadanos— instalado en ese no mundo donde casi nada sucede, impertérrito, dejando hacer a otros, mover a otras.

Era como si la ciudad que gobierna no fuera con él, como si los sonados desafueros de otros fueran solo eso, desafueros de otros; como si la propia ciudad le fuera casi ajena. Pero debe haberse sentido solo, aburrido, y ha decidido hacer política. Y eso es lo malo. Otra vez, vuelta al escaparate. A esa desagradable impresión de que cuando nos cuentan otros casi nunca es para hablar bien de los que aquí habitamos. Doble castigo del menesteroso y abandonado.

Un poco a la inversa, por hiperactivo, se sabía de las dificultades de Pedro Sánchez para gobernar. Bueno, es un decir, lo debían saber casi todos menos el propio presidente y su cohorte de reinas y reinones, esas gentes hippie-happy estilo Barcala en versión progresía de salón que parecen vivir tan al día, tan felices de haberse conocido, tan sonrientes siempre, como si el mañana y sus problemas, eso que algunos llaman las consecuencias de sus actos, fuesen a doler de solo pensarlo.

Ahora ya sabemos, por los hechos mayormente, que ellos, Sánchez y Barcala, tienen más en común de lo que aparentan. Y que están dispuestos a todo para mostrar lo que los números no dicen, sin importar mucho qué signifique ni qué consecuencias tenga ese estar dispuestos a todo. El primero — Sánchez— a poner en riesgo la preciada convivencia, metiendo en el cesto del mercadeo del voto la política migratoria en infumable pacto con Junts, el partido presidido por un prófugo, ese mismo partido que alardea ser una cosa, pero que en realidad son mayormente lo que son cuando se ponen a decir lo que piensan: xenófobos, supremacistas, clasistas. Solo hay que escucharles hablar de echar y expulsar a inmigrantes como si tal cosa, empeñados en hablar en una sola lengua…

El segundo, el renacido Barcala, ahí lo tenemos de nuevo, asomando el hocico, cansado del no personaje que era, alentando el negacionismo climático de Vox a través de un pacto no menos infumable que el otro pacto y a cuenta de las cuentas municipales. Aceptar que la Zona de Bajas Emisiones (ZBE) futura y presente de la ciudad nazca sin régimen sancionador por exigencia de Vox, aceptar que ese área urbana donde se han invertido 15 millones de eurazos para “calmar el tráfico” llenándola de terrazas, bancos, farolas y algunos árboles que compensen algo el habitual arboricidio, ese dinero mayormente llegado de Europa con la condición de hacerlo para bajar los humos de la ciudad, aceptar que eso vaya a ser lo más parecido a la ley de la selva es una aberración, una gravísima ocurrencia que tendrá gravosas consecuencias para quienes pagan la fiesta.

Es — así lo han contado muchos— no solo un chiste malo, una salida de pata de banco, un hazmerreír nacional, es, sobre todo, dar alas a ese otro partido xenófobo, negacionista, españolista , ese partido que también habla siempre en un solo idioma, que también quiere echar a patadas a los inmigrantes. Y sería tanto como permitir que los coches circulasen libremente por carreteras y autovías con solo señales de tráfico que alerten de los peligros, quitando guardias civiles y agentes de la calzada, retirando radares, confiar en la imposible responsabilidad de los muchos incautos que por ellas ya circulan.

Así que, definitivamente, parece que en Moncloa y en la plaza del Ayuntamiento alicantino se ha instalado una especie de Zona de Bajas Neuronas, una extraña nebulosa que impide ver lo que casi todos ven cuando miran. Que en política —como en la vida— no vale todo. Que el fin nunca puede justificar todos los medios. Que las cosas son, casi siempre, lo que parece que son. Y que la gestión de la emigración, el cambio climático y la contaminación en las grandes ciudades (se supone que Alicante lo es) son asuntos demasiado serios para dejarlos en manos de extremistas de uno y otro lado. Se llamen Vox o se apelliden Junts, gentes todas ellas instaladas mayormente en una Zona de Bajas Neuronas y defensoras de una única proclama: el cuanto peor, mejor.

Pepe López

Periodista.

2 Comments

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  • Me alegra Pepe, que le des un toque a Pedro Sánchez, mientras le zurras la badana (merecidamente) a Luis Barcala. Pero el pecado aliancista de Barcala con Vox es venial en comparación con el mortal (y rosa, que diría Umbral) del presidente de la Moncloa con Junts, Bildu, ERC y el Sumar de los quince (¡quince!) minipartidos que nos llevan a todos los españoles por la calle de la amargura. Léete el artículo de Manolo Mira que aparece junto al tuyo en nuestra querida Hoja del Lunes. Un abrazo.

  • «Potro de tormento»,
    atinada tu predicción,
    genial metáfora de decisiones erradas que nos decepcionan a todos pues son impropias de mente inteligente y nada vanidosa…

    Enhorabuena, Pepe…

    Gracias
    Pedro J Bernabeu

    PD: Y casi como Don Ramón Gómez Carrión, compañero en La Verdad, pienso que las comparaciones casi siempre desdicen méritos de unos y otros… Comparar y así equiparar (o para redimir) nunca lo practiqué pues resulta casi siempre injusto…