Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Trescientas... y pico

Ximo Puig, el hombre tranquilo que estaba allí

Fotografía: Flickr (Fuente: Wikimedia).

Ximo Puig, el hombre que parece estar preparando las maletas para hacer definitiva mudanza, que está a punto de decir adiós, tuvo la intuición de saber esperar largamente su momento, posiblemente sabedor de que los méritos no son todo en esta vida, y que casi siempre hace falta un poco de fortuna, esa que a él le llegó un día en forma de alineamiento de planetas y que otro, cercano, le acabó pasando factura y anticipó su adiós.

El ya expresidente y casi expolítico según propia y reciente confesión (“Se necesitan nuevos vientos y nuevos liderazgos”), fue un hombre en el que muy pocos creían, el mismo que apenas hizo ruido cuando llegó pero que fue capaz de pilotar un avión a tres manos en un tiempo aquel en el que eso de los gobiernos de coalición era una rareza en este país o había sido signo de estrepitosos fracasos (Andalucía, Cataluña…).

Su arribada al poder allá por el año de 2015 no fue, ciertamente, solo mérito suyo. Quizás solo fuese meramente circunstancial. Sucedió cuando Podemos iba camino de los cielos sin estaciones de paso, también cuando el viento de cola y la fuerza de una lideresa como Mónica Oltra se esforzaba en domar las ancestrales tendencias suicidas y cainitas de Compromís. Cierto que todo eso sucedió, que toda esa fuerza emergente estaba ahí, pero sin el liderazgo difuso, pausado, en parte y como señalamos meramente circunstancial de Ximo Puig, posiblemente todo lo que fue no habría sido. O, simplemente, de haber sido, difícilmente habría durado.

Puestos a hacer recuento, también habría que anotar en el libro del haber que el expresident de la Generalitat Valenciana también estaba ahí para recoger como fruta madura el largo demérito de otros, la degradación política de otros, las insoportables manchas de corrupción que asfixiaban a otros y que alcanzaban al conjunto de la sociedad con un hedor nauseabundo.

En este punto, y para saber de qué hablamos, solo habría que citar algunos de esos nombres, algunos casos juzgados y otros en larga espera, para darse cuenta del alcance de la metástasis, de la necesidad de cambio y regeneración. Nombres como Eduardo Zaplana, Francisco Camps, Carlos Fabra, Luis Díaz Alperi, Sonia Castedo, Rafael Blasco, Vicente Rambla, Milagrosa Martínez, Juan Cotino, José Joaquín Ripoll…, todos esos nombres y esos casos que tan bien retrata el escritor de Cocentaína Sergi Castillo Prats en su libro Yonquis del dinero.

El paso de Ximo Puig por el poder —quizás ahora se pueda mirar con más distancia aquel viaje de ocho que terminó el 28 de mayo último— habría sido entonces más que una carrera de gloriosas batallas ganadas al destino, de grandes proyectos lanzados a un futuro incierto, de vigorosos retos vencidos, una suma de pequeños gestos que solo intentaban taponar la herida y romper con este pasado de sombras, una cadena de pequeñas decisiones para borrar aquella imagen largamente acuñada de tierra de piratas, de podredumbre, de saqueo.

Cada entrevista, cada intervención, casi cada decisión suya y en parte de su gobierno de aquel tiempo, parecían ir indefectiblemente hacia ese secreto objetivo. Es más, es posible y como muchos de sus detractores le acusan ahora, que los grandes problemas que heredó (sanidad, cohesión territorial y social, cambio climático, financiación…) sigan ahí, pendientes, aplazados, asignaturas no superadas con las que casi nos hemos acostumbrado a convivir. La historia reciente de la Comunidad Valenciana sería, entonces y en gran medida, la historia reciente de Ximo Puig. Ambos, caminos paralelos, de modo que se haría difícil entender la una sin la otra.

Ahora que su final político se acerca, ahora que las maletas del adiós parecen —salvo giro drástico del destino— estar hechas, es posible que Ximo Puig, el político interminable que se escondía tras el nombre de Joaquín Francisco Puig Ferrer, haya entendido que su tiempo es ya pasado. Y que las estridencias del momento histórico que revivimos no encuentran sitio en su biografía, como tampoco lo encontrarían el regreso de las palabras vacías y la grandilocuencia en la acusación (¡ay Carlos Mazón!), ni los retorcidos cambios de opinión de sus propios compañeros de partido (¡ay Pedro Sánchez!) o las renacidas tendencias antropofágicas de otros (¡ay Compromís!).

Él, Ximo Puig, ha debido entender, seguramente, que es mejor volver a sentarse en la mecedora del hombre tranquilo que fue, retomar el viejo periodista que no fue y empezar a repasar las páginas de un libro lleno de algunas sombras, pero también bastantes luces. Y recordar, con ese deje de fina ironía que solo se remansa con el paso del tiempo que, cuando todo aquello sucedió, él, afortunadamente, estaba allí.

Pepe López

Periodista.

1 Comment

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  • Ximo Puig se aparta del lodazal para regresar tal vez luego, después de la enloquecida ‘podemización’ de un PSOE en extinción por culpa de un ‘zapato’ idiota y un Pinocho ya en la desesperación suicida…, se pregunta mi inquieta vocación de periodista jubilado…
    Felicidad en el 2024…