¿Hay motivos para pensar que cualquier tiempo pasado fue mejor?
La Humanidad entera (empezando por usted y yo, nuestros familiares, amigos y conocidos y terminando por los afganos) lo está pasando mal. Y no es solo por culpa de la maldita pandemia coronaviresca que lleva camino de no terminarse nunca, ni por los talibanes. Lo de menos es que se acaben las vacaciones y que los niños y los menos niños se traumaticen un poco por la vuelta a las aulas, asunto recurrente en todos los medios de comunicación cuando llega septiembre.
Este es un mes en el que se amontonan las vueltas. A la del ‘cole’ se suman la del trabajo; el nuevo año político; la apertura del año nuevo del Poder Judicial; la Diada independentista; el aniversario del 11-S… Son los mismos asuntos de todos los septiembres y sin que tengamos la más ligera esperanza de que las cosas hayan mejorado con respecto al año anterior.
Lo de la ‘no renovación’ del Consejo del Poder Judicial no tiene nombre. Tres años de rifirrafe entre PSOE y PP porque no se ponen de acuerdo en el sistema de elección de los miembros que han de ocupar las vacantes. El superdemócrata Pedro Sánchez ha dicho, por boca de su portavoz Bolaños, que no es democrático que sean los jueces los que elijan, mayoritariamente, a los componentes del máximo órgano de la judicatura. ¡Pasmoso! Y es que el sociocomunismo del Gobierno de coalición quiere controlar el Poder Judicial, como controla la Fiscalía General del Estado. ¡Vergonzoso!
¿Qué decir de la Diada que se aproxima? Otro invento maligno de los independentistas catalanes para darnos gato por liebre; un ejercicio de manipulación histórica elevando a reivindicación nacionalista lo que solo fue una derrota en la Guerra de Sucesión a la corona de España (no de Cataluña) a la muerte de Carlos II ‘el Hechizado’. Año tras año vuelven a malversar la memoria histórica poniendo flores al que fuera conseller en cap de Barcelona, Rafael Casanova, que luchó bravamente para que España (y no solo Cataluña), tuviera un rey Habsburgo en lugar de un Borbón.
Dejó dicho, por escrito, que era catalán y español. Esa es, en resumen, toda la verdad y nada más que la verdad, que nunca podrán torcer Puigdemont y el resto de separatistas caniches por más mentiras que cuenten. ¡Qué lástima de Unión Europea en la que es posible que un fugado de la Justicia de un país miembro pueda ser amparado por otra nación miembro de la misma UE! Además de triste es intolerable. La Unión tiene un problema grave que resolver. Tenemos un payaso que se cree Napoleón y a unos independentistas que peregrinan a Waterloo olvidando que allí se produjo la derrota definitiva, el fin del marido de Josefina. Pronostico que se producirá el fin de la carrera política, el Waterloo, de un cobarde ante el que se arrodillan unos mentirosos ineptos que viven de la política y no para el pueblo catalán por más que se crean dioses con la ayuda del presidente Pedro Sánchez. Todos los españoles queremos a Cataluña y decir que hay odio es tan falso como negar que Rafael Casanova era y se sentía catalán y español.
La vuelta de Pedro Sánchez ha sido triunfalista. El presidente que se identifica con la mentira sale en la tele todo guapo, cuando le viene en gana (para chulo yo, debe pensar, si es que alguna vez piensa nuestro dirigente robot) y nos suelta un discurso triunfalista aunque venga de saborear las más infames derrotas, como ha sucedido con lo de Afganistán, la pandemia y el precio de la luz, por poner solo tres ejemplos. Sale a ‘lucirse’ y no admite preguntas. Hace su anuncio propagandístico y los periodistas se dejan cerrar el pico. Encima se pone democrático y socialdemócrata. Tiene un Gobierno sociocomunista, en contra de lo que le conseja el Parlamento Europeo y presume de demócrata. Y de patriota. Es el patriota que se mantiene en el Gobierno con apoyo de los separatistas catalanes, de los nacionalistas vascos y de los bilduetarras que homenajean a los asesinos de ETA que mataron a varios dirigentes socialistas, camaradas de Sánchez. ¡Abracadabrante! Dime de qué presumes y te diré de qué careces. Y nos quedan dos años de tortura… por lo menos. ¿Hay motivos para creer que cualquier tiempo pasado fue mejor?
Ante tanta desgracia septembrina, acaso lleve razón uno de los dichos del refranero: “Septiembre, el mes más malo que el año tiene”.
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