Con el asalto estos días del mes de mayo de la frontera de Ceuta y Melilla por unos 8.000 o 15.000 marroquíes (el número no está censado), me acuerdo de la Marcha Verde en noviembre de 1975, con la ocupación por la fuerza de 50.000 marroquís del Sahara Occidental, y la salida de España, por un extraño acuerdo del que otro día comentaré. Y alejándonos en más de un siglo también evoco cómo perdimos Filipinas y las Antillas.
Un maestro guardia civil en la novela La Barraca
Releyendo la novela La barraca, de Vicente Blasco Ibáñez publicada en 1898. En pleno “Desastre del 98” donde tras la guerra contra los insurgentes cubanos, apoyados por los Estados Unidos perdimos las colonias de Filipinas, Cuba, Puerto Rico y la isla de Guam, firmado por el Tratado de París el 10 de diciembre de 1898. Filipinas fue oficialmente entregada a los Estados Unidos por veinte millones de dólares, y Guam. En cuanto a Puerto Rico, oficialmente es considerado un Estado Libre Asociados de los Estados Unidos con estatuto de autogobierno. El Imperio español tenía un dicho desde el siglo XVI que expresaba que quien domina el Pacífico dominaba el mundo, como fue el Galeón de Manila. Cuba ya llevaba años de insurrección apoyada, encubiertamente, con armamento moderno por los estadounidenses inició la llamada Guerra de Independencia en 1895.
Me encuentro en la página 11 de la citada novela naturalista de Blasco Ibáñez de la edición de El País colección de clásicos españoles, edición de 2005, que uno de los personajes, el maestro don Joaquín había sido guardia civil de Cuba, y escribe:
«¡Lo que llevaba corrido por el mundo!… Unas veces, empleado ferroviario; otras, ayudando a cobrar contribuciones en las más apartadas provincias de España; hasta se decía que había estado en Cuba como guardia civil. En fin: que era un pájaro gordo venido a menos».
Esta lectura ha sido el fulminante para ponerme a investigar la participación de nuestra Guardia Civil en la guerra de Cuba de finales del siglo XIX.
Un polémico artículo: “El rebaño gris”
El 9 de marzo de 1895 publica Blasco Ibáñez sus artículos más polémicos contra la guerra de Cuba: “El rebaño gris», en El Pueblo, de Valencia, exacerbado de patriotismo, según Azzati: “Vibraciones indignadas, emociones profundas, inverosímil agudeza de observador, y tono profético, metáforas deslumbradoras, todo ello envuelto en calor de improvisación…” (Valencia, 1929, pág. 118). Blasco Ibáñez pedía la autonomía de Cuba, no la independencia, para evitar la guerra y las consecuentes pérdidas humanas de jóvenes pobres (la mayoría analfabetos), no de los ricos que no iban a la guerra porque se podían permitir pagar la “redención” del servicio militar obligatorio, pagando entre 6 a 8 mil reales, según las épocas en que las arcas del Estado necesitaban ingresos.
Resalto del artículo “El rebaño gris” los siguientes párrafos:
«…¡Viva la patria! Hace falta carne humana en los hospitales; las fiebres antillanas, el feroz vómito negro, están hambrientas de víctimas, y allá va rumbo a las Antillas nuestra juventud robusta, arrancada al trabajo de los campos, a la industria de las ciudades, para caer en manigua [terreno pantanoso cubierto de maleza] o en el lecho caliente y apestado aún por el último moribundo, llamando en vano a la madre separada de ellos por miles de leguas […] Quizás no sea Calleja el único responsable […] 100.000 soldados enviados a Cuba sin la preparación necesaria y con el deseo de ocupar de pronto toda la isla, representa más de 20.000 llenando los hospitales a los pocos días, para ir por fin al cementerio…». Cuando los insurgentes separatistas era unos diez o doce mil hombres.
Ante la campaña de Blasco Ibáñez contra las autoridades monárquicas terminaron por decretar su encarcelación, cuando el único delito cometido por el director de El Pueblo fue el de decir la verdad de las miserias y la corrupción del sistema. Según su biógrafo José Luis León: «El fiscal, don Enrique Álvarez, desencadena sobre El Pueblo una persecución tenaz. En el mes de julio de 1895 el periódico ya ha sufrido seis denuncias. Blasco Ibáñez, con su periódico, está alarmando a la oposición y, por tanto, previniéndola para que tome medidas contra él. Insensiblemente, al tiempo que crece su popularidad, se forma como una amenaza que lo va envolviendo».
Tras la publicación del artículo «En pleno absolutismo» las denuncias y amenazas toman realidad ejecutiva, y el juez dicta el auto de detención. Esta orden fue firmada el 27 de agosto, y la detención se llevó a cabo el 6 de septiembre de 1895 e ingresó en la prisión de San Gregorio; fue puesto en libertad tras pagar una fianza de don Rafael Pelayo, concejal federal de Villanueva del Grau. Su hija, a la que bautizó con el nombre Libertad, había nacido el 25 de marzo de ese año.
A lo largo de su vida periodística Blasco fue multado y estuvo varias veces prisión, una de ellas por un Consejo de Guerra en 1896, y también varias veces se enfrentó en duelo a pistola, célebre, a muerte en febrero de 1904 en Madrid contra el teniente José Alastuey, del Cuerpo de Seguridad. Vicente se libró de la acechante muerte por la suerte de llevar una correa con hebilla donde dio la bala, y seguramente porque el destino le tenía reservado un puesto en la Literatura Universal.
Dicho célebre duelo se debió a que Blasco, siendo ya diputado en Cortes por Fusión Republicana de Valencia, instigó en Madrid una manifestación que Blasco encabezó y que hizo necesaria la intervención de las fuerzas del orden público con sable en mano para disolverlos, por tratar el espinoso tema en el Congreso sobre el Reclutamiento y Reemplazo. Era de la opinión que el servicio miliar lo tenían que hacer tanto hijos de pobres como los de ricos, por igual.
Por otra parte, nadie se opuso tanto a la guerra de Cuba como Blasco Ibáñez: “Que vayan todos, ricos y pobres”, escribió. Y nadie como él manifestó un desacuerdo total con la marcha de la política española cuando clamó su famoso “Contra lo existente” en el momento de abandonar su escaño. Fueron muchos los artículos que escribió, que se recopilan en un libro titulado: Articulos contra la guerra de Cuba, Ediciones León Roca, Valencia, 1978. Prólogo y recopilación de J. L. León Roca.
Permanencia de la Guardia Civil en Cuba
A falta de soldados preparados y profesionales, el capitán general José Gutiérrez de la Concha, con destino en Cuba en 1851, lee los reglamentos de la recién creada Guardia Civil desde el 13 de mayo de 1844 en tiempos de Isabel II, y escribe un proyecto y un reglamento similar para las tropas destacadas en la isla caribeña. Una fuerza militar profesional muy codiciada, aunque cara, según los gobiernos de turno. Su buena amistad con Francisco Javier Girón y Ezpeleta, duque de Ahumada y fundador y director de la Guardia Civil, le recomendó como instructor a uno de sus más próximos subordinados, el capitán del cuerpo Agustín Jiménez Bueno, para hacerse cargo del primer tercio cubano, y le permitió trasladar el espíritu particular del Instituto armado con la premisa del honor. Porque “el honor ha de ser la principal divisa del guardia civil; debe por consiguiente conservarlo sin mancha. Una vez perdido no se recobra jamás”. Así dice el primer artículo de la cartilla fundacional de la Guardia Civil. Que actualmente permanece en vigor, como se ha visto en el caso del coronel Pérez de los Cobos.
La creación de la Guardia Civil en Cuba en 1851 responde al interés del Gobierno español por control con eficacia el territorio de las Antillas, y a la implantación de una administración que servía también para controlar políticamente el país y proteger a las instituciones de la monarquía isabelina. La presencia numérica de la Guardia Civil como defensa del orden público fue más superior en la Antillas (incluido Puerto Rico) que en la Península, debido a la situación de sublevación separatista y a los “bandidos”, más las constantes protestas campesinas. Con el Instituto, la presencia del Estado español estaba garantizada. No iban casados ni viudos con hijos por verse reducidos en el espíritu miliar.
Conclusiones
Tanto la guerra de Cuba como la guerra de África en el Rif de Marruecos en el siglo XX se perdieron porque los gobiernos no invertían en la instrucción de la tropa, excepto la Legión de Millán Astray, fundada en 1920. Era carne humana sin instrucción alguna que se enviaba en barco como una carga de carne de vacuno. No sabían ni cómo funcionaba un fusil. Los oficiales y suboficiales eran los únicos que recibían instrucción militar en el Alcázar de Toledo desde 1850. La Academia General Militar de Zaragoza se inicia con Franco en 1942. Con la ayuda norteamericana empiezan los campamentos de instrucción de tropas para alfabetizar y conducir los tanques. ¿De qué sirve un soldado que no sabe manejar el armamento, un tanque, un crucero o pilotar un avión?
Ceuta y Melilla son dos ciudades autonómas españolas en el continente africano desde mucho antes de la existencia del actual reino alauí de Marruecos que obtuvo la independencia de Francia y España en 1956 y 1958. No debemos caer en los mismos errores históricos del pasado.
Visitor Rating: 5 Stars
Un articulo interesantísimo. Esclarecer la historia es necesario y tu que la conoces muy bien explicas lo que hoy se trata de forma superficialmente . Además Blasco Ibáñez en un grande. Valenciano español y universal. Enhorabuena. Un abrazo Julio Calvet.
Gracias Julio por dejar tu comentario. La vida y obra de Blasco Ibáñez es apasionante. Vivió en un época que no debemos olvidar.
Magnífico artículo.
Una lección magistral de historia como todas las que escribe Ramón F. Palmeral ,hace falta no perder de vista el pasado para que no se cometan los mismos errores.
Siempre me ha gustado Blasco Ibáñez , escritor de un naturalismo desgarrador, que llega a la fibra sensible del lector.
Los párrafos que destacas de la Barraca ( un maestro guardia civil en la guerra de Cuba) y el artículo ( el rebaño gris)
son dignos de elogio.
felicidades Ramón por ese don que has recibido del cielo, de hacer estos fantásticos artículos.
un abrazo natura
Gracias Pilar por dejar tu comenttario. Yo solo hago recordar nuestra Historia. Los datos esta ahí en libros y en Internet. Otro abrazo.