Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Obituario

Versos en tres tiempos, y un final

Antonio Porpetta junto a Joaquín Juan, José Ferrándiz, Cristina Llorens y otros miembros del equipo del IAC Juan Gil-Albert en la sesión de "Alimentando lluvias" en Elda en 2016.

Estaba yo concentrada en la lectura de A rachas. Poesía reunida, de Carmen Martín Gaite, cuando la pantalla del móvil se iluminó reclamando mi atención. «Mi ración de alegría» era el poema

 Defiendo la alegría,
la precaria, amenazada, 
difícil alegría, 
al raso, limpia, en cueros, 
mi ración de alegría. 
No me arrastréis al pozo 
de las verdes culebras.

Y, de pronto, mi ración de alegría se ensombreció cuando las verdes culebras que serpentean nuestra cotidianidad me informaron sobre la triste noticia de la muerte de Antonio Porpetta (Elda, 1936-Madrid, 2023).

Tiempo 1. La huella en la ceniza (1980)

Algunos autores reniegan de sus primeras obras con apasionada vehemencia. Como si al renegar de ellas pudieran hacerlas desaparecer, olvidando que borrarlas de su bibliografía no las borrará de la biografía intelectual de quienes las han leído. Porque son pocos los lectores que reniegan de sus primeros libros. Muy al contrario, esas primeras lecturas que te abren la mirada y te lanzan al mundo desconocido de todo lo que está aún por leer son para muchos, sin duda, objeto de culto, de recuerdo con vocación de impronta, de lecho fértil, nunca páramo baldío.

Leí La huella en la ceniza cuando mi padre lo trajo a casa, regalo de un amigo suyo del Instituto de Estudios Alicantinos (hoy Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert). Y lo releí a finales de 2015 cuando empecé a preparar la sesión del ciclo «Alimentando lluvias» dedicada a Antonio Porpetta. En las conversaciones que mantuvimos para preparar la sesión hablamos de poesía en general, de la suya en particular, y de la mía en modesta confidencia. Aunque en 1978 había publicado junto a su esposa Luzmaría Jiménez Faro la colección de poemas Por un cálido sendero (Madrid, Sala Editorial, 1978), La huella en la ceniza era su primer poemario en solitario. No renegó de él, no lo rechazó, pero sí lo consideró parte de sus comienzos, ese tiempo de valiente ingenuidad en el que el poeta está siempre alerta, «abierto al deslumbramiento», me dijo.

Es verdad que uno cambia, evoluciona como autor, y los libros permanecen tal y como fueron escritos. También los lectores cambiamos, evolucionamos como lectores. Sin embargo y, quizás, gracias a esa fidelidad que los libros tienen a sí mismos, al releerlo muchos años después, encontré en él ese mismo deslumbramiento con el que el poeta lo escribió. Y el mismo con el que mi yo adolescente lo había leído.

Con el paso del tiempo somos distintos, es cierto, pero no otros: conservamos la virtud del deslumbramiento.

Tiempo 2. Alimentando lluvias (2016)

«Alimentando lluvias» son palabras mayores. Y no sólo por el origen del verso

Alimentando lluvias, caracolas
y órganos mi dolor sin instrumento, 
a las desalentadas amapolas

daré tu corazón por alimento.

de la «Elegía» a Ramón Sijé de Miguel Hernández. Porque si esto mueve y conmueve, tanto más impresiona enfrentarse al ciclo que durante años ha sembrado de poesía la vida cultural de la provincia de Alicante de la mano del Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert, de la Diputación de Alicante. Antonio Porpetta fue mi primera elección cuando en 2015, siendo subdirectora de Documentación, José Ferrándiz Lozano, director cultural de la institución (2015-2019), me confió la organización del ciclo de poesía para la etapa que se abría ante nosotros.

La primera conversación con Antonio Porpetta fue por teléfono. Yo estaba en la Pau, nuestra casa de pinos y palmeras en el campo de Elche, y él en Torremozas, su casa en el campo de Madrid, morada y patio para la vida familiar, y torre de silencio para la poesía. Y el encuentro fue en Elda, su ciudad de origen, espacio de la infancia y la juventud de ese «niño sin azul» al que siempre lo embargó

 ... la nostalgia
de haber tenido el mar
tan cercano, tan mío, 
y no haberlo nacido.
("Niños sin azul", en La huella en la ceniza, 1980)

La velada, celebrada en Casa Viuda de Rosas, reunió a un público fiel, amigos y familiares, deseosos todos de disfrutar de la amena conversación y de los versos del poeta, y ofrecerle con su compañía un regalo de cumpleaños por sus 80 años. Aún no se había cumplido el aniversario de la muerte de su esposa, Luzmaría Jiménez Faro, compañera en la vida y en la poesía, a quien tanto echaba de menos, y un halo de nostalgia lo embargaba. Pero el formato de conversación, salpicada de lectura de poemas, animó la cita poética y Joaquín Juan, con la elegancia de sus preguntas, supo sacar al mejor Porpetta, al poeta de la palabra y de la emoción, al hombre enamorado, al viajero incansable, al conversador ameno y con sentido del humor, al escritor, al amigo. A quien pone voz y palabra a lo que todos sabemos, y nos recuerda que debemos confiar

 Y esperar el milagro 
de que un astro nos prenda la garganta
e incendie nuestra voz
hasta plasmar en versos
ese asombro, esa luz, esas verdades
ya para siempre nuestras, renacidas.

El secreto es sencillo:
                                  simplemente
hay que saber mirar, 
aunque la luz nos duela en las pupilas.
("El secreto", en Cuaderno de los acercamientos, 1980, versión posterior del autor en su blog, 2016)

Tiempo 3. Marta (2023)

Marta tiene la mirada transparente de su padre. Y dirige Torremozas con la fuerza de su madre, quien la creó en 1982 «para visibilizar, hacer accesibles y situar a las mujeres escritoras en el panorama literario actual.» Fue a través de Torremozas y sus «voces nuevas» como nos conocimos, y hemos mantenido una cálida amistad fortalecida con mensajes que llegan en forma de largos emails para ponernos al día, o de pequeñas notas en un post-it pegadas a los libros de la colección que recibo puntualmente una vez al mes. Con esos mensajes los guardo en mi biblioteca, porque sólo algunos buenos libros alojan entre sus páginas un abrazo.

Marta responde a mi mensaje de condolencias con la brevedad de la pena aún sujeta entre los dedos, como quien, en ese gesto de cordial educación, no hace sino estirar el tiempo para postergar la despedida. Todos los que me unen a ti y te conservan vivo en su recuerdo, en su cariño y admiración, te devuelven vivo a mi recuerdo. Ya habrá tiempo para el luto. Un luto que, confiesa, es más duro cuando la orfandad es total, la del padre y la de la madre, cuando la vida nos pone, de pronto, en primera línea, sin el consuelo de tener una mano a la que asirnos.

«Desde que murió mi madre él no fue el mismo, y pienso que ya están juntos otra vez y estarán felices», me dice. Y yo estoy segura de que así es, de que los últimos versos de la vida los están escribiendo, como aquel primer libro, juntos Antonio Porpetta y Luzmaría Jiménez Faro.

Y un final

Lástima que ahora sólo ellos puedan disfrutarlos. A nosotros nos queda la posibilidad, siempre, de volver al deslumbramiento de la lectura de su obra, recuperar su voz, perpetuar su recuerdo.

Pero si el tiempo quiere 
reclinar su cabeza en vuestro hombro, 
entrecerrar sus párpados de bronce
y doblegar sus vuelos
en la tibieza azul de vuestra casa, 
hacedle con ternura
una cuna de luz en la memoria, 
una almohada de plumas invisibles
y un tenue camisón
de nanas serenísimas.

Que nada le interrumpa:
                                      hay que hacer de su sueño 
una hermosa pradera, un rumor de raíces, 
un lento manantío.
                                Vigiladle:
mientras el tiempo duerma
seremos inmortales.
("Tempus fugit", en Los sigilos violados, 1985)

Cristina Llorens Estarelles

Bibliotecaria de la Escuela Europea de Alicante.
Subdirectora de Documentación Instituto Juan Gil-Albert (2015-2019).

4 Comments

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  • Ni bibliotecaria, ni subdirectora, ni otras zarandajas. Porpetta es un poetazo y tú escribes como los ángeles. Nos volvemos enamorar de los versos de él y de tu sublime ‘vivológica’, nada de necrológica. Gracias por este regalo póstumo en homenaje a un genio de la poesía, un eldense y madrileño universal. Un fuerte abrazo.

    • Querido Ramón, muchas gracias por tus palabras, siempre. Me alegro de que te haya gustado el artículo. Es una aproximación muy personal al poeta y a su obra. “Alimentando lluvias” fue una experiencia personal y profesional increíble y esta primera sesión con Porpetta fue un inicio perfecto. Por cierto, te robo tu palabra “vivológica”, me ha gustado. Un abrazo fuerte