En el debate político en España el tema de Venezuela se ha convertido en centro de enconadas controversias, especialmente desde que Podemos irrumpió en el parlamento español como tercera fuerza política del país con cinco millones de votos, partido fundado por académicos admiradores y asesores del fallecido autócrata venezolano, Hugo Chávez. La actual debacle económica, política y social de la Venezuela chavista representa un gran dolor de cabeza para una izquierda que dice venir a “regenerar” la democracia española mientras apoya y justifica al régimen más corrupto y represivo del continente americano.
En estos más de 100 días de rebelión ciudadana en Venezuela, luego de la ruptura del hilo constitucional ejecutada por Nicolás Maduro y su gente, el mundo ha sido testigo tanto de la brutalidad homicida del régimen chavista (94 muertos y contando), como del heroísmo de civiles desarmados enfrentando en las calles a un salvaje aparato represivo. Escenas desgarradoras que han irrumpido en los informativos televisivos, tertulias radiofónicas y portadas de los principales periódicos españoles que interpelan inevitablemente a todo ciudadano políticamente activo.
Basta saber qué opina un español en la actualidad sobre la crisis venezolana para establecer sus preferencias partidistas e ideológicas. Si piensa que la relevancia del tema venezolano es parte de una conspiración político-mediática urdida por “poderes fácticos del estatus quo” para desviar la atención de los múltiples casos de corrupción que afectan al partido de gobierno (PP), para de esta manera contrarrestar el auge de las posiciones de Podemos y sus medios afines en la opinión pública; entonces formas parte de la extrema izquierda, esa que aglutina desde comunistas ortodoxos hasta progres ecologistas, pasando por “indignados” de todas las edades afectados por la dura crisis económica de hace más de un lustro. Del mismo modo piensan los seguidores de la izquierda independentista y antisistema en Cataluña (ERC) y en el País Vasco (Bildu), quienes añaden a esa visión conspirativa un apoyo irrestricto a “la revolución chavista” que incluye ataques a la oposición democrática venezolana y a sus líderes más destacados a los que tachan de “fascistas”, “golpistas”, “proimperialistas” y “asesinos”.
En el sector de la izquierda más socialdemócrata, afín al partido socialista obrero español (PSOE), aunque en general reconocen el carácter antidemocrático del chavismo y su principal responsabilidad en la crisis humanitaria y de Derechos Humano (DDHH) en Venezuela, oscilan de las posiciones más duras y beligerantes defendidas por el expresidente, Felipe González, a las más tibias y ambiguas del expresidente, José Luis Rodríguez Zapatero, miembro principal del grupo de expresidentes reconocidos por Maduro como mediadores en el fallido intento de diálogo entre el gobierno y la oposición (MUD) en 2016. La mayoría de los simpatizantes del PSOE reconocen a sus pares opositores venezolanos (AD,UNT, Voluntad Popular) como miembros de la Internacional Socialista y víctimas de un gobierno dictatorial, pero conforme con la deriva más izquierdista de su actual secretario general, Pedro Sánchez, gana espacio en el principal partido de oposición la crítica de la rentabilidad política que el PP saca de la crisis venezolana.
Entre los votantes del partido popular (PP), primera fuerza política y sustento del presidente Mariano Rajoy, el régimen venezolano es antidemocrático sin paliativos, por ello la gran mayoría de las iniciativas parlamentaria contra el chavismo en España y en Europa son iniciativas de los populares, quienes junto a los liberales de Ciudadanos, liderados por Albert Rivera, no dejan de denunciar las violaciones y atropellos del régimen chavista contra los derechos y libertades democráticas de los venezolanos. Los españoles de convicciones liberal-conservadoras ven en el populismo bolivariano el modelo a combatir por sus efectos degenerativos sobre la convivencia democrática. La centro derecha española sabe que subestimar el populismo lejos de desactivarlo lo fortalece, por ese motivo ve como advertencia la tragedia venezolana, un país sumido en el caos, la miseria y la violencia pese a contar con ingentes recursos naturales y humanos para ser lo que algún día fue: la democracia más sólida y próspera de Latinoamérica.
Con el asalto violento de paramilitares chavistas a la Asamblea Nacional el día que se celebraba la independencia y la excarcelación de Leopoldo López de la prisión de Ramo Verde para continuar cumpliendo su condena bajo arresto domiciliario, el debate sobre Venezuela se ha avivado en los medios de comunicación españoles que han registrado declaraciones de todo tenor, dejando al descubierto el cinismo y la hipocresía de los cómplices y apologistas del régimen venezolano en las instituciones españolas. Ver las sonrisitas condescendientes de Pablo Iglesias e Irene Montero ante las acusaciones de “corrupción democrática” de Mariano Rajoy por la postura cómplice de Podemos con una dictadura atroz, el tuit de Alberto Garzón calificando de golpista a Leopoldo López, las infames declaraciones de Juan Carlos Monedero, el espectáculo lamentable de los ediles de las CUP en el Ayuntamiento de Barcelona tildando a López de “asesino”, confirma la condición polarizante de la crisis venezolana en la diatriba política española.
En la opinión pública española, por cada Pablo Iglesias hay dos Albert Rivera dispuestos a defender para Venezuela lo mismo que quieren para España. Los venezolanos que luchan y mueren en las calles enfrentando a la dictadura chavista no lo hacen para encubrir la corrupción de nadie, ni para arruinarle la utopía a otros; lo hacen para rescatar el futuro que le arrebató una dictadura liberticida asesorada por políticos y académicos inescrupulosos que usaron el poder y los petrodólares de un autócrata delirante para experimentar con ideas mil veces fracasadas sobre una población que ha pagado muy caro esa debacle histórica llamada revolución bolivariana.
@luisdesanmartin
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