Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Trescientas... y pico

Una DANA de fuego en el Puerto de Alicante

(PL).

Mirando estos días las dolorosas imágenes y el inenarrable rastro de dolor y muerte que el paso de la DANA ha dejado en casi un centenar de poblaciones del cinturón de Valencia, pensaba que una tragedia así, salvando algunas distancias, podría un día suceder aquí en Alicante si la ciudad y las gentes que la habitan, habitamos, siguen mirando hacia otro lado. ¿Imposible?

Muchas tragedias son, seguramente, inevitables, pero otras no tanto. Cómo y dónde hemos construido o dejado construir, qué tipo de industrias permitimos instalarse en algunos lugares y cuáles no, cómo hemos planificado las obras hidráulicas, cómo cuidamos de nuestros montes, cómo hemos previsto los sistemas de alertas, cómo hemos organizado las emergencias, qué personas ponemos al frente para que tomen las mejores decisiones en los momentos más críticos… todos esos y algunos otros factores son tan o más relevantes como la capacidad destructora del agua, el fuego y el viento frente a la que, ciertamente, poco podemos hacer. Nada tiene que ver un terremoto en Haití —doscientos mil muertes, dos millones de desplazados, año 2010— que un sismo similar como ese en Japón. A eso me refiero.

Para alertar de esos desastres a modo de profecías autocumplidas, para avisarnos de si preferimos vivir inmersos en los riesgos potenciales de parecernos a Haití o acercarnos a Japón, casi en todos los sitios y lugares hay gente que trabaja incansablemente en vocear esa alerta, aunque su voz intente ser una y otra vez ridiculizada, amenazada por todos esos que prefieren el desgobierno y la imprevisión para hacer negocio rápido. Un ejemplo de esto lo tenemos en la campaña y amenazas de muerte sufrida estos días por el científico del CSIC Fernando Valladares por atreverse a dar la voz de alerta de lo que no deberíamos seguir haciendo si no queremos que lo de Valencia sea solo el eslabón de una cadena de tragedias.

Toda esa gente, los Valladares de turno, son como el último escudo de conciencia social que nos va quedando cuando la desidia, cuando no directamente la chulería y el desprecio a la vida, es la forma natural de organización social que defienden algunos negacionistas, también algunas administraciones. Los que alertan, perdonen la expresión, son como esa mosca cojonera que nos avisa de lo que no debemos hacer, que nos advierten de los riesgos, de la suicida apuesta si seguimos adelante con algunos planes y decisiones estratégicas sin evaluar debidamente los riesgos a los que nos enfrentamos. De eso va la cosa.

Un ejemplo de lo mejor de todo esto seguramente lo constituyen las gentes que integran la Plataforma por un Puerto Sostenible de Alicante, antes de ahora metidas en mil batallas, algunas ganadas, como la prohibición del manejo de graneles al aire libre en el propio Puerto alicantino, otras, las más, aún pendientes. El último de estos capítulos lo constituye su ya larga e incansable batalla contra los 18 macrodepósitos gigantes con capacidad para 700 000 toneladas de combustibles fósiles que una desconocida empresa de capital australiana —se supone que es una pantalla de otros intereses— lleva años intentando construir en el corazón de las instalaciones del mismo puerto, a escasos metros, apenas unos cientos, de donde viven decenas de miles de personas, a poco más de un kilómetro de distancia del corazón de la propia ciudad, y todo sin que las autoridades y responsables políticos parezcan mínimamente alarmadas.

Es, como digo, una lucha de años. Han organizado manifestaciones, decenas de actos informativos con un balance más bien escaso a tenor del escaso eco que sus justas y racionales demandas han tenido en el tejido empresarial, social, cultural, etc., de una ciudad que prefiere no ver, no mirar, no implicarse. Si lo pensamos fríamente más o menos lo mismo que ha sucedido en ese casi centenar de poblaciones que rodean Valencia y que han resultado golpeados por la DANA. Sabían —lo sabíamos todos— que el peligro estaba ahí, pero optaron por no ver, hacer como que no pasaba nada. Vivir con el peligro.

(PL).

Mientras todo eso ocurre, mientras la desidia ocupa el territorio que debía habitar la preocupación y la sensata alerta, mientras las gentes que dirigen el Puerto de Alicante, esa entidad que desde hace demasiado tiempo actúa con la chulería propia del matón de barrio cuando alguien cuestiona sus decisiones, sigue a lo suyo, mirando una magra cuenta de resultados. Más o menos como el Ayuntamiento de la ciudad, que dice que no, pero que arrastra los pies a la hora de verbalizar su supuesta oposición.

Frente a todo ese marasmo político y administrativo está ese reducido grupo de hombres y mujeres de la Plataforma por un Puerto Sostenible alertando de los riesgos de una DANA(F) de fuego si el proyecto sale adelante. Y no lo dicen por alarmar, no, porque ha sucedido ya, porque puede volver a suceder. Solo cabe recordar la explosión del 4 de agosto de 2020 en el puerto de Beirut y su trágico balance de doscientas víctimas mortales y cientos de edificios destruidos o dañados.

Ante este descorazonador paisaje, sin casi apoyos sociales, una especie de Valladares predicando en un desierto, ahí sigue ese grupo de gente de la Plataforma inasequibles al desaliento, un grupo reducido de mujeres y hombres, que han entendido que la única puerta que les queda es la de los tribunales. Ahora, cansados, solo piden dinero para poder iniciar el procedimiento judicial que rompa el silencio de unos y la displicencia de otros. No es mucho. Pero ahí queda su SOS encabezando el cartel de la campaña: ¡Tu puedes ayudarnos a pararlo! Toca a otros decidir si quieren apostar por ser Haití y convivir con el potencial y destructor peligro de esa DANA de fuego o mirar de soslayo a Japón.

Pepe López

Periodista.

2 Comments

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  • Muy buen articulo y muy buena exposición de lo que está pasando y, peor aún, puede pasar en Alicante.
    Gracias por la información 👍