Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Trescientas... y pico

Un tesoro llamado «Isidro»

Sucede a veces que el destino nos prepara sucesos maravillosos. Algunos encuentros inesperados de personas que pensábamos ya no volveríamos a ver, acaso un recuerdo que creíamos perdido en el tiempo y que te reaparece en el fondo de un viejo y polvoriento cajón, y a veces sucede también algo de eso poniendo en nuestras manos un azaroso libro cuya lectura nos reconforta con el presente, pero que, sobre todo, nos reconforta con el pasado cuando este mismo pasado, como ahora sucede en algunos lugares de este país (Aragón, Baleares…), está siendo nuevamente amenazado por las voces de la intransigencia.

Algo de esto último me acaba de suceder y me permitirán que se lo relate. Hace escasas semanas y por razones que ahora son un poco nebulosa en mi cabeza me di de bruces con uno de esos pequeños y maravillosos libros, seguramente desconocidos para el gran público como lo era para mí, pero uno de esos libros cuyos textos tienen alma y contenido, material probatorio de que la bondad y la buena literatura pueden ir de la mano, pueden caminar juntas y procurar el milagro.

Su nombre, su título, es de solo una palabra, Isidro, está editado por una pequeña pero valiente editorial de provincias, La fea burguesía, en reconocimiento y honor a una de las novelas más lúcidas del también tan poco conocido, como admirado por la crítica, escritor caravaqueño Miguel Espinosa. Y su autora es Isabel María Abellán, una profesora de instituto nacida en Cartagena en 1961 que pasó parte de su vida profesional en un instituto de Albatera (Alicante).

Ilustración interior del libro.

Y es ahí, justo ahí, en ese trozo de tierra, en el intento consciente de rescatar la memoria de aquel campo de concentración que los vencedores levantaron en Albatera al término de la Guerra Civil, donde se adentran las raíces que dan lugar a esta pequeña joya literaria, a esta novela que es un tributo a las voces olvidadas de un hecho que también ha querido ser borrado de la memoria colectiva, pero que es al mismo tiempo, y ese es quizás su gran valor, muchas otras cosas más.

En la contraportada del propio libro —lo podemos adquirir por el módico precio de diez euros— podemos empezar a leer estas palabras: “Esta es una historia real. Isidro es un miliciano anarquista en la Barcelona de los primeros momentos de la Guerra Civil…”. No se lo crean. Es cierto que es la historia de este miliciano construida a través de decenas de conversaciones de la propia autora con un ya viejo y nonagenario Isidro, también con retazos de conversaciones con otras víctimas de aquel infame campo de concentración hoy convertido en tierra de labor y cultivo, pero el libro, Isidro, es, lo decíamos antes, mucho más que todo eso.

Es también y mayormente historias bellamente escritas y entretejidas, orfebrería literaria, de otros personajes reales, algunos nacionales, otros internacionales, que soñaron que entonces —como ahora mismo está sucediendo en Gaza y en tantos otros territorios olvidados— la guerra, la barbarie, la venganza, el odio inmisericorde, la destrucción por la destrucción no es, no debiera ser, nunca el camino. Gentes que lucharon porque otras sendas, antes como ahora, pudieran ser transitadas. Y todo ello, y de ahí lo maravilloso del hallazgo, escrito con una prosa lúcida, con la dosis justa de pasión y metáfora, de humor y esperanza. También de intriga, tensión y suspense.

Ilustración del interior del libro.

Una prueba más de que, a veces, lo maravilloso no siempre es lo más conocido, lo que está más visible, lo que nos vende la cartelería de neón. Una prueba de que los tesoros más preciados, bien lo sabemos, se nos aparecen mayormente cuando ni siquiera los estábamos buscando.

Tal y como le ha sucedido a uno con este libro. Con Isidro.

Pepe López

Periodista.

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