Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Historia

Un español de Luisiana

Francisco Bouligny Paret (Historic New Orleans Collection).

La primera epopeya americana sucedió miles de años antes de nuestra era, cuando los seres humanos habitaron el continente procedentes de otros lugares de la tierra. La inteligencia llegaba en el equipaje con aquellos primeros pobladores. Establecieron asentamientos, ciudades y civilizaciones, pero no tuvieron contacto con otros continentes, como sí sucedió con la presencia humana en Europa, Asia o África. La cercanía entre estos desarrollaron sus relaciones sin prisa, pero sin pausa, al ritmo de la época. En el caso americano, en cambio, los contactos entre humanos se limitaban a los más próximos. El descubrimiento de Colón (1492) abrió las puertas a la universalización humana, al encuentro de culturas por todo el planeta. Los seres humanos dan un gran salto en su conocimiento del mundo. Afanes de aventura y conquista protagonizan la historia posterior. La vieja Europa se lanzó al abordaje de las nuevas tierras descubiertas por Colón, sobre todo portugueses, ingleses, franceses y, naturalmente, los españoles volcaron sus energías en América. Es a partir de aquí cuando existe una historia documentada del continente. Muchos hijos de Europa forman parte de la misma. El español Francisco Bouligny es uno de ellos. Un alicantino en América cuyo legado goza, en los actuales Estados Unidos, de significación pública, con reconocimientos en forma de placas y esculturas, mientras que en su tierra natal es un perfecto desconocido… y en el conjunto de España también.

Muchos autores nacionales subestiman sus contribuciones americanas nombrándolas casi de soslayo o ignorándolas abiertamente. En su ciudad natal (y es sólo un ejemplo) el periódico El Día publicó (1919) unas “Noticias acerca de algunos naturales de la provincia de Alicante que se distinguieron en América” y en la que no hay ni rastro del paisano Bouligny, nuestro protagonista. Una figura que realizó aportaciones significativas al legado español en Norteamérica, al menos tres, en mi opinión. Su propia carrera militar, participando en la guerra de la Independencia, fue en sí misma una contribución a ese legado, combatiendo en importantes batallas (Pensacola, Mobile, Batton Rouge, Fort Charlotte). Como alto funcionario de la Corona española elaboró una Memoria histórico-política de la Luisiana, la más extensa y detallada sobre el territorio y la de mayor influencia en los gobernantes de la época. Su tercera gran aportación fue la creación de Nueva Iberia, única ciudad fundada por españoles que pervive hoy día en el moderno estado de Luisiana.

Lápida en la catedral de Saint Louis, New Orleans, donde se refleja su nacimiento en Alicante (España), su calidad de oficial al mando del regimiento de Louisiana y como gobernador interino de la Colonia, así como su óbito y sepultura en dicha catedral el mismo día (Imagen: Pedro Soriano).

Francisco vino al mundo en la céntrica calle Mayor de la portuaria ciudad de Alicante, el 4 de septiembre de 1736, siendo bautizado en la vecina iglesia de san Nicolás (hoy concatedral) con el nombre de Francisco Domingo Joseph Bouligny Paret.

Al calor de la llegada al trono español de Felipe V (1700), el primer Borbón, muchos franceses se instalaron en España, especialmente en ciudades costeras, estableciendo compañías dedicadas al comercio. Es el caso de la familia Bouligny, de origen italiano (Bolognini era su apellido original), que emigró a Francia en el XVII, donde enseguida afrancesaron el nombre familiar. El abuelo, Joseph Bouligny, llegó a Alicante procedente de Marsella estableciéndose como “negociante de puerta abierta” o, lo que es lo mismo, comerciante al por menor. En 1724 amplió el negocio fundando la Compañía de Comercio Joseph Bouligny e Hijo, a la que se incorpora su hijo Juan, con sede en la calle Mayor, donde vivían.

Juan Bouligny Largier convirtió su negocio en uno de los más boyantes de la ciudad. Casó con la valenciana (afincada en Alicante) María Paret y de su unión nacieron 16 hijos, de los que sobrevivieron 11, siendo Francisco el séptimo de ellos. Vio sus primeras luces en la casa familiar de la calle Mayor, con la correspondiente asistencia de matrona en un parto sin especial complicación.

Con el auge de la compañía, su padre fue adquiriendo numerosas propiedades, desde una finca en la partida de La Alcoraya (conocida hoy como finca Lo Boligni), hasta almacenes, como el que adquirió frente al mar en la calle Postiguet (actual Juan Bautista Lafora) o mansiones, como la adquirida en la calle Mayor a Pascual Oliver, situada entre las de José Hernández y el platero Bartolomé Amérigo. Bien podría ser esta la casa natal de Francisco, aunque hay un desfase entre el nacimiento de nuestro protagonista y la escritura de compra (unos meses posterior), lo que no quita que pudieran habitarla antes de haber formalizado definitivamente los documentos de compraventa.

Por entre esas propiedades correteó sus primeros años el pequeño Francisco, hasta que al cumplir los 11 (1747) sus padres le enviaron a la Pontificia y Real Universidad de Orihuela (actual colegio Santo Domingo) que contaba con una escuela para niños fundada por el Obispado, donde estudió Gramática y otras disciplinas. Como era espabilado y buen estudiante, al graduarse se unió al negocio familiar que regentaban su padre y los dos hermanos mayores (José y Juan). Allí continuó su aprendizaje, familiarizándose con tareas administrativas y el conocimiento práctico de las redes comerciales, no en balde la Compañía Bouligny e Hijos era una de las más importantes en el dinámico puerto de Alicante.

Su verdadera vocación se inicia en 1758 al alistarse como cadete en el Regimiento de Zamora del Ejército de España. Estábamos en plena guerra de los Siete Años (1756-1763) en la que nuestro país haría acto de presencia a partir de 1762. Francisco llevaba ya 4 años en la milicia, la mitad de ellos en el Regimiento de Reales Guardias Españoles. Es ascendido a teniente y destinado al Regimiento de La Habana, al que se incorpora en 1763, el mismo año en que Francia cede a España el territorio de Luisiana, una vasta extensión que abarcaba desde los Apalaches a las Rocosas y desde los Grandes Lagos al Golfo de México, en torno al curso del río Misisipi, cauce cuyo primer europeo en navegar fue el español Hernando de Soto allá por 1541.

La Corona española no consideró de interés aquellas tierras insalubres y pantanosas, especialmente en la Baja Luisiana, con grandes dificultades para el asentamiento de población. Los franceses, que llegaron después ávidos de territorios en el nuevo continente, los reivindicaron para sí un siglo más tarde. Si bien la influencia británica es la más palpable en la actual América del Norte, era Francia la potencia colonial que contaba con un territorio más extenso, tanto que hoy alberga (en todo o en parte) 15 de los actuales estados que conforman los USA.

El primer gobernador español de la Luisiana no llega a su capital, Nueva Orleans, hasta enero de 1766. Era Antonio de Ulloa, científico y militar, compañero de Jorge Juan en la expedición que midió la longitud del meridiano terrestre, demostrando que la Tierra está achatada por los polos como sostenía Isaac Newton frente al francés Descartes que postulaba un achatamiento en el ecuador.

La compleja situación de la Luisiana, fuertemente endeudada y con una acelerada depreciación de la moneda cuando llegaron los españoles, así como algunas de las medidas tomadas por las nuevas autoridades, desembocó en la sublevación de los colonos de origen francés. El rey Carlos III decidió enviar un contingente militar con la misión de sofocar la rebelión y restablecer el orden, suprimiendo las instituciones políticas francesas e introduciendo las españolas. El monarca puso al mando al teniente general Alejandro O’Reilly que, al frente de 2 mil soldados y 50 cañones, llegó a la colonia en julio del 69. Formaba parte de aquella misión el alicantino Francisco Bouligny quien, dado su conocimiento del francés, nada más llegar al Delta del Misisipi fue enviado a Nueva Orleans para informar a los franceses y poco después ejerció como intérprete en el juicio contra los rebeldes. Su trabajo resultaría eficaz pues en noviembre el general O’Reilly propone su nombramiento como Ayudante Mayor, con grado de capitán, en el Batallón Fijo de Luisiana: “Es un oficial inteligente en la disciplina y de recomendables cualidades”.

Finalizada su misión O’Reilly regresó a España, pero el capitán alicantino Francisco Bouligny permaneció en Nueva Orleans al mando de la 5ª Compañía del incipiente ejército español de la Luisiana. Esta situación le permitió codearse con la flor y nata de la aristocracia y burguesía local. Su conocimiento de los dos idiomas resultaba muy útil en las relaciones sociales. Su porte y presencia destacaban en los finos salones de Nueva Orleans. Un año después (1770) casó con Marie Louise Sénéchal d’Auberville, hija del comisario de Marina, nacida ya en las américas y que aportó una dote considerable, 54 mil libras y una gran plantación, esclavos incluidos (muy superior a las aportadas por las hermanas de Francisco en sus matrimonios, tal y como señala Remedios Palencia en su excelente trabajo sobre el militar alicantino).

Al tiempo que Francisco casaba en Luisiana, en su tierra natal de Alicante se repuebla la isla Plana (actual Tabarca) con italianos liberados en Túnez de la esclavitud por el rey Carlos III. Parte de sus descendientes continúan habitando esa isla de la bahía alicantina. Pero si en su patria chica se acogía a esclavos liberados no ocurría lo mismo en el nuevo continente donde las actividades de las compañías negreras gozaban de una gran expansión. Además de su carrera como militar, Bouligny se afanaba en gestionar las posesiones aportadas por su esposa aumentándolas con la compra de nuevas tierras y más esclavos. También por entonces Carlos III envía misioneros franciscanos a California que, con fray Junípero Serra a la cabeza, acabarían fundando poblaciones como Yerba Buena, en la actualidad la populosa San Francisco.

Corría el año de 1773 cuando el capitán Bouligny tuvo sus más y sus menos con el coronel Francisco Estacherría, su superior al mando del Fijo de Luisiana, a cuenta de algunos apuntes en los libros referentes a años de servicio y deserciones en la tropa. Tras acalorada discusión, el coronel ordenó el arresto domiciliario del capitán. Finalmente, la Corte española quitó hierro al asunto ordenando al gobernador Unzaga que repusiera a Bouligny en su puesto de inmediato. Es a partir de entonces cuando nuestro capitán comienza a pensar y elaborar su Memoria histórico política sobre la Luisiana. De todos los informes realizados sobre el territorio probablemente sea el más detallado y extenso. Tal y como señalaba el propio Francisco se trata de “noticias del estado actual del comercio y población de Nueva Orleans y Luisiana española, y los remedios para adelantar aquella Provincia”. A lo largo de 11 capítulos se aborda en el documento una puntual descripción del territorio, sus producciones, la población y costumbres de los habitantes tanto indios como de procedencia europea o africana, la decadencia de la colonia, el comercio y, a partir de todo ello se apuntan soluciones tanto en los intercambios comerciales como en la defensa del territorio, con un plan de fortificaciones y la manera de llevar todo a cabo “no sólo sin costo para el Real Herario, sino también con suma ventaja para el país, sus habitantes y el Estado”.

    Mapa de la Luisiana española. Biblioteca Nacional del Congreso (USA).

De todas las producciones que era posible extraer de Luisiana (y eran muchas) la Memoria señala el tabaco como la más interesante: “no hay cultivo tan lucrativo para el labrador y tiene la ventaja de que un hombre solo puede dedicarse a él”. Añade además interesantes consideraciones para menguar la influencia inglesa a través del cultivo y comercio de tabaco. En esta tarea de debilitar al rival, “la amistad y buena correspondencia con los indios” se apunta como fundamental pues “ellos mismos serán los guardas defensores de nuestros derechos, impidiendo y conteniendo cualquier insulto o invasión que pudiéramos recibir de los ingleses”. Más allá se proponía la llegada desde España de nuevos colonos y la creación de asentamientos netamente españoles, en unas condiciones de economía de trueque ventajosas para el Real Herario y los colonos. “A mí me consta (señala Bouligny) que en el Reyno de Valencia y Murcia habrá muchos que bajo esas condiciones irían gustosos a la Luisiana”.

Con el fin de profundizar en estas tareas propone el nombramiento de un superintendente general de Indios y Nuevas Poblaciones, al modo inglés. “Para poder mover una máquina con facilidad es preciso que no le falte pieza y que tenga todos los muebles necesarios y bien coordinados: mal podemos combatir en política con los ingleses si no empleamos las mismas armas que ellos”.

En 1775, con el apoyo del gobernador Unzaga, Bouligny viaja a España para presentar su Memoria de la Luisiana en la Corte de Madrid y atender asuntos de herencias familiares. Es recibido por el ministro de Indias, José de Gálvez (tío de Bernardo, futuro gobernador de la Luisiana en sustitución de Unzaga), quien le anima con el informe y lo presenta al rey Carlos III en 1776, al tiempo que invita al alicantino a pasar una temporada en San Ildefonso, donde veraneaba la Corte, para aportar cuantos datos le fuesen requeridos.

Ya con Bernardo de Gálvez como gobernador de la colonia se emiten una serie de Reales Ordenes derivadas de la Memoria de Bouligny. Carlos III nombra teniente de gobernador a Francisco “por el conocimiento que tiene de esa provincia y su particular mérito, con destino a que ayude a V.S. y que especialmente se encargue, bajo sus órdenes, de los tres ramos principales de Población, Comercio y Amistad con los indios”. Con este nombramiento el oficial alicantino se convertía en el segundo del mando militar de la Luisiana.

Mientras Bouligny estaba en España, la creciente hostilidad entre el imperio británico y sus colonias norteamericanas deriva en conflicto bélico abierto. Comienza la guerra de la Independencia (1775-1783). El 4 de julio de 1776 las trece colonias, reunidas en el Congreso Continental, aprueban la Declaración de Independencia que da origen a los Estados Unidos de América y se convierte en la primera declaración de derechos del hombre. En abril del 77 Francisco Bouligny regresa a Luisiana, donde permanecerá para siempre.

España apoyó desde un principio las aspiraciones de las trece colonias, incluso militarmente, aunque no fue hasta 1779 cuando se hizo oficial entrando en guerra abierta contra Inglaterra.

El año anterior (1778) diferentes visiones en cuanto a las competencias de Bouligny provocaron algunos rifirrafes entre éste y el gobernador Gálvez, acrecentados por sus distintos puntos de vista con respecto a los asentamientos de nuevos colonos españoles en la Luisiana. Todo quedó en agua de borrajas cuando Gálvez ordenó a su segundo que encabezara una expedición hacia las tierras de los indios Atacapas y Opelusas para fundar un asentamiento con colonos españoles. Le daba jurisdicción sobre el territorio por encima de los comandantes de los puestos militares. Los primeros expedicionarios salieron de Nueva Orleans en enero del 79 al mando del teniente gobernador Francisco Bouligny. Eran mayoritariamente malagueños, como los gobernadores Unzaga y Gálvez.

A través de antiguos brazos y meandros del Misisipi (los bayou) infestados de mosquitos, tábanos e innumerables insectos y a bordo de barcazas, los españoles avanzaron hacia el noroeste del Delta y el 17 de mayo de 1779, tras muchas penurias, fundaron el asentamiento de Nueva Iberia en el bayou Teche. Se trata de la única ciudad de Luisiana levantada exclusivamente por españoles y que hoy día aún pervive. Los habitantes del lugar recuerdan al comandante del grupo con busto y placa, considerándole fundador de la ciudad. Nueva Iberia se incorporó a los Estados Unidos en 1839, cambiando su nombre original por el actual de New Iberia en 1847. Actualmente entre sus más de 30 mil habitantes podemos encontrar apellidos españoles como Romero, López, Segura, Prados o Míguez.

El 16 de julio de 1779 España entra en guerra contra Inglaterra posicionándose, ya sin ambages, a favor de la causa norteamericana. Cuando en agosto la noticia llega a Nueva Iberia, Bouligny solicita su incorporación a filas. El gobernador accede y a partir de ahí el alicantino participa en varias y destacadas acciones militares siempre a las órdenes de Bernardo de Gálvez como ayudante de campo. Francisco Bouligny es considerado un militar capaz para el mando y la táctica, así como valeroso en el combate.

El historiador norteamericano Gilbert C. Din dice de él que “es un hombre culto e inteligente. Alto, poseedor de un noble porte militar. Probó su valor luchando contra los británicos en el Mississippi, Mobile y Pensacola”. En esta última batalla se distinguió cuando voluntariamente, al frente de su compañía, se lanzó al asalto del Fuerte Quemado, baluarte defensivo de la ciudad “tomando la bandera bajo el fuego enemigo”.

Estas acciones de los españoles resultaron de gran ayuda para las tropas de George Washington, descongestionando a su ejército por el sur, proporcionándole salida al golfo de México a través de la Luisiana española y desgastando al enemigo tras infligirle varias derrotas.

En 1782 Francisco es nombrado sargento mayor del Regimiento de Luisiana, encargándose de la instrucción militar y disciplina, ejerciendo las funciones de fiscalidad e interviniendo en todas las vertientes económicas y la distribución de caudales. Al año siguiente Inglaterra reconoce la independencia de los Estados Unidos de América. Los españoles habían aportado su granito de arena.

Desde julio de 1785 hasta marzo del 86 Bouligny ejerció como comandante del puesto de Natchez (hoy una ciudad algo menor que New Iberia). En el 91 es nombrado coronel jefe del Regimiento de Luisiana, ejército de la colonia. En 1799 el cabildo de Nueva Orleans le nombra gobernador militar interino. Finalmente, una Real Orden de 4 de septiembre de 1800 (día de su 64 cumpleaños) le asciende a general brigadier designándole definitivamente gobernador militar. Lamentablemente el nombramiento llegó a Nueva Orleans pocos días después de su fallecimiento, ocurrido el 25 de noviembre de 1800 por causas naturales, el mismo año que se inauguró en Washington la Biblioteca del Congreso.

En 1803 España traspasa de nuevo la Luisiana a Francia que, casi al instante, la vende a los nuevos Estados Unidos por una cifra exigua incluso para la época teniendo en cuenta las dimensiones y riquezas del territorio: 15 millones de dólares. El nuevo país duplicó su extensión de un solo golpe.

Don Francisco Bouligny fue uno de los dirigentes más destacados en la Luisiana colonial española. Su legado está en la memoria del actual estado, un pequeño territorio comparado con el del siglo XVIII. La catedral de Saint Louis en New Orleans alberga sus restos. Está presente en archivos y bibliotecas. New Iberia le recuerda en sus calles y edificios. Su propia carrera militar, participando activamente en la guerra de la Independencia, le confiere un pedigrí americano. Por el contrario, en su país (como ya hemos señalado) es tratado con soslayo, pasado por alto o claramente ignorado. En su patria chica es un desconocido. Francisco Bouligny fue un español de Luisiana que en aquellas lejanas tierras, a 8 mil kms de su Alicante natal, dejó su huella y su impronta.

Fuentes

Remedios Palencia, F.Bouligny, un alicantino en la colonización de Luisiana. Instituto Alicantino de Cultura.

Biblioteca Nacional del Congreso. USA.

Historical Collections of Louisiana.

Historic New Orleans Collection.

Louisian Department of Commerce and Industry.

Biblioteca Nacional de España.

Archivo Municipal de Alicante.

Benjamín Llorens

Periodista.

2 Comments

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  • Interesantísimo artículo sobre una saga italo-franco-española de la que surgió este alicantino que contribuyó a la creación de los Estados Unidos y al que no olvidan en aquellas tierras de New Iberia y New Orleans. Sus cenizas descansan en la catedral de Saint Louis. Seguro que su alma nos agradece este recuerdo desde el cielo. Un fuerte abrazo.