Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Sin recortes

Un año que suma 8: un deseo de prosperidad y de equilibrio

(Fuente: Freepik).

Iniciamos un nuevo año pletórico de deseos y de buenos augurios. Como no podría ser de otra manera, reiniciamos un calendario que tiene sus orígenes en el llamado gregoriano, introducido por el Papa Gregorio XIII en el 1582, que substituyó otros basados en sistemas lunares, solares o combinaciones de ambos. En realidad, se trataba de un ajuste del calendario juliano, planteado en el año 45 a.C. por Julio César, que tenía un año de 365 días dividido en 12 meses, con un día bisiesto añadido cada cuatro años para mantenerse sincronizado con el año solar. Como el cálculo para el año bisiesto no era perfecto, había un desfase gradual entre el calendario y el año solar real. Los cambios que introdujo el Papa Gregorio XIII corrigieron los errores acumulados en el anterior. Una propuesta que progresivamente fue implementada en la mayoría de los países hasta convertirse en el estándar internacional.

Más allá de la historia, el año que comenzamos tiene múltiples interpretaciones según la numerología, un sistema de creencias que, lejos de la contrastación empírica, sostiene que las cifras tienen un significado simbólico y que pueden influir en diversos aspectos de la vida de una persona o de una sociedad. Desde la numerología pitagórica, a la cabalística o la china, todas comparten que no tienen una evidencia empírica sólida y que, por lo tanto, son consideradas una práctica pseudocientífica. Con todo, no me negaréis que tienen un sentido fascinante de reflexión y de autoexploración. Entendámoslo, pues, como un juego de los habituales en estos días de fiestas en medio de dos festividades de dudosa concreción real como son el nacimiento de Jesucristo y la consecuente adoración de los Reyes Magos. Frente a estas dos celebraciones, aceptadas por la mayor parte de la sociedad, nada que pueda poner en tela de juicio las posibles interpretaciones paracientíficas de los números que rigen el nuevo año. Unas cifras que ofrecen la curiosidad que la suma de las tres primeras nos ofrece la última, o sea, 2 + 0 + 2 = 4. Y el total de ellas, 8.

Así, la numerología cabalística considera el número 8, representado por la letra Chet en el alfabeto hebreo, como una cifra relacionada con el concepto de Binah, traducido como entendimiento o sabiduría. Un augurio de equilibrio entre el mundo material y espiritual que permite la difusión adecuada del conocimiento. Por parte de la numerología pitagórica, el número en cuestión se asocia con características como el logro, la autoridad, la ambición y el éxito material. Un sentido similar ofrece la numerología china que provoca que los creyentes de esta busquen el número 8 en sus números de teléfono, matrículas de vehículos, fechas, eventos o direcciones, en tanto que se asocia a la fortuna y el éxito. Aunque me resisto a dar legitimidad a estas creencias, en el marco del juego interpretativo ofrecido, puedo proyectar unos deseos en línea a estas interpretaciones. Así, frente a los desastres del 2023 a nivel mundial, como los terremotos de Turquía y Siria en el mes de febrero, la consideración final de la pandemia después de tres años, los cambios políticos en las elecciones municipales y autonómicas de mayo y la continuidad del gobierno nacional tras las elecciones de julio, la continuación de la invasión de Ucrania por parte de Rusia, el empoderamiento del deporte femenino tras la victoria en el campeonato del mundo y la actuación denostada del presidente de la Federación Española de Fútbol de agosto, el terremoto de Marruecos en septiembre, la guerra en Oriente Próximo que amenaza el difícil equilibrio entre palestinos e israelíes en octubre, la polarización de la política nacional que rompe posibles puentes de entendimiento mayoritarios, entre otros, prefiero soñar despierto y considerar como una opción, por criticable que sea, las interpretaciones numerológicas referidas.

Imaginemos, pues, un 2024 donde todo sea posible. Escuché recientemente un comentario que, si se había conseguido repetir el gobierno progresista nacional, con el desarrollo incluido de la Ley de Amnistía, todo objetivo, por utópico que pareciera, podía ser realizado. Independientemente de la opinión que tengamos al respecto, es obvio que, como dice el refranero popular, «quien la sigue, la consigue», o sea, con constancia y esfuerzo podemos alcanzar nuestros objetivos. Sea entonces mi deseo luchar contra las injusticias y levantar la voz contra los oprimidos, por conseguir los mejores gobiernos posibles en todas las instancias, más allá de consignas partidistas, que escuchen a sus electores y busquen el bien común. Por una sociedad más igualitaria que persiga la diversidad y ponga fin a interpretaciones mesiánicas que poco responden a una especie que tiene la razón y la ciencia como base de sus actuaciones. Por una sociedad donde sus líderes no tengan miedo al debate y a la reflexión y donde no exista el miedo a expresar su voz discordante. Por una sociedad donde la ilusión y la voluntad de progreso no se vean dificultadas por las viejas políticas que acuñan términos como «el reparto del pollo» o «los grupos de presión». Porque todas y todos nos lo merecemos, porque no hay nada más apasionante que vivir con optimismo y sintiéndonos partícipes de cada decisión. Una proyección de intenciones que casualmente coincide con las interpretaciones numerológicas referidas.

Todo ello cuando he cometido la temeridad de observar que los números de mi año de nacimiento, con un total de 6, se pueden interpretar como una tendencia a la protección, a la comprensión del prójimo, y, en cierta medida, a la resignación. Me rebelo, por lo tanto, de esta lectura y lucho incesantemente contra un sentimiento pasivo ante la realidad. Altero, pues, el año de mi nacimiento a dos años después para poder sumarme a los deseos de rebelión del número 8. Un juego sin fin que me ofrece la gran cantidad de creencias fuera de la ciencia que nos rodean. Esta es la paradoja de nuestra realidad, que nos permite luchar contra los malos augurios y defender un entorno más equilibrado y justo con el prójimo.

Carles Cortés

Catedrático de universidad y escritor.

1 Comment

Click here to post a comment

  • Como diría José Mota, si hay que jugar se juega, pero jugar por jugar… Pues también. Y en el camino nos entretenemos. ¡Feliz año 8!