Hermés Trismegisto, sabio o clan de sabios, hace miles de años que nos legó: “Cómo es fuera, es dentro”, más claro, “Cómo es tu mundo interior, así ves y sientes el mundo de fuera y así valoras a las personas que te rodean.” Pues lo que ves fuera es el espejo de nuestra intimidad. Psicólogos, psiquiatras y psicoterapeutas lo demostraron también hace años. Por experiencias ajenas, más las propias, aprendí que nuestro positivismo vital unido a nuestro atrevimiento en la acción, juntos, nos regalan más felicidad.
Termina un año en el calendario, el 2024 para nosotros en nuestra sociedad, si bien cada día amanece para renacer. Te deseo felicidad sinfín cada día de tu vida. Sin fecha fija, reitero, cada día de tu vida. Hoy comparto aquí experiencias y reflexiones propias y ajenas. Hace unos días en Orihuela, un viejo amigo me comentaba, con pena, que un “creciente negativismo y la falta de ética galopan desbocados por este mundo”.
Nos encontramos por casualidad, después de muchos años, en una calle de Orihuela. Yo me marché de la ciudad en marzo de 2007. Llovió desde entonces allí (poco) y en mi vida (mucho más). Porque va para veinte años de mi éxodo viajero y vital. Frente al amigo, él apesadumbrado por las calamidades en este mundo, por el contrario yo feliz, muy feliz. Alegre en el regreso por unas horas a mi Orihuela del alma. Más alegría que en otras ocasiones. Me explico a continuación. Comparto mi felicidad.
Esta vez acudí a Orihuela a dar besos a mis adoradas hija y nieta, por el bautismo de la pequeña en la Catedral del Salvador. Más un besazo y abrazo con mi admirado y feliz yerno, persona buena e inteligente, padre de mi felicidad como abuelo primerizo. Y coincidir también con familiares y personas a las que amo y deseo felicidad.
El 7 es mágico
Mientras el amigo triste, en la calle de Orihuela, se recordaba (a sí mismo) desastres, frentes de guerra y otros actos del simio vanidoso, mono soberbio, ladrón avaricioso y egoísta, que tal vez mejor debió quedarse en el árbol, yo le oía y más pensaba en la sonrisa de mi nietecita de 7 meses. Obvio es, pero te lo recuerdo, 7 meses más otros nueve meses de vida antes de sacar la cabecita a este mundo. Porque ya entonces era mi nietecita, al igual que hoy, una mujer siempre sonriente y feliz gracias a los susurros y la nana que le cantaba su madre, mi hija, y mi querido yerno. Y mucha música melodiosa y los besos que escuchó, nadando en su lago apacible, y que disfrutó antes del parto.
Escribo el 7 con números. Cifra mágica en mi mente, desde mi infancia. ¿Por qué? Lo ignoro. Poco importa. Siento que el 7 es mágico y atrae felicidad, a mi vida y la tuya, desde que tengo uso de razón, allá en la lejanía, desde los tres o cuatro años de edad. Por aquel entonces, hace más de sesenta años, Pedro Jesús, niño ya sin miedo, nunca lo tuve ni lo tengo, que hasta me atreví a montarme en el triciclo de mi vecina Mercedes. Si me caí la primera vez, quede claro, ni lo recuerdo. Nada debió importarme.
Mandala de la Felicidad
Por algún rincón en la India vive Shurti Suresh, hoy mujer, la niña que apadriné más de una década hasta su adolescencia. Nada sé hoy de su destino en esta vida. Pero sí la recuerdo con felicidad. Guardo todas las fotografías de ella que cada año me enviaba la ONG Educo, anteriormente Intervida. Con muy especial amor guardo y observo cada día el Mandala de la Felicidad (dibujo vibración mágica que habrás contemplado en mi colaboración de hoy) que desde Educo me enviaron una Navidad. Acababa de nacer el mandala de la Felicidad en el corazón agradecido de una niña. Dibujo que hizo y coloreó Shurti feliz, más una carta de amor y agradecimiento que la niña me escribió en un inglés incipiente.
Hermés Trimegisto, un sabio o tal vez un grupo de sabios, hace miles de años que nos legó un consejo muy verdadero: “Cómo es fuera, es dentro”, y más claro, “Cómo es tu mundo interior, así ves y sientes el mundo de fuera y valoras a las personas que te rodean”.
Castro Urdiales y el Mediterráneo
Vivo hoy feliz, siempre en la esperanza de más felicidad compartida. Como bien sabéis, resido desde el pasado 30 de julio en Castro Urdiales. Va ya para cinco meses. Por amor, por demostrarme a mí mismo, sí, a mí mismo, que soy un verdadero aprendiz del amar, desde niño, que intento con acciones saber amar mejor, me atreví a dar un salto, de 800 kilómetros. Desde la costa mar Mediterráneo hasta el litoral del Cantábrico y el verdor sin fin que lo abraza. En el amor y el respeto a la libertad propia y ajena.
Dormir, soñar y vivir en la esperanza en Castro Urdiales, Orihuela o la Conchinchina (sur de Vietnam), o en La Torre de la Horadada, me importa menos, por supuesto que mucho menos a mí, pues sentí siempre en toda mi vida que lo más valioso, para ti y para mí, es sentirnos en buena compañía. Vale (cervantino).
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