Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Opinión

Trump o la táctica del loco

President Donald Trump signs an Executive Order on the Administration’s tariff plans at a “Make America Wealthy Again” event, Wednesday, April 2, 2025, in the White House Rose Garden. (Official White House Photo by Daniel Torok)

Llevo varias semanas, sino meses, dándole vueltas a la conveniencia de escribir sobre el terremoto que, para todo el mundo, está suponiendo la presidencia de Donald Trump al frente de los Estados Unidos de América. Y son tantos los actos y los frentes abiertos que me he planteado muy seriamente hacerme un «croquis» para ordenar ideas e información y así no escribir «del tirón», como suelo, para que no quede un artículo aún más deslavazado de lo que acostumbro. Pero no, seré fiel a mis costumbres. Lo leeré con atención antes de enviarlo a la redacción por si no lo soportara ni yo.

Y es que el personaje da para mucho. Si alguien puede ser tachado de disruptivo, éste podría ser nuestro hombre. En lo nacional, en lo internacional, en lo político, en lo económico, en lo geoestratégico… Acto tras acto, sin valorar las consecuencias, sin filtros, sin «vaselina», con argumentos falaces, absurdos casi todos ellos. Va camino de dejar a Nerón o Calígula como epítome de la sensatez desde la más alta magistratura.

Estados Unidos ha declarado la guerra comercial (de momento) al mundo entero. Y digo «de momento» porque tampoco se priva de reclamar abiertamente tierras de otros países como Groenlandia, sobre la que, incluso, ha llegado a decir que no tiene porqué hacer falta la fuerza militar (que tampoco descarta) para conseguirlo. Y sobre Panamá. Y sobre Canadá (que no es Groenlandia), que será el «estado 51». Obviamente, lo que opinen los groenlandeses (no digamos ya daneses o europeos) se la «repanflinfa» bastante, que diría aquel.

Lo mismo le importa lo que digan los jueces o las leyes de su país, que nunca fueron con él. No digamos ya a los tratados internacionales firmados o las coaliciones y socios históricos.

Trump siempre ha sido rico y ha hecho, básicamente, lo que le ha dado la gana toda su vida. Una posición económica fuerte siempre da mucho poder. Cara a una negociación te coloca mejor. Pero apurar una posición dominante, hacer valer la «ley del más fuerte» todo el tiempo, tiene riesgos evidentes. Puede que ganes el pulso pero, si es con abuso, te estarán esperando… y te encontrarán.

Un negocio, al menos desde mi punto de vista, no es un buen negocio si no lo es para los dos. O al menos que así lo sientan las partes. Aunque haya cesiones no deseadas, es virtud de los negociadores dejar salidas honrosas. Denota inteligencia y prevenir problemas. La historia tiene mil ejemplos, en la política misma (véanse las consecuencias desastrosas del Tratado de Versalles tras la Gran Guerra) y en los negocios. Nadie está arriba siempre. Las hegemonías no son eternas. Es evidente que no es esa la visión de nuestro protagonista de hoy. También es cierto que ni se juega su dinero (que bien podría, dado su caudal) ni será víctima de sus grotescas decisiones/ocurrencias: El tratamiento humillante a Ucrania, el condescendiente hasta extremos vomitivos hacia Putin (cabe pensar que no lo critica porque él piense hacer lo mismo cuando la ocasión se tercie, pistas no faltan), el desprecio para con sus socios europeos y no europeos «de toda la vida».

Decía al principio que he estado esperando para escribir sobre este tema porque las idas y venidas han sido continuas desde que tomó posesión con la «performance» de firmar órdenes ejecutivas en público con su rotulador gordo. Puede que sea su forma de «negociar», como dicen algunos, pero si es así, pienso que ya ha atravesado el «Rubicón» de lo mínimamente aceptable. Aun dando marcha atrás sobre alguna de sus barbaridades, hay cosas que ya no vuelven donde estaban tan fácilmente.

Se dice, no sin razón, que se puede tardar años en hacer un cliente y minutos en perderlo. Pues un poco, o un mucho de eso hay. Estados Unidos ha decidido atacar al mundo entero a la vez. Eso es jugar muy fuerte porque parece «de cajón» que cuando alguien empieza una guerra es porque piensa que la va a ganar.

Siempre se ha hablado del «poder blando», el que se realiza a través de influencias y diplomacia más o menos descarada. Por ejemplo, nuestros vecinos franceses llevan lo que va de historia «haciéndonos la pascua» todo lo que les da tiempo, bloqueando oleoductos, gaseoductos, vías ferroviarias, conexiones eléctricas y demás infraestructuras. Sin entrar demasiado en la cobertura ominosa que por décadas proporcionó a la ETA más sanguinaria. Es sabido cómo se cambiaban ciertos movimientos de Francia contra ETA para que los primeros AVE los proporcionara Alstom, por ejemplo. Por supuesto, el gobierno español bendecía (tragando lo que tocaba) las bondades técnicas de la decisión (que no digo yo que no las tuviera) pero el precio era algo más que el coste de los trenes.

Menos mal que siempre nos queda Roland Garros en el que he visto ganar en mi vida a más de media docena de paisanos, con el desparrame, ya cósmico de Nadal… ¡Qué gusto! Ganar siempre agrada, ganarles a los franceses (para un español) son dos tazas.

Y así transcurre la historia, cada cual maneja sus armas como puede, o como sabe (los españoles nunca hemos sabido mucho ¡Qué le vamos a hacer!). Esto de Trump es otro nivel. Para insultar, amenazar y humillar a otros y no salir escaldado tienes que tener una posición de mucha, mucha fuerza. Sinceramente (no confundir, por favor, con el «sinceramente» de los políticos que es garantía absoluta de que viene una trola) pienso que no la tiene… o no tanta.

Ningún país puede prosperar solo. La autarquía ha demostrado a través de la historia que sólo lleva a la miseria y, en un mundo tan hiperconectado como el actual, muy difícilmente le va a salir bien. Seguro que algunos países quedarán mal parados pero ellos van a perder un ojo, sino los dos.

El «día de la liberación», como proclamó rimbombante al pasado jueves, pienso que será recordado como el día en que Estados Unidos renunció a liderar el mundo como lo llevaba haciendo de manera indiscutible los últimos 30 años y poco discutible el último siglo. El paquete de medidas arancelarias es un disparate económico basado en unas excusas aún más disparatadas llenas de mentiras, falacias y demagogia infantil (en España sabemos mucho de eso) en un tono populista para ser consumido por gente con la capacidad crítica de una acelga, que es de lo que están compuestas nuestras sociedades occidentales actuales. Por eso los orientales, que están comiendo palomitas viendo cómo nos suicidamos, nos van a barrer.

Cualquier producto actual está compuesto por cientos o miles de elementos que están fabricados en decenas de países de los 5 continentes. Y van cambiado de país en función de unas cadenas logísticas endiabladamente complicadas (y delicadas). Si en cada paso de país se grava el bien intermedio o el componente con un arancel disparatado, el resultado puede ser económicamente inviable.

Buena parte de los componentes de los coches que se fabrican en los propios Estados Unidos equipan componentes fabricados en México y Canadá (con los que tiene —tenía— un acuerdo de libre comercio) que dan unos cuantos tumbos entre esos tres países antes de llegar a las líneas de producción, o más bien ensamble final. ¿Se imaginan un 25 % en cada paso transfronterizo? Acabará saliendo el coste de un asiento más caro que el coche. Un sobrecoste que tendrán que pagar sus paisanos porque no olvidemos que el arancel es un impuesto que acaba pagando el consumidor.

Por otro lado, la pérdida de confianza que se está generando puede destrozar buena parte de las expectativas comerciales de sus empresas fuera y, como decía, por sobreprecio, dentro. En estos momentos varios países (España entre ellos) están negociando importantes programas de compra de aviones militares. Decisiones casi tomadas, o tomadas incluso, están siendo replanteadas o revocadas. ¿Cómo comprar hoy un, en principio fantástico y carísimo F-35 cuando el propio Trump insinúa que los aviones de guerra para exportación deberían estar «capados», por lo menos, en un 10 %? ¿Cómo te aseguras que, por software, no tienen un botoncito que te dejen el juguete en tierra según el humor con que se levante el presidente? Incluso, sin llegar a eso, ¿cómo te aseguras que no te cortan el mantenimiento, el suministro del repuesto, el suministro de la munición y todo lo que conlleva la operatividad de un artefacto de semejante complicación?

Tabla de aranceles del Día de la Liberación realzada por un empleado del Gobierno de los Estados Unidos.

Seguramente un Eurofighter no es tan capaz, pero la guerra de Ucrania está demostrando que drones con motor de lavadora parecen hacer daño también. Además, tampoco sabemos el nivel de «castración» al que puedan someter a los aviones que nos lleguen. Y todo el mundo se está haciendo esos planteamientos, lo publiquen o no, y sería estúpido e irresponsable no hacérselos.

Este Estados Unidos ya no es un socio fiable, un aliado fiable, un país fiable y eso vale mucho dinero… Y no sólo dinero.

La diatriba lanzada al mundo entero tiene muchísimas implicaciones a todos los niveles. Ya no van a ser la primera economía del mundo por una cuestión simplemente demográfica. Son más de 300 millones, pero China (y también India que ya despierta) los multiplica por cuatro o por cinco. Cuando coman todos, todos los días, y ya están en ello, impondrán su capital humano. El talento no entiende de colores de piel ni de la forma de los párpados.

Si la idea, si el objetivo, es que se fabrique en Estados Unidos, pues menos lo entiendo aún. Un país que importa casi la mitad de lo que consume, no puede incrementar la producción de lo que sea en un 20, 40, 50 % con un chasquido de dedos. Hoy, por suerte para ellos, están prácticamente en «pleno empleo». ¿Quién va a producir ese tanto por ciento que compensará las importaciones que penalizan si repudian, rechazan e insultan a los inmigrantes hasta por el mero hecho de serlo? Un país que se ha creado sobre la heterogeneidad de sus gentes venidas de todas partes, como los Trump, por cierto.

Y si se pusieran a ello habría que invertir cantidades colosales en hacer la nuevas fábricas (que no sé quiénes las construirían) y en crear las imprescindibles cadenas de proveedores (todos nacionales «of course»).

Eso lleva años, a Trump sólo le queda un mandato y ya cuenta 78 primaveras. Las empresas tendrán que decidir si se esperan a que pase el chaparrón hasta el próximo presidente o arriesgarse a una inversión (con la posible pérdida de la que tuvieran hecha en otros países) de un retorno dudoso porque su mercado, hoy mundial, puede que se restrinja al local que, aunque muy grande, no tiene comparación con el que disfrutan ahora, puesto que el resto del mundo aplicará la correspondiente reciprocidad.

Difícil tesitura, especialmente para Europa que sigue enredada en sus cruzadas verdes autodestructivas, sin un liderazgo digno de tal nombre y con el personal muy acomodado, exigentes de derechos que no pueden pagar y refractario a cualquier tipo de sacrificios por necesarios y evidentes que sean.

He leído y escuchado mil cosas sobre el maquiavelismo de Trump. He leído y escuchado sobre «cortinas de humo», sobre sofisticadas tácticas para devaluar el dólar sin sufrir las consecuencias negativas y algunas cosas más. No tengo conocimientos, no sé, ni ganas, para intentar entender tan sesudas argumentaciones. Pero tiendo a quedarme con lo que parece (alguien hablaría de la «navaja de Ockham»). Trump es un ególatra más y quiere pasar a la posteridad como salvador de su país que no tiene nada de qué salvarse salvo de su propio despilfarro. Y va a someter (porque puede) a su país y al resto del mundo a una terapia de choque experimental de consecuencias desconocidas.

Desconozco si hay alguna remota opción de que le salga bien, pero lo que sí está demostrado es que el comercio allana diferencias, crea lazos y disuade conflictos y esto es exactamente lo que está dinamitando.

No quiero cerrar este escrito sin mencionar a nuestros paisanos de Vox. Un partido ya un tanto desnortado que quiere arrimarse a lo que cree que es el sol que más calienta. Si las decisiones de Trump se confirman y, sobre todo, si se mantienen (ambas cosas por ver), el daño directo para todas las áreas económicas españolas es palmario. Escuché el otro día a un representante de esta formación defendiendo la posición de Trump con argumentaciones tan ridículas que me llevaban de la indignación a la ternura. El «patriotismo» se les quedó en alguna curva del camino cuando piensan que algo pueden rascar. Sánchez defiende causas falaces con muchísima más solvencia.

Siendo positivo quizás es la oportunidad que necesita Europa para dejar de medrar, ser consciente de su fortaleza, que tiene muchas, hacerse mayor y emanciparse por fin.

Richard Gere en el Fesival de Cine de Venecia en 2024. Fotografía de Hairald Krichel (Fuente: Wikimedia).

Acabo con una frase de Richard Gere en la última gala de los Goya, donde vino a decir:

«Vengo de un país dirigido por un matón».

Deseémonos suerte porque ese país tiene poder para hacer mucho daño.

…Y sigue.

Juan José Martínez Valero

Nacido y criado en Melilla y afincado en San Pedro del Pinatar (Murcia) desde los 15 años. Dejé los estudios para desarrollar la empresa familiar de la que todavía vivimos. Muy aficionado desde siempre a temas científicos y de actualidad.

Comentar

Click here to post a comment