Parece mentira, pero hace ya casi un mes que volvimos a la rutina, al frenesí, a los horarios rígidos y los ajustes en el calendario. Rompecabezas para conjugar todas las tareas diarias. Niños llorando a la puerta del colegio porque no quieren separarse de sus padres y un reloj que avanza indicando que se acerca la hora de llegar al trabajo. Los días comienzan a ser más cortos, bajan las temperaturas y somos conscientes de que la naturaleza empieza a frenar el ritmo. Dentro de poco algunos mamíferos comenzarán su hibernación. ¿Estás de acuerdo? Y ¿qué sucede en nuestra vida ahora? Sucede que venimos de disfrutar el verano, mientras el sol y la energía de la naturaleza estaban en su mayor apogeo, los días eran más largos y los llenábamos con horas de juego, socialización y vida en general; nuestros hijos han vivido su época del año de mayor esplendor y están preparados para seguir sintiendo su naturaleza mamífera y bajar el ritmo. ¿Qué podemos hacer para mejorar la situación?
Probablemente ellos quisieran seguir jugando, aunque lo harían cada vez menos horas debido a la luz solar que nos indica que es necesario recogerse antes, irían poco a poco bajando el ritmo de actividad. ¿Te parece lógico?
Pues no, lo que nosotros hacemos ahora es incorporarnos al trabajo, a la escuela. Comenzamos una rutina que va en contra de nuestra naturaleza ya que nos pide madrugar y unirnos a una serie de actividades con horarios rígidos, poniendo el foco puesto en el afuera. Ahora tienen que separarse de su familia, sentarse quietos durante horas, permanecer callados y seguir una serie de directrices.
¿Qué podemos hacer para ayudarles si no hay alternativa?
- Observar. Al igual que una planta nos indica a través de sus hojas cuándo necesita más o menos agua, un animal nos muestra si necesita salir a la calle porque tiene energía de más o el coche enciende una luz roja cuando tiene una necesidad no resuelta, los niños también nos comunican aquello que necesitan, unos lloran, otros gritan, pegan, rompen o lanzan objetos; cada uno lo hará en función de su carácter y nivel de malestar. Observando podemos darnos cuenta de lo que está necesitando y adaptar el entorno, en la medida de lo posible, a ellos para ayudarles.
- Respetar. Al igual que respetamos la hibernación de un oso, la no floración de las amapolas y la alarma de depósito vacío de combustible de un coche es importante y necesario respetar las necesidades y peticiones de un niño. Si bien somos conscientes de que no atender las indicaciones del oso, la amapola y el coche nos traerán unas consecuencias nada deseadas, ¿crees que será diferente tratándose de un niño? ¿Por qué?
- Adaptar. En cualquiera de los ámbitos del reino animal, vegetal y tecnológico somos conscientes de que tenemos que adaptar las circunstancias a cada uno para que el resultado sea óptimo. ¿Qué pensamos que va a suceder con la cría del ser humano si no lo hacemos? ¿Por qué existe tanta resistencia a hacerlo? ¿A ti también te vienen a la cabeza un sin fin de razones como “Es que tiene que adaptarse”, “Es que no va a estar jugando toda la vida”, “No va a ser un inadaptado siempre”, “Es que si no se acostumbra ahora se te va a subir a la chepa”… No utilizamos ninguna de estas expresiones en ninguno de los otros ámbitos. Seríamos capaces de buscar la solución antes de ignorarla porque sabemos que si no lo atendemos adecuadamente no va a salir bien.
- Conexión. La lista de creencias aprendidas nombradas son fruto de una falta de conexión con nuestros niños. Una persona que llora, que grita, que expresa cualquier tipo de malestar, es una persona que necesita ayuda. Está experimentando algo que no le gusta y no lo puede gestionar de otra manera; si lo hace así es porque no encuentra otra vía (no digo que no la haya, sino que no la encuentra). Sentirle, utilizar la empatía y desactivar nuestros juicios permitirá que se genere una conexión entre nosotros. En algunas ocasiones podremos satisfacer su necesidad modificando aquello que no le gusta. Otras veces no será posible, pero lo que sí podremos hacer es ofrecerle nuestra escucha activa, nuestra empatía y nuestra validación. Sin duda, todo mejorará.
Recuerda que:
- Ellos no han pedido este cambio, es nuestra elección.
- Ellos no quieren este cambio, es nuestra voluntad.
- Ellos no necesitan este cambio, es nuestra necesidad.
- Lo que sí podemos hacer para ayudarles es, por lo menos, acompañarles con amor, respeto, empatía y conexión, ¿no crees?
¿Eres consciente de cómo pueden estos cambios afectar a la autoestima de tu hijo, que será la herramienta que le acompañe y le ayude a relacionarse con cada una de las situaciones que se encuentre en la vida?
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