Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Sin recortes

Teorías sobre la estupidez

Fotografía de Dietrich Bonhoeffer conservada en los Archivos de Alemania Federal (Fuente: Wikimedia).

¿Conocéis el auténtico sentido de la palabra estupidez? Se trata de un concepto que en origen utilizamos para definir la falta de inteligencia o la incapacidad de tomar decisiones racionales. Nos referimos así a acciones, ideas o comportamientos que consideramos como carentes de lógica, sensatez o de sentido. Pero su significado ha ido evolucionando según el contexto y las normas sociales. Así, utilizamos el término para expresar la frustración, incredulidad o desaprobación hacia acciones que consideramos irracionales, poco inteligentes o imprudentes. Se trata pues de una atribución negativa de la inteligencia o del juicio de alguien en un momento o contexto específico. No necesita de ningún eufemismo o de doble atribución a través de otro vocablo, en tanto que no se considera un insulto grave. Por este motivo, en cualquier debate o discusión, podemos recurrir a él sin provocar una reacción grave del otro. No caben disimulos como con términos como hijo de puta o cabrón, donde quien los ha pronunciado busca cualquier excusa para esconderlos —recientemente hemos asistido a una pantomima al respecto de una política nacional— y quien los ha recibido reclama una retractación.

Calificar como estúpido a alguien puede ser injusto y no saber valorar la diversidad de habilidades o de talentos de esa persona. Además, todo el mundo puede cometer errores o tomar decisiones cuestionables desde nuestro punto de vista sin que represente una falta de inteligencia en general. Podemos usar el término, claro está, como una manera de reflejar nuestra perplejidad frente a una actuación que no entra dentro de nuestra manera de entender el mundo, pero sin que eso menosprecie o desestime las cualidades del otro.

La historia de la humanidad está llena de estupideces, o sea, de episodios en los cuales los humanos hemos cometido errores o tomado decisiones irracionales que van contra nuestra propia naturaleza. Se trata de decisiones como colectivo que nos han llevado a consecuencias negativas y que, con el tiempo, podemos valorar como faltas de lógica, sensatez o incongruentes. Cierto es que en nuestro recorrido como especie también hemos conseguido logros y avances importantes en materias de solidaridad y de convivencia, pero los hechos anteriores pueden distorsionar la valoración de nuestra evolución. Así, por ejemplo, el teólogo alemán Dietrich Bonhoeffer, que sufrió en primera persona la persecución del régimen nazi, mientras se encontraba prisionero postuló su teoría sobre la estupidez. Este mismo año, un artículo de Juan Carlos Padilla en el diario Información, recordaba la vigencia de esta reflexión: la maldad puede ser combatida, pero no se puede hacer nada en contra de la estupidez. No existen protestas o marchas que tengan por objeto derrotar a la estupidez y esa es su ventaja imbatible.

¿Cómo podemos, pues, frenar la estupidez real, la que nos lleva a un callejón sin salida a la humanidad? Ejemplos tenemos muchos, como es el caso de la negación del cambio climático o el ataque a la diversidad étnica, religiosa o sexual. Nos ceñimos a los parámetros de algunos líderes que encuentran su fuerza en la negación de la naturalidad y del daño al medio ambiente y al prójimo. Nos dejamos manipular fácilmente a través de consignas llanas y sin fundamento que esconden nuestros verdaderos problemas. Culpamos al otro de nuestras disfunciones o limitaciones personales. Y les llamamos estúpidos, esa es la paradoja, porque no siguen los parámetros de otros que hemos hecho nuestros. El economista italiano, Carlo M. Cipolla, estableció a mediados de los años setenta las cinco leyes infalibles de la estupidez humana. Así, consideraba estúpidos aquellos que se perjudican a sí mismos y a los que les rodean, enorgulleciéndose de ello sin ningún tipo de pudor. Esta es su tercera regla: la gente estúpida no suele ser consistente. Aún más, suele tener esta condición quien acusa al otro que piensa o actúa de manera diferente como tal, sin darse cuenta del error de su actuación o decisión.

Todo ello, si seguimos las advertencias de Bonhoeffer y de Cipolla, los no estúpidos, que suelen recibir la valoración negativa de los otros, suelen infravalorar el poder dañino de los estúpidos. Piensan que estos últimos han sido manipulados y que el tiempo les acabará dando la razón. Craso error porque a fuerza de repetición de los mantras de sus líderes esta minoría puede ir creciendo y optar a ámbitos de poder donde llevar a cabo sus políticas perniciosas contra la misma humanidad. Tenemos un planeta frágil, somos una especie invasora, estemos alerta contra quienes nos consideran estúpidos por creer en una sociedad más igualitaria y respetuosa con el entorno. De lo contrario, seguiremos dando la razón a los teóricos anteriores y pondremos punto y final a nuestra convivencia y a nuestra supervivencia. No aceptemos sin más que nos llamen estúpidos por creer en una sociedad mejor e igualitaria, fundada en el diálogo y en la aceptación de la crítica constructiva. Sintámonos libres y respondamos, con sentido común, a los ataques que podamos sentir en este sentido. Que nos llamen utópicos, aunque seamos realistas. Porque el avance de nuestra sociedad necesita de líderes valientes que cierren antiguas heridas y respondan a la adaptación social hacia los nuevos tiempos. No añoremos pasados negativos para nuestra gente, sino construyamos espacios libres donde cada uno pueda expresarse y aportar libremente su acción individual en beneficio de todos y de todas. No lo olvidemos.

Carles Cortés

Catedrático de universidad y escritor.

2 Comments

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  • He escrito mucho sobre la estupidez humana y divina y soy de Cipolla 100%, de hecho regalo el ensayo muchas veces. Pero creo que tal y como dice él, la estupidez es peligrosa por lo inesperada que es en su propia naturaleza y además creo que se ve mejor en las decisiones personales que en las colectivas, personalmente siempre, y alguna vez, en algunas cosas todos somos estúpidos de libro, ejemplos mil. Colectivamente creo que es más bien engaño y cobardía, miedo, manipulación, dogmas, normas, opinión mayoritaria y políticamente correcta lo que puedes ver como estupidez, pero como también marca Cipolla, la estupidez es personal e intransferible y según su estudio es igual independientemente entre los bedeles y los catedráticos de su universidad (con ligera ventaja de los segundos por cierto). Muchas veces se potencia con la prepotencia , la soberbia haciendo un cóctel verdaderamente estúpido.

    • Completamente de acuerdo… la estupidez no entiende de categoría laboral, de nación, de raza… Gracias por tu comentario!