Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Entrevistas

«Tenemos la oportunidad de defender un proyecto democrático desde el mundo hispano»

Luis García Montero en Casa Mediterráneo. Foto: S. MARCO - HdL
Luis García Montero en Casa Mediterráneo. Foto: S. MARCO - HdL
LUIS GARCÍA MONTERO. Poeta y catedrático de Literatura Española. Director del Instituto Cervantes. Recién nombrado director del Instituto Cervantes, el poeta y ensayista Luis García Montero se estrena en el cargo presidiendo la reunión anual de la institución que este año se ha celebrado en la provincia de Alicante, entre Orihuela y Casa Mediterráneo. Durante […]

LUIS GARCÍA MONTERO. Poeta y catedrático de Literatura Española. Director del Instituto Cervantes.

Recién nombrado director del Instituto Cervantes, el poeta y ensayista Luis García Montero se estrena en el cargo presidiendo la reunión anual de la institución que este año se ha celebrado en la provincia de Alicante, entre Orihuela y Casa Mediterráneo. Durante cuatro días, Montero ha podido tomar el pulso a la actual situación del Cervantes escuchando las demandas de sus gerentes y compartiendo sus diferentes visiones de cara a afrontar hoy día los retos de la institución como embajadora de la cultura española, en un entorno cambiante de valores con las nuevas tecnologías como protagonistas de la vida diaria.El Instituto Cervantes es una de las instituciones internacionales más prestigiosas de España. Creado en 1991, su función es difundir las diferentes lenguas y culturas del país en los cinco continentes a través de las 87 sedes presentes en 44 países. Desde su cátedra en la Universidad de Granada, hace apenas una semana el poeta Luis García Montero recibió la oferta de ponerse al frente de la institución y su participación en el congreso anual celebrado en Alicante estos días ha supuesto su bautizo en el cargo.

—Hace una semana su situación era bien distinta a la actual. ¿Le sorprendió la llamada para ocupar el cargo de director del Instituto Cervantes?

—Cuando me llamó el presidente del Gobierno le pedí un mínimo de tiempo para pensarlo y consultarlo con la familia, y cuando acepté me di cuenta de que era afortunadísima, aunque pareciera precipitada, la coyuntura de que a los dos días de nombrarme director del Cervantes tuviera lugar la reunión anual de los directores y que tenía que venirme a Alicante, sabiendo que no podía proponer nada, sino aprender. Por ello, ha sido una fortuna poder conocer personalmente a los directores del Cervantes, los equipos de cultura, de educación, de comunicación y saber de primera mano cómo están las cosas.

—¿Y cómo están?

—Hemos vivido tiempos muy duros y los vamos a seguir viviendo, porque en los últimos años ha habido unos recortes muy abusivos;  yo lo he vivido en la Universidad, donde por cada diez personas que se jubilaban, se contrataba una. Si se ha mantenido la dignidad del trabajo de la gente, ha sido gracias a su vocación y esto se nota mucho más en la gente que vive lejos de España representando su nombre. Durante estos días he escuchado sus planteamientos, lo que no pueden hacer, la desilusión que se llevan cuando no encuentran apoyo, lo que supone no tener un espacio digno para las actividades… situaciones laborales poco respetuosas. Los problemas pueden venir desde gente que le quitan los derechos a los trienios que han tenido durante mucho tiempo, hasta otra que no tiene dinero para adecentar el aula que necesitan para dar clase.

—Volviendo al momento en que recibió la llamada de Pedro Sánchez, ¿cuál es el aspecto o reto que más le atrajo del cargo?

—En los actuales tiempos que estamos viviendo, el principal reto es afirmar el patrimonio público que son las instituciones, un ámbito que pertenece a la ciudadanía, y el Cervantes es una institución de Estado que no depende de una política gubernamental. Defender eso me parece prioritario a la hora de organizar nuestro trabajo. Después, es importante heredar muchas cosas buenas que se han hecho, tanto en el interior como en el exterior.

—El Instituto Cervantes es una de las instituciones internacionales nacionales de más prestigio en el mundo. ¿Cuál cree que debe ser su función en la actual coyuntura internacional?

—La consolidación de lo iberoamericano me parece importante. Una de las grandes riquezas de nuestro país es que formamos parte de una lengua que no es nuestra, sino que nació del latín, surgió de España después de haberse enriquecido con culturas como la árabe, y llegó a América, donde ahora hay multitud de naciones. Por ello, el español no es nuestro, no puede ser una Marca España porque es también una “marca mexicana”, “marca colombiana”, “marca argentina”…y como no nos demos cuenta de eso, estamos empobreciendo ese ámbito latinoamericano que para mí es fundamental.

Por ello, formar parte de esta consolidación va mucho más allá de un asunto nacional español, se trata de una comunidad de gran valor internacional. Este planteamiento me parece muy útil hoy día, donde asistimos a una coyuntura en EEUU con un presidente muy particular que desprecia todo lo hispánico. Tenemos una oportunidad para defender un proyecto democrático desde el mundo hispano que me recuerda mucho a las reflexiones de Francisco Ayala cuando en su exilio en Argentina en 1947, habló en un ensayo como de la unificación tecnológica del mundo, adelantándose en décadas a lo que hoy vivimos como la globalización. Planteó entonces su visión hispánica de los procesos de unificación tecnológica y, frente a las otras culturas dominantes, más que seguir en la nostalgia por la España perdida, alentaba la visión de una comunidad hispana que representara la conciencia democrática europea en contra de los imperios dominantes de la época, el estadounidense y el soviético.

Luis García Montero en Casa Mediterráneo. Foto: S. MARCO - HdL—Y en cuanto a la coyuntura nacional, una institución de proyección internacional como el Cervantes ¿cómo gestiona el procés catalán?

—El artículo 35 de los Estatutos del Cervantes señala que tenemos la obligación de defender y divulgar todas las culturas de las nacionalidades y de las regiones que se integran en la nación española. Visibilizar eso puede servir de normalidad para la España que estamos viviendo y en ese sentido, seguiremos las líneas de trabajo del equipo de cultura anterior, como dar visibilidad a la capacidad creativa de las distintas regiones y prestar todo nuestro apoyo a la capacidad creativa de las mujeres en la cultura actual, porque me parece fundamental reivindicar políticas de igualdad en torno al género dentro de la ilusión democrática que estamos viviendo de devolver la dignidad pública a las instituciones y alejarlas del sectarismo del partido de turno. Hemos vivido un 8 de marzo que ha sido toda una lección para el pensamiento democrático de España, Europa e incluso del mundo.

—En la era de la posverdad y las fake news, ¿cómo ve la inmersión de las redes sociales en la comunicación personal?

—En el mundo globalizado, la tecnología, por desgracia, está creando una conciencia del tiempo que sirve para la manipulación ideológica de la gente. El tiempo ahora es una mercancía de usar y tirar, nadie tiene ni dos minutos para pensar lo que dice y la gente dice lo que piensa sin pensar lo que dice, y como se ha creado una dinámica de vértigo como es la aceleración, ha surgido el concepto de la posverdad donde puedes decir lo que quieras porque a los dos minutos se ha olvidado. Es el tiempo de usar y tirar sin memoria.

—Ello lleva consigo el peligro de la manipulación…

—En esas estamos, en que la gente está cayendo en la manipulación y los verdaderos poderes se han convertido en factorías de mensajes manipuladores. Hay que distinguir muy bien la factoría de la mentira porque hay dos tipos de personas: las víctimas de la manipulación y las que producen factorías de manipulación para utilizar como marionetas a los demás. Las víctimas están acostumbradas a responder sin leer porque ya vive en la aceleración de los instintos bajos. Eso lo estudió muy bien el jurista italiano Ferrajoli, enemigo de los populismos en su país, en su libro “Los poderes salvajes” donde dijo que había que tener cuidado y defender la democracia constitucional frente a la plebiscitaria, porque hay cosas que deben defenderse legalmente en una constitución.

—Precisamente, las redes sociales son el nuevo y más eficaz altavoz de líderes mundiales como Trump y Salvini, que las aprovechan para transmitir sus mensajes, que han influido en el electorado y los ha aupado al poder. ¿Cómo ve esta deriva internacional hacia el populismo nacionalista?

—Tenemos motivos para estar reocupados porque vivimos una degradación de la democracia y de la condición humana tremendas. Como síntoma, el mundo grita al cielo cuando el ministro italiano se refiere a un barco de seres humanos como “cargamento de carne humana”. También clama un grito al cielo que haya un presidente de EEUU capaz de separar a unos niños pequeños de sus padres destrozando el núcleo de la convivencia que es la familia. La situación es muy alarmante y está surgiendo el totalitarismo en el corazón de Europa con discursos racistas y fascistas muy preocupantes, y todo eso hay que tomárselo muy en serio.

—¿Cómo se pueden combatir estos fenómenos?

—Cuando yo era joven, la palabra cultura se identificaba con la palabra educación, formación de conciencia crítica, ciudadanía capaz de reflexionar sobre su tarea principal en la democracia que es firmar un contrato social, responsabilizarte de la propia sociedad en la que estás…Y para eso la cultura era inseparable de la educación y de la conciencia crítica. Poco a poco se ha ido desplazando ese concepto y la gente ahora habla de cultura como entretenimiento, y cada vez más zafio.

A ello unimos el hecho de que estamos en el tiempo de la aceleración y cuesta mucho concentrarse; hay gente que no puede estar más de dos mirando una misma imagen. También influye el hecho de la sobresaturación de la oferta de ocio de manufactura audiovisual ya desde la tierna infancia, que nos han convertido en consumistas con derecho inmediato a tener lo que queremos, convirtiéndonos en mercancía de usar y tirar como personas. Frente a eso, reivindicar la cultura, la educación y la lectura es reivindicar un mundo que sea capaz de pensar lo que dice y por ello apuesto con toda mi ilusión para dignificar las apuestas culturales desde el Cervantes.

Sonia Marco

Periodista.

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