Vuelvo a meterme en la piel del monarca con más luces y sombras de los que he conocido durante mi ya larga vida. En mi artículo anterior aconsejaba a don Juan Carlos algo tan sencillo como donar los millones de euros que tenga a los españoles, al erario público, a la vez que le sugería pedir perdón por los posibles desaciertos en lo que él denomina su vida privada (supongamos que habla de líos de negocios, pues de los líos de faldas los españolitos pasamos bastante, tristemente, a no ser que se mezclen con los otros). No me ha hecho caso, señal evidente de que no me ha leído (!!!). No solo eso, sino que ha decidido dejar España y marcharse a la República Dominicana o a Portugal, lugares donde, por lo visto, tiene grandes amigos. Aquí tiene más enemigos de los que quisiera, empezando por esa parte del Gobierno de sello podemita, comunista, y continuando por el ala radical del PSOE, el sanchismo de un Sánchez que se muestra orgulloso del Gobierno de coalición.
Algún día sabremos todas las razones por las que el rey emérito don Juan Carlos I ha decidido abandonar España. Es una dura y dolorosísima determinación. No me gustaría estar en su lugar. Tiene que haber pasado y estar pasando amargos tragos de una vida que se acerca a su final, como la mía y la de tantos que hemos conocido tiempos tan convulsos en este país de cainitas irredentos. Parece que se nos hicieran insoportables los 42 años de paz y prosperidad a la sombra de una transición ejemplar y de una Constitución que fue votada favorablemente por más del 80% de los españoles que conocieron, porque lo vivieron, el régimen franquista. Están siendo algunos (bastantes) mequetrefes, que no conocieron el franquismo y han disfrutado de los 42 años de paz y progreso más fecundos de nuestra historia, los que quieren acabar con el estado de bienestar. Buscan la falsa reivindicación contra el franquismo y una monarquía que, pese a algunos fallos, ha sido motor de convivencia y desarrollo en paz e igualdad.
Ya sé que los podemitas de Iglesias y los sanchistas herederos del vengativo Zapatero buscarán justificaciones de su cainismo en las víctimas de la Guerra Civil y el franquismo, como si no hubiera habido víctimas de la Segunda República, en especial con el Frente Popular, capitaneado por comunistas y socialistas. En lugar de concordia siguen predicando el odio. Y no pierden ocasión para el confusionismo, como ocurre con su aversión (manifiesta en Podemos y oculta en el PSOE sanchista) a la monarquía parlamentaria y a la Iglesia, dos instituciones que representan tradición y concordia.
“Último acto de servicio al Estado y a la Corona”, dice don Juan Carlos en su despedida. No tendría que haber sido el último. Pero lo es, con el añadido inexcusable de que este ‘servicio’ viene provocado por su mala cabeza, por esas cosas y casos que no debieron producirse. No se puede o no se debe, mejor, echar borrones en una trayectoria que debería haber sido inmaculada hasta el final, como lo fue en el principio y durante una larga etapa. La huida no es la solución mejor por mucho que queramos minimizar los hechos.
Las reacciones a la salida de don Juan Carlos son tan variadas como las posiciones políticas y cívicas de los opinantes. Sánchez y su Gobierno socialista radical sostienen el constitucionalismo mínimo y han encontrado su frase eslogan: “Una cosa son las instituciones y otra las personas”. Para Felipe VI, afortunadamente, solo tienen buenas palabras. Otro gallo nos canta en el sector gubernamental podemita. Los de Podemos están indignados con la defensa que el PSOE hace de la monarquía y la salida que ha facilitado al monarca emérito al que, junto con Ada Colau, querían retirar el pasaporte y si fuera posible poco menos que llevarlo a la guillotina. Este Gobierno de coalición no puede terminar bien.
El inepto y presunto racista Quim Torra, en su línea habitual de independentista robotizado, no solo ataca a la monarquía, sino que pide la abdicación de Felipe VI, el rey de España al que acusa de defender a España contra el separatismo catalán (!!!). Además, en carta al presidente Sánchez, le exige una reunión urgente y 31.000 millones de euros para Cataluña. ¿Será esa la cantidad que le prometió Sánchez a Urkullu para que asistiera a la conferencia de presidentes de Logroño a la que no acudió Torra? La alcaldesa Ada Colau y el congresista Rufián insisten en pedir un referéndum sobre monarquía o república antes de convocar otro referéndum unilateral sobre Cataluña.
Los obispos agradecen a don Juan Carlos su “contribución a la democracia y a la concordia”. En eso coinciden con los partidos constitucionalistas y con multitud de personalidades de la empresa, la cultura y otros ámbitos, que piden respeto a la institución monárquica y la presunción de inocencia para don Juan Carlos como para otro ciudadano cualquiera, según está prescrito en nuestro ordenamiento jurídico. Correcto. La Justicia seguirá actuando y el abogado de don Juan Carlos ha escrito a la Fiscalía asegurando que el ‘emérito’ estará siempre a su disposición hasta que se aclaren las supuestas corruptelas que se le atribuyen.
“Habrá, cuando pase el tiempo, una valoración positiva de su reinado”, dicen algunos analistas políticos. Así lo creo. Yo no me iría de España. Aguantaría el tipo y trataría de demostrar mi inocencia, a la vez que donaría al pueblo español el dinero que me pudieran haber regalado por los motivos que fuese. Todos sabemos que el dinero es muy pegajoso. Pero, insisto: en su caso, yo me desprendía del dinero, pedía perdón si me sentía mínimamente culpable y me confabularía con la inmensa mayoría de los españoles para vivir los últimos años de mi vida en paz con Dios y con los hombres. Y con las mujeres, claro, empezando por la mía.
Nunca es tarde para encontrar el camino que conduce al Reino de Dios, que no es pasajero como los reinos y repúblicas de este mundo, sino para siempre. Para toda la eternidad. No se puede servir a Dios y a la riqueza. Hay que elegir. Y es muy conveniente no equivocarse. Un mal final estropea incluso la mejor de las películas. “Me voy tranquilo, con las maletas vacías”, dijo el inolvidable alcalde de Alicante, José Luis Lassaletta, socialista, cursillista de Cristiandad, que hacía obras de misericordia (entre otras, visitar a los enfermos, aunque fueran periodistas indomables) y estará en el cielo debido no solo a que creía en Jesucristo sino a que hacía buenas obras. Es un ejemplo y no solo para don Juan Carlos.
Nota: Este es el enlace al artículo Si yo fuera el ‘rey emérito‘, parte I.
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