Cada comienzo de año, la humanidad se llena de grandes propósitos individuales que no se llevan a cabo o, que si lo hacen, es sólo durante un breve periodo de tiempo. Siempre que vivimos fechas especiales, nos llenamos de buenas intenciones y permitimos que el tiempo de reflexión se cuele en nuestra vida durante algunos pedazos de tiempo para regalarnos un poquito de luz. Con ella es con la que llegan esas nuevas ideas que vemos con buenos ojos, lo que nos gustaría ver en el mundo. Entonces, nos dejamos llevar y volamos entre luces de colores imaginando un mundo ideal pero, mientras disfrutamos del paseo, olvidamos que ese mundo, esa sociedad con la que soñamos, es posible.
Además, olvidamos un detalle. Uno importante. Y es que nunca es posible transformar una cosa en otra de golpe, el cambio siempre se logra tras actuar sobre cada una de las partes que la componen, trocito a trocito, porción a porción, y que esas porciones, en este caso, somos cada una de las personas que componen la humanidad día a día, hora tras hora, minuto a minuto.
Y es aquí donde reside el gran poder que cada uno de nosotros tenemos en esta tarea de crear el mundo de nuestros sueños, que necesitamos convertirnos también en la persona de nuestros sueños para contagiar a los demás, a los que nos rodean, y poder encajar en esa imagen soñada. Porque a estas alturas, ya todos somos conscientes de que los niños y niñas son los adultos del futuro y que ellos no van a hacer aquello que les digamos que tienen que hacer, sino lo que hayan visto que hacemos nosotros. Al igual que aprendieron nuestra lengua, nuestra religión y nuestras costumbres, aprenderán cada uno de los pasos que demos.
Así que, queridísimo amigo lector, seas padre o madre, docente o ninguna de las tres cosas, eres un ejemplo para todos y cada uno de los niños y niñas con los que te cruzas cada día y estos primeros días del año suponen una oportunidad para conectar más fuertemente que nunca con esos cambios que realmente nos gustaría ver en el mundo.
¡No lo dejemos pasar y hagamos que los sueños realmente se tornen en nuestra verdad!
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Tu mensaje es muy valioso y universal, resumido en un título gandhiano que a todos gusta pero que pocos hacen suyo y por escaso tiempo. Viendo cómo despedimos el año viejo y entramos en el nuevo, no hay muchos motivos para la esperanza. Pero tú has aportado un rayo para no perderla y hasta para agrandarla.