Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Al paso

Sexo, amor, San Valentín y San Pablo

Antorchas de Nerón, pintado por Henryk Siemiradzki en 1877. Cuadro del Museo Nacional de Cracovia (Fuente: Wikimedia).
La ceremonia de la confusión lleva a identificar la cultura de la vida con la de la muerte.

La semana pasada escribía aquí, en Hoja del Lunes, sobre el Día de los Enamorados y sobre el patrón de las parejas que se aman siendo novios o casados. Me quedé con  ganas de reflexionar más ampliamente sobre el sexo y el amor y qué tiene que ver San Valentín con un asunto que debería ser objetivo cristiano y que se ha convertido, masivamente, en una celebración pagana. Las cosas son como son y no creo que vayan a cambiar a corto plazo.

Durante varios siglos (los tres primeros de la era cristiana) los seguidores de Cristo fueron perseguidos y miles de ellos martirizados. De los siglos IV al XVIII se produjo el apogeo del cristianismo, apogeo que se acabó con la Revolución francesa, por poner una fecha histórica a una corriente de laicismo que se hizo incontenible y que no hizo más que crecer, algo así como una ola gigante, casi un tsunami, de efectos devastadores y no sólo para la religión.

Es evidente que los abusos del clero y la alianza de sus dirigentes con el poder de reyes y nobles crearon una sociedad terriblemente injusta que, junto al desarrollo cultural de unas minorías defensoras de la razón frente a la fe, promovieron una verdad que había sido consustancial al primitivo cristianismo y que se había perdido: la igualdad de todos los hombres y el derecho universal al disfrute de los bienes de la naturaleza, hasta entonces en manos de unos pocos que se habían irrogado también la administración de la justicia haciendo gala, casi siempre, de la máxima injusticia.

Los siglos XIX y XX fueron letales para la Iglesia en Europa y en América. Y menos mal que Dios hizo el “milagro” de dotar al catolicismo, desde finales del siglo XIX hasta el momento, de papas tan valiosos intelectual y religiosamente tan importantes como Pío IX, León XIII, Pio X, Pío XI, Pío  XII, Pablo VI, Juan XXIII, Juan Pablo II y Benedicto XVI, el emérito que convivió con Francisco hasta su reciente fallecimiento. Pontífices que devolvieron a la Iglesia el lustre de sus mejores tiempos.

Una cosa es que se haya vuelto a creer que “mi reino no es de este mundo” y otra que esté calando en el mundo occidental el mensaje cristiano. Las masas están cada día más descristianizadas. El materialismo marxista del siglo XX hizo estragos y peor fue y sigue siendo el nihilismo de los últimos cincuenta años, agravado por el relativismo de estos tiempos al que los nihilistas denominan “progresismo” y no es más que la cultura de la muerte.

La ceremonia de la confusión lleva a identificar la cultura de la vida con la de la muerte.  Los nuevos tiempos (y volvemos a lo que sucede con la celebración de San Valentín) llevan a las masas a confundir el sexo con el amor, el aborto con la salud reproductiva y la eutanasia con la “muerte digna”. Es miserable la degeneración de algo tan noble como el sexo nacido del amor y la dignidad de la mujer y del hombre. La comercialización de productos supuestamente eróticos, que no son más que aberraciones (que Chiquito de la Calzada llamaría “guarreridas asexuales”), es una clara demostración de la degradación de la especie y hasta de la in(com)potencia sexual. Para más inri, proponen no sólo regalar marranerías a la pareja, sino a sí mismo, porque “amarse a sí mismo es bueno”.

Ahora que andamos atareados con la Ley de Protección Animal (irracional), habría que sugerirle a Ione Belarra y a Irene Montero que propusieran a Pedro Sánchez una Ley de Protección del Animal Racional. Aunque mucho me temo que ni ellas, ni el presidente guapo (casi más guapo que mentiroso y traidor) tenga el más mínimo interés en racionalizar a un electorado que podría echarle de la Moncloa, ese complejo urbano que “Su Sanchidad” debería intentar poner a su nombre en el Registro de la Propiedad. 

Por si interesara a los lectores voy a transcribir un trozo de la carta que el apóstol San Pablo escribió a los cristianos de Corinto, una de las ciudades griegas que había evangelizado. No creo que nadie haya escrito nada tan bello sobre el amor, algo que se califica como himno a la caridad, al amor no egoísta. Dice así:

“Aunque hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor soy como bronce que suena o címbalo que retiñe. Aunque tuviera el don de profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia; aunque tuviera plenitud de fe como para trasladar montañas, si no tengo amor, nada soy. Aunque repartiera todos mis bienes y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor nada me aprovecha”.  

Y sigue:

“El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no es jactancioso; no se engríe; es decoroso; no busca su interés; no se irrita; no toma en cuenta el mal; no se alegra de la injusticia; se alegra con la verdad. Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta. El amor no acaba nunca”.

Eso dice San Pablo y no es difícil apostillar que todas las rupturas de parejas y matrimonios se producen porque no estaban edificadas sobre el amor, sino sobre el deseo y, a lo más, en un pseudoamor egoísta, no auténtico.

POSDATA

¿Fidelidad o amor libre? Pablo Motos, todo un personaje, un “animal televisivo”, es uno de los grandes comunicadores en este país que vive muy pegado a la televisión y a la radio en perjuicio de la prensa y de los libros. Los grandes comunicadores caen, a veces, en el pecado de la soberbia y se creen capacitados para pontificar sobre todo lo divino y humano, por ejemplo sobre el amor. La noche de San Valentín, el pasado día 14, Pablo Motos cerró El Hormiguero con un “discurso fervorín” sobre los enamorados y este título: “¿Fidelidad o amor libre?”.

Creo que se venció por lo segundo, aunque con la habilidad de sembrar dudas, apoyándose en una estadística según la cual el 60 % de los hombres confiesan haber sido alguna vez infieles, frente al 40 % de las mujeres. ¿Justifica eso la defensa del amor libre? Jamás un delito será recomendable o plausible por muchos ciudadanos que lo cometamos. Por muchos abortos que se practiquen en España (unos 90.000 cada año), matar un bebé antes de nacer nunca dejará de ser un crimen. Ser infiel es una elección libre, pero no deja de ser una canallada, una vileza contra el amor. ¿O estamos hablando de sexo puro y duro confundiéndolo con el amor?

Se puede hablar de sexo libre. Pero ¿de amor libre? Eso forma parte de la generalizada ceremonia de la confusión y de la igualmente generalizada degeneración del lenguaje.

Ramón Gómez Carrión

Periodista.

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