Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Sin recortes

Ser feliz, ¿un privilegio?

Fotografía de Gifted Lydia (Fuente: Wikimedia).

¿Os sentís felices en vuestro entorno? ¿Pensáis que vuestra trayectoria personal y laboral es satisfactoria? Os planteo estas preguntas porque a menudo escuchamos todo lo contrario. Continuamente percibimos un sentido negativo de la vida actual a causa de la presencia de los hechos pesimistas del día a día en los medios de comunicación. Los desastres, los conflictos o los crímenes son noticia mientras que las situaciones positivas desaparecen de los medios de comunicación. Los seres humanos tenemos tendencia a prestar más atención a las malas experiencias que a las buenas. Del mismo modo, las redes sociales también pueden generar una sensación de insatisfacción si comparamos nuestras vidas con las de otros. Una exposición permanente que puede provocar que percibamos nuestras existencias como menos exitosas y con menos alegrías. Las experiencias pasadas negativas del pasado pueden influir en cómo percibimos el presente y cómo divisamos el futuro. Si sumamos la incertidumbre de lo que sucederá o el cambio rápido de los acontecimientos, la percepción pesimista de la actualidad se incrementa. Generamos ansiedad y preocupación frente a la duda, de manera que distorsionamos nuestra percepción y acabamos viendo las situaciones más negativas de lo que son en realidad.

Pero, realmente, ¿vivimos en una sociedad donde podamos sentirnos pesimistas? ¿Son nuestras condiciones de vida peores que las de generaciones anteriores? Si atendemos a diversos estudios sociológicos, la realidad es otra. Así, el grupo de investigación de mercados y de consultoría francés Ipsos, publicó sus resultados de un estudio sobre la felicidad bien distintos a las percepciones individuales que solemos mostrar. De los 32 países analizados entre diciembre de 2022 y enero de 2023, el 73 % de la población se declara bastante o muy feliz, lo que representa un incremento de 6 puntos porcentuales respecto al año anterior. Cierto es que veníamos de una situación de post-pandemia, donde la incertidumbre en campos como la salud y la economía arrastraba datos bastante negativos, pero en la actualidad la situación se ha normalizado. De este conjunto de países, destaca la proporción más elevada de ciudadanos felices en China, con un 91 %, mientras que, en Hungría, con un 50 %, están los niveles más bajos. Unos porcentajes que se han elevado considerablemente en los países de América Latina, con aumentos de 26 puntos porcentuales en Colombia, Chile y Argentina, mientras que ha caído 13 puntos en Gran Bretaña. España, con un 69 %, se encuentra junto a Gran Bretaña y Alemania, con un 70 y 67 % respectivamente, cerca de la media general.

Según la encuesta anterior, los tres factores que más felicidad proporcionan son «sentir que mi vida tiene sentido», «sentir que tengo el control sobre mi vida» y «tener salud y bienestar mental». Tres máximas que, sin ninguna duda, pueden reforzar este sentido optimista de cada existencia. Los habitantes de estos países, centrados en lo que se llaman países desarrollados o en vías de desarrollo, ¿se sienten, pues privilegiados? ¿Es un privilegio, por lo tanto, ser felices? Es obvio que, para aquellos que no se sienten así, los que reconocen su satisfacción cotidiana, lo son. Con el tiempo, el concepto de privilegio ha ido aumentando su significación; del sentido latino originario privilegium, referido a un documento concedido sobre un derecho adquirido, al sentido actual del goce de una característica o de una situación personal. Así, concebimos que quien es feliz es un privilegiado. Todo ello si hacemos la comparación de nuestro entorno y llegamos a la conclusión que el resto tiene unas condiciones más favorables a las nuestras. He leído hace unos días una entrevista al filósofo francés Alexandre Lacroix. El autor, de 46 años, valora positivamente sus relaciones humanas y las condiciones económicas de su trabajo; tiene cinco hijos y se reconoce feliz. Así, se manifiesta privilegiado y con un balance positivo en su vida. ¿Cuáles son los motivos de su conclusión? El pensador destaca que el éxito no es «ganar más en el trabajo, sino poder decidir cómo trabajas».

Una afirmación como la anterior puede contentar a algunos de nuestros lectores, mientras que otros pueden creer que un incremento de las ganancias puede reforzar más su bienestar. Lo que queda claro es su percepción de ser un privilegiado: se dedica en su día a día a la profesión para la que se preparó como analista social de la realidad. Si atendemos al sentido contemporáneo del término antes referido, ¿por qué podemos sentirnos, pues, privilegiados? Si nacemos en entornos que nos brindan acceso a recursos, educación, salud y oportunidades, con una situación socioeconómica favorable, sin sentirnos discriminados por ningún motivo étnico o sexual, podemos reforzar nuestra satisfacción en la vida. Esta es la percepción: hemos tenido suerte o nos lo hemos ganado con nuestro esfuerzo. Así, como el filósofo francés, desarrollamos un empleo acorde con nuestros estudios y percibimos en su totalidad el sentimiento de ser unos privilegiados. Esta es una reflexión que a menudo comparto con mis compañeros de trabajo, en mi caso, en la Universidad de Alicante. Hemos conseguido desarrollar una formación que ha tenido en consecuencia una dedicación como docentes o investigadores en las áreas donde escogimos. Somos, pues, unos privilegiados. Un orgullo que no tenemos que olvidar los que en su momento pudimos hacer compatibles nuestros intereses intelectuales con los laborales. No olvidemos que no siempre el ser humano tiene esa percepción. ¡Palabra de feliz y privilegiado!

Carles Cortés

Catedrático de universidad y escritor.

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