Caro Ignoto (Querido desconocido):
Permíteme que cambie de temas senequista-estoicistas y que te presente este otro, no menos “religioso”, tradicional, costumbrista y populista para un pueblo, como es el mío. Pinarejo (Cuenca). He querido tomar este tema porque es el pensamiento más inmediato que tengo dadas las fechas en las que nos encontramos con la Cuaresma y, claro está, recordando otros tiempos de mi niñez y juventud que las pasé por aquel pueblo todavía inolvidable para mí.
Cuando era niño y ya escolar, en la escuelita de Pinarejo comenzaba a transcribir las célebres Cruces escritas en libretas viejas y arrugadas que nos traspasábamos los amigos allí del pueblo y que teníamos guardadas en nuestras casas y en cajones soterrados, más menos escondidos que diríamos, y que tenían guardadas nuestros abuelos, que eran los que nos transmitían aquellos escritos de sus antecesores. Nosotros las copiábamos y son aquellas cruces plantadas y escritas y transcritas que pasaremos a nuestros descendientes.
Así, aquella cartilla que me pasó mi querido y recordado amigo Hilario, que era dos años mayor que yo y que había perdido a su padre en la pasada Guerra Civil. Con mis 10 años (él tenía 12) tenía una letra inclinada muy bonita y transcribí ad pedem litterae, de aquella libreta vieja y rugosa por los años todas las estrofas y versos tan bonitos de nuestras Cruces de Pinarejo.
Estos trabajillos que hacíamos junto con otros amigos, como Paquillo Bermejo Vicente Díaz, Jesús García, José Luis Olmedilla y otros más de la escuelita de entonces, somos los que actualmente y ya mayorcitos (muy mayorcitos, de como decimos entre nosotros, 48 años cuando no queremos decir 84 de los que en breves meses iremos a cumplir), sólo con releerlas revivimos, rejuveneciendo sin pensar que aquello ya pasó.
Pero lo que no ha pasado son los recuerdos tan gratos y prodigiosos que nos retrotraen a aquellos otros tiempos que dejamos de vivir y que nunca más volveremos a renovarlos. No se nos olvidan las primeras estrofas con las que nos presentábamos en la iglesia cantando para seguir alrededor de las calles que ya estaban elegidas para ello en el pueblo de Pinarejo. Así, al entrar al templo, empezábamos las primeras estrofas del:
OFRECIMIENTO PRIMERO
Poderoso Jesús Nazareno
de cielos y tierras rey universal,
hoy un alma que os tiene ofendido
pide que sus culpas queráis perdonar.
Usad de piedad,
pues quisiste con ello,
en cuanto hombre,
ser muy maltratado
y en Cruz expirar.
Y asimismo continuamos una tras otra letra los versos tan prodigiosos, perfectos y preciosos que estaban escritos en aquellos renglones de años, e incluso siglos, que se transmitían en aquel pueblo de Pinarejo, recuerdos imborrables que nunca olvidaremos por más años que vivamos y estemos fuera de nuestro pueblo.
Vía crucis en la Semana Santa del pueblo de Pinarejo
El vía crucis, como hemos dicho, es una tradición típica del pueblo de Pinarejo que consiste en que la semana de Pasión, que es la semana anterior a la Semana Santa (que, como sabemos, comienza con el Domingo de Ramos) se realiza un recorrido, todos los días, a una hora determinada, a la caída de la tarde, para que asista la mayor cantidad de gente posible, por algunas calles del pueblo saliendo desde la iglesia hasta terminarlas en el Calvario, que es el lugar de las eras de “los Juan Antonios García» donde están situadas las tres cruces.
Esta procesión popular puede o no ir presidida por algún sacerdote y, si no lo hay, es un hombre o una mujer del pueblo quien dirige los cánticos. La asistencia suele ser masiva, incluso en estos últimos años de agnosticismo, hedonismo, materialismo y pérdida de religiosidad en la sociedad; las gentes de mi pueblo solemos acudir al cántico de las cruces todos los años, incluso teniendo que desplazarnos de nuestros lugares de residencia hasta nuestro pueblo.
No puedo por menos que transcribir los cántico por entero, a petición de muchas personas del pueblo, para que, quedando constancia de ellas con un buen léxico y dicción en un momento determinado, se les ponga la solfa para poderlas cantar al unísono y bien entonadas.
Ofrecimiento primero
Este cántico se realiza en la iglesia, con el sacerdote o sin él, con recogimiento y devoción y desde allí, y una vez acabado, presidiendo la procesión un monaguillo o actualmente una “monaguilla”, que será el o la portadora de la cruz procesional, la comitiva se dirige a la calle donde siempre se ha situado la primera estación. Esta primera estación se situaba al “borde del pozo de la plaza». El cántico del ofrecimiento repite las siguientes estrofas llenas de sencillez, lirismo y humildad, para días tan señalados de la fe cristiana:
OFRECIMIENTO PRIMERO
“Poderoso Jesús Nazareno,
de cielos y tierra rey universal,
hoy un alma os tiene ofendido
y pide que sus culpas
queráis perdonar.
Usad de piedad
Pues quisisteis por ella
En cuanto hombre,
Ser muy mal tratado
Y en cruz expirar.
Yo Señor soy el alma, que ingrata
Vuestros mandamientos llegué a quebrantar
Muchas veces, y ahora me pesa.
Señor yo propongo
Mi vida enmendar.
Usad de Piedad
Hoy conmigo, mostradme el camino,
Para que en serviros me pueda ocupar.
Usad de Piedad
Jesucristo, piadoso, responde
Diciéndole al alma: "¿queréis aceptar
A servirme, procurando contrito
Todos tus pecados muy bien confesar?
Y luego podrás
Visitar las catorce estaciones y cruces
De la vía sacra donde me hallarás.
Para ir por aqueste camino,
La cruz en tus hombros, alma, llevarás
Hasta el Monte Calvario y con ella
Mi pasión y muerte contemplando irás.
Que es medio eficaz
Para el alma que firme desea
Servirme y procura sus vicios dejar".
Primera estación

El Pretorio y Casa de Pilatos
Será la primera estación que andarás
Do verás que azotaron mi cuerpo
Seis fuertes verdugos
Hasta se cansar.
Sígueme y verás
Que Pilatos sentencia mi muerte
Medio procurando querer agradar.
Segunda estación
La segunda estación es adonde
Apenas oyeron la sentencia dar
Los sayones, la cruz me pusieron
A hombros, y aprisa, me hacían caminar.
Sígueme y verás
Que una soga me echaron al cuello
De la cual tiraba un hombre incapaz.
Tercera estación
En la tercera estación verás alma
Que como a empellones me hacían caminar
Del madero que a cuestas llevaba
El peso muy grande me hizo arrodillar.
Sígueme y verás
Que a puñadas, a palos y a golpes
Aquellos tiranos me hacían caminar.
Cuarta estación
En la cuarta estación considera
Que cuando mi madre me vino a encontrar
De amargura en la calle, e injuriado,
Vertieron sus ojos copioso cristal.
Sígueme y verás
Que aunque llena de pena y angustias
Siguiendo mis pasos fue su Majestad.
Quinta estación
En la quinta estación alquilaron
Para que la cruz me ayudase a llevar
A Simón Cirineo y lo hicieron
No porque movidos fueran a piedad.
Sígueme y verás
Que lo hicieron temiéndose todos
Sería yo muerto antes de llegar.
Sexta estación

En la sexta estación, una santa
Mujer fervorosa llegóse a limpiar
El sudor de mi rostro sangrado
Con un lienzo limpio, lleno de humildad.
Sígueme y verás
Que mi faz estampada en dos partes
Quedó testimonio de aquella verdad.
Séptima estación
Estación es la séptima donde
Caído en el suelo otra vez me hallarás
Y del golpe que di allí tan grande
Después no podía ni un paso dar.
Sígueme y verás
Muy llagado mi cuerpo y mi rostro
Herido, escupido y renegrido está.
Octava estación
En la octava estación me salieron
Allí unas mujeres con gran caridad
Que, afligidas, lloraban mi muerte
Haciendo sus ojos fuentes de llorar.
Sígueme y verás.
No lloréis, yo les dije, mi muerte.
Sí por vuestros hijos y por vos llorad.
Novena estación
En la novena estación es adonde
Estando mi cuerpo desangrado ya,
Fatigado y muy falto de fuerzas,
Con la cruz a cuestas volví arrodillar.
Sígueme y verás.
Que esta fue la tercera caída y
Llegó mi boca al suelo besar.
En aquesta estación referida
Estando caído me fui a levantar
Y al instante volví a dar en tierra
Por ser ya muy grande mi debilidad.
Sígueme y verás
Con las piedras que había en el camino
Mis manos y brazos heridos están.
Décima estación
Estación es la décima donde
Habiendo llegado al calvario verás
Que al quitar de mi cuerpo las ropas
Volvieron mis llagas a renovar.
Sígueme y verás.
Que la hiel con el vino mezclado
Aquellos sayones a beber me dan.
Undécima estación

Undécima estación. Fotografía de Juancar22 (Fuente: Wikimedia).
Estación es la undécima donde
La Cruz en el suelo asentada hallarás
Y, sobre ella, tendido mi cuerpo,
Verás pies y manos clavados están.
Sígueme y verás.
Y con la sangre que pura corría
Mis ojos, mi boca, mi barba bañar.
Duodécima estación
Estación duodécima es donde
A ella llegando considerarás
Cómo en alto la cruz levantaron
Clavado mi cuerpo, por avergonzar.
Sígueme y verás.
El dolor que sintió allí mi madre
De verme escupido y en cruz expirar.
En aquesta estación los judíos
En tropel me llevan al sitio do está
Una peña con un agujero
Y la cruz metieron con gran impiedad.
Sígueme y verás.
Que tan recio caer me dejaron
Que mis pies y manos rasgados están.
Decimotercera estación
Estación es la decimotercia
Donde fervorosos fueron a bajar
De la cruz mí sagrado cadáver
Dos santos varones con gran lealtad.
Sígueme y verás.
Que mi madre me tuvo en sus brazos
Mientras dispusieron llevarme a enterrar.
Decimocuarta estación
Donde sepultura me fueron a dar
De limosna en un santo sepulcro
En el cual estuve tres días no más.
Sígueme y verás.
Que después de dejarme enterrado
Lloraba mi madre su gran soledad.
Estos grandes dolores y tormentos
Y muerte afrentosa que quise pasar
En cuanto hombre, fue solo por darte
La vida, y sacarte de la cautividad.
Sígueme y verás.
Que si humilde contemplas en ella
Siempre de mis gracias participarás.
Ofrecimiento último
OFRECIMIENTO ÚLTIMO
¡Oh Divino y Piadoso Cordero!
Jesús, Dios y Hombre, ¿Sólo me mandáis
Que tome la Cruz y os siga?
Señor ya obedezco, la voy a tomar.
Y con voluntad
Los deleites del mundo, y sus vicios,
Y las vanidades, prometo olvidar.
Yo pequé contra vos Jesús mío,
Perdón por mis culpas ¿queréis otorgar?
Pues propongo firmísimamente
No más ofenderos, nunca más pecar.
Y con voluntad
Las catorce estaciones y cruces
De la vía sacra siempre visitar.
Los hermanos amados de Cristo
Todo el que quisiera servir y agradar
A Jesús, nuestro Padre, procure
Su pasión y muerte siempre contemplar.
Que su majestad
Nos dará en esta vida su gracia
Y luego en su gloria nos dejará entrar.
Acto de contrición
Jesús amoroso, dulce Padre mío:
(Cantan las mujeres y Responden los hombres)
Pésame Señor de haberos ofendido[2]
(Cantan los hombres después de que las mujeres hayan cantado la estrofa)
En el huerto orando por mi amor rendido (R) Pésame Señor...etc.
Bella flor del campo, coronado lirio. (R)
Clavel encarnado, llagado y escupido. (R)
De atrevida mano, tu bello rostro herido. (R)
Con la cruz a cuestas, tus hombros oprimidos. (R)
Por mis graves culpas, en tierra caído. (R)
Divino ecce homo, en la cruz tendido. (R)
Mi Jesús dulcísimo con la lanza herido. (R)
Por estos misterios, misericordia os pido. (R)
Padre de mi alma, piadoso y benigno. (R)
Y esta salmodia, cada vez mejor entonada, con respeto, reverencia y devoción, se acababa llegados a la iglesia, siendo despedidos por el sacerdote o el/la persona que había dirigido, ese día el vía crucis.
Se terminaba la Semana Santa el domingo de resurrección con las bravuconadas, burrerías y gamberradas, por supuesto siempre anónimas de los jóvenes y no tan jóvenes del pueblo que se encargaban de poner letreros en las paredes de las casas, específicamente donde había mozas casaderas o con edades de noviazgo y de desear y se les echaban “enramadas” en los arcos de las puertas de sus casas o en sus paredes. A esto se le llamaba poner “aleluyas”.
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