La escritora y activista, diagnosticada TEA-1 con 41 años, da el salto a la ficción con Lucía y el infinito tras el éxito de Neurodivina y punto, donde reflejó su experiencia personal para seguir dando visibilidad al autismo.
Sara Codina (Barcelona, 1979) es una figura destacada en el ámbito del autismo y la neurodiversidad. Tras vivir prácticamente toda su vida siendo autista sin saberlo, fue diagnosticada (TEA-1) a los 41 años. Eso la llevó a crear la comunidad Mujer y Autista, donde habla de su experiencia con el objetivo de eliminar estigmas, romper mitos y ayudar a quienes se encuentran en la misma situación. Tiene un diplomado en Autismo, organiza las jornadas Autismo Invisible en Primera Persona y forma parte de la junta directiva de la asociación CEPAMA (Comité para la Promoción y Apoyo de las Niñas y Mujeres Autistas). Asimismo, interviene en medios de comunicación e imparte conferencias y charlas para concienciar sobre el espectro del autismo: la importancia del diagnóstico precoz y correcto, el problema de la inclusión, el sesgo de género en el diagnóstico de autismo y cómo es su vida siendo autista en un mundo pensado por y para las personas neurotípicas. Su historia personal, su labor educativa y su activismo han ayudado a cambiar las percepciones sobre esta condición y a promover un mayor entendimiento de la neurodiversidad.
Tras el éxito de Neurodivina y punto (Lunwerg, 2023) Codina da el salto a la ficción con Lucía y el infinito (Lunwerg, 2025), una novela lúcida, entrañable y divertida sobre el día a día de una mujer autista con diagnóstico tardío que presenta este sábado, 22 de marzo, a las 12 horas, en la Casa del Libro de la calle Poeta Vila y Blanco, 8 de Alicante.
APDA.— ¿Cómo te sientes tras este segundo libro?
Sara Codina.— Me siento muy agradecida por tener la oportunidad de seguir visibilizando y poniendo mi granito de arena para intentar construir una sociedad más empática y más justa para todas las personas. Además, tengo que decirte que me siento curiosamente contenta. Y digo curiosamente porque no es habitual en mí, ya que siempre suelo tener a mi no-querida impostora torturándome. Tras la publicación de Neurodivina y punto estaba aterrada por lo que pudiera pasar, por saber cómo se recibiría y el feedback que tendría. Pero esta vez he disfrutado tanto al escribirlo y al leerlo una vez terminado, que ahora simplemente me siento feliz.
APDA.— ¿Qué historia nos encontramos en él?
SC.— En Lucía y el infinito nos encontramos una historia ficcionada del día a día de una mujer autista con diagnóstico tardío narrada con humor, con un puntito reivindicativo y tocando temas importantes. Se trata mucho el entorno laboral, mostrando las dificultades a las que se puede enfrentar una persona autista en una empresa, así como dando pautas sobre cómo podría adecuarse ese entorno para tener espacios más inclusivos con todas las personas.
He aprovechado la ficción para hablar sobre un tema del que yo nunca hablo en primera persona y creo que es importante: las relaciones sentimentales. Es imprescindible visibilizar que en este aspecto también hay diferencias en la manera de iniciar las relaciones, mantenerlas y, no menos importante, en saber detectar situaciones peligrosas que a menudo solemos pasar por alto las personas con nuestra condición.
También he querido tocar temas importantes como es el entorno escolar, la adolescencia, el suicidio, la salud mental… Y otro tema que he intentado abordar y que me parece muy importante es hacer ver que el espectro del autismo es amplio y diverso a través de otros personajes autistas como puede ser el de un chico adolescente con más necesidades de apoyo en su vida diaria y, ojo a esto, el abandono que sufren las personas cuidadoras.
APDA.— ¿Por qué ese título? ¿Qué significa el infinito para ti?
SC.— Pues la verdad es que si te digo que el ocho es mi número favorito y el infinito es un ocho tumbado, pensarás que estoy chiflada y te daré la razón (jeje). Pero, hablando en serio, actualmente el símbolo del autismo que parece, o eso creo, más aceptado por la comunidad autista es el infinito. Así que Lucía y el infinito sería Lucía y el autismo. ¡Y es que el infinito puede simbolizar tantas cosas en esta historia! Que no te las puedo contar porque debo de dejar algo de intriga para quienes lo lean, ¿no?

APDA.— ¿Si tuvieras que ponerle una melodía a la lectura del libro cuál le pondrías?
SC.— ¡Muchas! Para mí la música es como el aire que respiro. Cada día, cada instante, cada todo tiene su banda sonora. De hecho, en la última página sale el QR a la lista de Spotify de Lucía y el infinito. Pero recomiendo escucharla según vayan apareciendo las canciones en el libro, porque te digo que, de lo contrario, es un “sinsentido”.
Bueno, vale, confieso que si me dices que elija una melodía, sería alguna de Queen. Ellos son mi grupo “rescate seguro” para momentos de desregulación y de felicidad para momentos buenos.
APDA.— ¿Te resulta fácil ponerte ante una hoja en blanco y empezar a escribir?
SC.— Sí y no. Escribir siempre ha sido mi apoyo visual para entender el mundo y comprenderme a mí misma. Y mi mejor manera de comunicarme con mi entorno. Pero la cosa cambia cuando lo que escribes sabes que lo van a leer otras personas y quieres transmitir mensajes importantes. El primer libro fue fácil empezarlo porque al final estaba escribiendo sobre mi vida. Pero el segundo, he tenido que “inventarme” una historia, una familia, unos entornos… y te digo un secreto: he confirmado algo que ya me habían dicho y es que yo soy muy creativa a partir de cosas que conozco, que ya existen, pero me resulta imposible inventar de cero.
Así que… sí, Lucía y el infinito es una historia ficcionada.
APDA.— ¿A quién va dirigido?
SC.— Éste creo que a cualquier persona. En esta ocasión puede leerlo tanto alguien que tenga relación con el autismo como alguien que lo encuentre por casualidad en una librería. Creo que es una lectura sencilla y amena para entender un poco el espectro del autismo y la neurodiversidad de la sociedad sin entrar en tecnicismos.
Hasta ahora he tenido feedback de personas autistas, familiares, profesionales de la salud mental, profesores, libreros, personas que no tienen nada que ver con el autismo, etc., y coinciden en que es una historia en la que han podido entender muy bien cómo es el día a día de una persona autista. Pero tengo que confesar que hay una cosa que me encanta: todas las personas con las que he hablado me han comentado que se han reído a carcajadas leyendo Lucía y el infinito. Tal y como está el mundo, me hace muy feliz poder ofrecer momentos de risas bonitas y desconexión.

Argumento de Lucía y el infinito

Lucía está harta de aguantar a su compañero de trabajo trepa. De vivir entregada a la soltería para no caer en otra relación tóxica. De esforzarse por encajar en un mundo que la excluye por sistema. Su diagnóstico de autismo a los cuarenta y tantos, lejos de hundirla, ha sido un revulsivo para empezar a tomar decisiones. Lo que lleva años soportando ya no le vale.
Inicia así un camino de autoconocimiento que comparte con sus amigas Isabela y Sofía, expertas en el noble arte de la insultoterapia, quienes la animan a hacer cosas impensables para ella como abrirse un perfil en una aplicación de citas. Y gracias al vínculo tan especial que la une a Noa, su sobrina adolescente, que también es autista, tiene la oportunidad de conectar con la niña que fue y entender mejor su propia condición.
Muy interesante la entrevista y ojalá colabore al éxito de la presentación de la novela este sábado.