El Palmeral de Alicante forma parte de la finca El Carmen, residencia del Marqués de Molins, Mariano Roca de Togores y Carrasco, personaje célebre en la historia de Alicante ya que a él se debe la letrilla eslogan del municipio en una letrilla dirigida al poeta madrileño Manuel Bretón de los Herreros:
“Sepades, señor, Bretón,
que de Poniente a Levante
es sin disputa Alicante
la millor terra del món.”
Y que fue recogida en el himno de la ciudad, creado en 1902: “Es la milor terra del món perquè el poeta li ho va dir…”. El noble político, que llegó a ser ministro y director de la Real Academia de la Lengua era el propietario de la mencionada finca, que contaba con más de 7.000 palmeras, donde se edificó un palacete.
Con el transcurso de los años pasó a ser propiedad del Estado y, según recoge el cronista de la ciudad, Enrique Cerdán Tato, en diversos escritos en La Gatera del 2 de octubre de 1992 y 31 de marzo de 1994, en sesiones municipales de 1966 se iniciaron los trámites para que volviese a manos públicas adoptándose los siguientes puntos: “… se da cuenta de dos escritos, uno de la Comisión Gestora de Manufacturas Metálicas Madrileñas y otro de Alcan, Aluminios Ibéricos S. A., ofreciendo la donación a la ciudad de la zona denominada El Palmeral con la condición de que se dedicará a parque público y donde el Ayuntamiento adoptó los siguientes acuerdos: aceptar dicha donación, comunicar a la segunda mercantil citada que colaboraría en resolver el problema de vivienda de familias de trabajadores que ocupaban la casa se labor cedida y, por último, dedicar la Finca a Parque Público”.

En octubre de 1967, el interventor municipal informaba que, para efectuarse la cesión de El Palmeral, como parte de la finca El Carmen, “era procedente contraer con cargo al presupuesto especial de Urbanismo de una partida de quinientas mil pesetas para afrontar los gastos iniciales de acondicionamiento, y que se incluyese anualmente, en el presupuesto ordinario un crédito específico para la conservación y mejora del referido parque”. Los trámites iniciados en 1966, bajo la presidencia de la corporación municipal de Fernando Flores, culminaron en 1967, siendo alcalde José Abad. .

Durante los años 70 no se realizaron actuaciones relevantes en esta zona, que los niños de mi generación conocíamos como “las casas viejas” y donde jugábamos a ser personajes de Enid Blyton en busca de aventuras. Fue a partir de la década de los ochenta cuando el alcalde, José Luis Lassaletta, intervino en la zona y fueron colocadas cocinas en El Palmeral, creándose un merendero, espacio de reunión, convivencia y disfrute de vecinos y visitantes. No siendo hasta 1997, cuando se inaugura el Parque que hoy conocemos.

Joan Lerma, como presidente de la Generalitat, y Ángel Luna, alcalde de Alicante, fueron los encargados de tal inauguración que convirtió a este paraje en lugar emblemático de la ciudad: cascada, lagos, rica vegetación, zona de juegos, posibilidad de viajar con barquitas por el paraje, teatro, zonas deportivas… un lujo que mereció mención en todas las revistas turísticas donde se recomendaba su vista, sobre todo, con menores.

Tras superar los pequeños inconvenientes del inicio de su andadura, pues el circuito de agua no funcionaba tan bien como se esperaba y se detectaron deficiencias que provocaron algún que otro estancamiento de agua, El Palmeral se convirtió en un lugar de ensueño donde pasar una excelente jornada y escenario de múltiples fotografías de momentos inolvidables para alicantinos y turistas.

Después de más de cuatro lustros, la situación del paraje es sólo la sombra de lo que fue, falta de pavimento en sus accesos, farolas rotas, papeleras inexistentes, un retén de policía cerrado, al igual que el embarcadero, del que desaparecieron las barcas, tras la jubilación del funcionario que desarrollaba esta labor hasta un nuevo aviso, que tras años aún no ha llegado, así como numerosas palmeras con fata de poda y cuidado.

Desde mi modesta opinión, después de toda la inversión realizada, el tiempo y el esfuerzo que costó el retorno de este emblemático paraje, sería conveniente una inversión en el mismo para su mantenimiento. No hablo de grandes inversiones, sino de reparar aquellas cosas que el paso del tiempo ha deteriorado: reposición de la luminaria desaparecida, restauración de papeleras, cambio de las farolas rotas, cuidados de poda y recogida por parte de las brigadas municipales, lijada y una mano de pintura de sus bancos, arreglo del pavimento de la calle de acceso… es decir, un lavado de cara que le devuelva el esplendor desatendido.

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Un gran reportaje. Enhorabuena.