Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Formación de los reinos de España

Reino de Pamplona – Reino de Navarra (I)

Estatua de Íñigo Arista en la Plaza de Oriente, Madrid. Fotografía: Basil Sixto (Fuente: Wikimedia).
Entre los bosques y la magia viven bajo el cielo unos pueblos de vida sencilla y agitada, la superstición es su credo y en el valle está su alma. Los enigmas de las cuevas les susurran temores y esperanzas.

Bascunes, nombre que tiene al parecer una clara etimología celta (“montañeses”).

Los vascones eran un pueblo prerromano. Los geógrafos griegos Estrabón (s. I a.c.) y Ptolomeo (s. II d.c.) los sitúan en la actual Navarra, una pequeña parte de Guipúzcoa hasta el mar Cantábrico, por la zona de Jaca, una parte de la Rioja y algo de la actual Zaragoza. Como Estrabón y Ptolomeo no estuvieron en la península, solo utilizaron fuentes escritas anteriores o de gentes que habían viajado a Hispania. Los vascones no eran un pueblo muy homogéneo ni política ni culturalmente ya antes de la llegada de los romanos. Existían dos grupos de vascones, los del norte, que ocupaban el bosque, practicaban la ganadería de subsistencia y vivían en pequeñas aldeas, e incluso en cuevas y abrigos naturales. Fueron poco romanizados. Los vascones del sur vivían en el campo y eran agricultores, habitaban ciudades con algún tipo de organización política, practicaban el comercio ya antes de la llegada de Roma y fueron mucho más romanizados que los del norte. Sin embargo, ambos tenían cierta conciencia de unidad y sus formas de vida eran muy parecidas a los galaicos, los astures y los cántabros.

Vasconia en la Alta Edad Media

Vasconia, un territorio no integrado en ningún reino, ni el visigodo ni el franco; y con Pamplona, que había sido la población más destacada ( Pompeio en el año 75 a. de C. ocupa Iruña, principal ciudad vascona, y en ella instala la población romana que llevará su nombre, Pompaelo), y siguió ostentando ese estatus como único núcleo urbano relevante y con un obispo. El cristianismo fue consolidándose entre los siglos V y VIII, pero con reductos paganos entre los siglos VIII y IX, como se ve bien reflejado en la película Irati, ubicada temporalmente en el siglo VIII en el que el cristianismo se extiende por Europa mientras las creencias paganas desaparecen. Ante el ataque del ejército de Carlomagno atravesando los Pirineos, el líder del valle pide ayuda a una diosa ancestral. Mediante un pacto de sangre, derrota al enemigo dando su vida a cambio, pero antes, hace prometer a su hijo Eneko (Íñigo Arista, hijo de Íñigo Jiménez, considerado primer rey de Pamplona) que protegerá y liderará a su pueblo en la nueva era. Años más tarde, Eneko afronta esa promesa con una misión: recuperar el cuerpo de su padre enterrado de forma pagana junto al tesoro de Carlomagno. Pese a su fe cristiana, necesitará la ayuda de Irati, una enigmática pagana de la zona.

Póster de «Irati» (Fuente: Filmaffinity).

Con la conquista islámica se sometió de alguna forma este territorio. Hubo una guarnición y población civil islámica en Pamplona y algunos líderes regionales como los Banu Qasi, que se convirtieron al islam, pero en ciertas ocasiones apoyaron a los reyes astures, como vimos en el reportaje sobre el reino Astur publicado anteriormente en Hoja del Lunes, y otras veces se aliaron con el reino musulmán de Córdoba. Tras la conquista islámica observamos que las élites vasconas cristianas eran enterradas con objetos de prestigio como anillos con inscripciones árabes, que aunque no pudieran leer les daba un reconocimiento social.

Carlomagno y la batalla de Roncesvalles

La primera vez que los francos entran en la Vasconia peninsular fue en el año 778, provocando devastaciones y la destrucción de las murallas de Pamplona, aunque culminó con la victoria vascona sobre los francos en la primera batalla de Roncesvalles.

La batalla de Roncesvalles se produce en el año 778 y supone un desastre para el ejército carolingio, cuando tras su fracasado intento de tomar Zaragoza, su retaguardia es atacada por los vascones en los frondosos bosques cerca de Roncesvalles. Los hechos sucedieron de la siguiente manera: el gobernador de la marca superior de Hispania, Sulayman Ibn Yaqzan, pide ayuda a Carlomagno para deshacerse de la opresión del emir de Córdoba, Abderramán I. Carlomagno ve en esa petición la oportunidad de ampliar dominios por el valle del Ebro y bajar más allá de los Pirineos la frontera con los musulmanes y forma un numeroso ejército. En su avance, se encuentra con un conjunto de tribus y pequeñas ciudades, en un territorio ya romanizado, dirigidas por de caudillos locales. Al llegar a Pamplona, el rey de los francos somete la ciudad a pagar un tributo y establece una guarnición para protegerle en el hipotético caso de retirada. Y sigue hacia Zaragoza. Pero cuando llega a esta ciudad, sus habitantes se niegan a entregarla. Carlomagno teme la traición de una ciudad muy bien fortificada. Este hecho coincide con la sublevación de los sajones a orilla del Rhin, destruyendo poblaciones e incendiando iglesias. Todo esto influye para que tomara la decisión de regresar a su reino. Pero al paso por Pamplona, para evitar rebeliones y someterla a su mandato, Carlomagno ordena abrir brechas en sus murallas y eliminar las piezas defensivas de la ciudad.

Monumento a la batalla de Roncesvalles en Roncesvalles, Navarra. Fotografía: Cruccone (Fuente: Wikimedia).

El ejército sale dividido en dos cuerpos separados. Cuando ya ha cruzado los Pirineos el primer cuerpo, el segundo es atacado por montañeses vascones por sorpresa, conocedores del terreno y ayudados por la rapidez de sus movimientos, derrotando por completo al segundo cuerpo de ejército y saqueando el botín. Conocedores del terreno, desaparecen rápidamente entre los bosques de la cordillera. La derrota es total. Este hecho se narra en la Canción de Roldán sin ningún rigor histórico, sólo para ensalzar la figura del protagonista, y cambia a los vascones por sarracenos.

La influencia islámica no había desaparecido en la región, pues en la campaña del emir Abd al-Rahman I del 781 aparecen los nombres de dos jefes vascones: Jimeno el Fuerte, antepasado de los Iñigo y Jimenas; y García Belascotenes, que lideraba el Sobrarbe y fue padre del conde de Aragón García el Malo. Vasconia volvió a ser un territorio independiente que a veces tenía que entregar rehenes y tributo al emirato de Córdoba.

Los Banu Qasi

Su significado es “hijos” o descendientes de Qasi o Casius. Eran los miembros de una familia de la nobleza hispano-visigoda que se convirtió al islam. De esta forma, pudo aumentar su posición social y su influencia política en las tierras del Ebro central durante dos siglos. Fueron súbditos del emirato Omeya de Al-Andalus, pero en ocasiones se rebelaron asociándose a la nobleza cristiana de la zona, con la que les unían lazos familiares. Estos pactos sirvieron para promover un desarrollo de la aristocracia cristiana en el Pirineo occidental, que sería la base del reino de Pamplona. Casius abrazó la fe islámica en cuanto Musa ibn Nusayr (jefe de la expedición que pasó el estrecho de Gibraltar junto con su adjunto Tarik; Musa se casó con la viuda de don Rodrigo, Egilona, última reina consorte del reino Visigodo y primera dama de Al-Andalus) apareció con su ejército en las orillas del Ebro (en el año 714). Pero anteriormente ya gobernaba como iudex y había apoyado a Witiza frente a Rodrigo.

En los años posteriores, los Banu Qasi alternaban sus posiciones aliándose con Sulayman de Zaragoza o restableciendo la autoridad del emir Hishan I de Córdoba o enfrentándose al valí de esta ciudad y al emir Abd al-Rahman II. Los Banu Qasi contribuyeron a la derrota, en el año 824, de la segunda batalla de Roncesvalles junto a los pamploneses y aragoneses, al mando del pamplonés Íñigo Arista.

Monumento a Musà ibn Musà en Tudela, Navarra. Fotografía: Zarateman (Fuente: Wikimedia).

Más adelante, Musà ibn Musà, jefe del clan muladí de los Banu Qasi, enemistado con los oficiales cordobeses tras una operación conjunta por el río Aragón, Abd al-Rahman II envió contra él a Harit ibn Bazí, quien venció en Borja y Tudela y apresó a Lubb o Lope, hijo de Musà, pero sufrió una derrota en Palma (San Adrián) y cayó herido por los muladíes en el año 842. El emir se dirigió contra ellos en dos campañas. En la primera, en el 843, liberó a Harit y en la segunda, al año siguiente, desmanteló a las fuerzas de vascones, alaveses y castellanos que se habían unido a su causa. Musà escapó a pie, Iñigo Arista y su hijo Galindo huyeron maltrechos y otros muchos caballeros quedaron tendidos sobre el campo de batalla. Un gran número de guerreros pirenaicos se pasaron al enemigo. Ese mismo año, Musà acudió en ayuda solicitada por el emir en la defensa de Sevilla contra los normandos.

Musà ganó gran prestigio y la confianza del nuevo emir Muhammad I tras vencer a asturianos y vascones en la Batalla de Albelda (851). Otras conquistas desde Álava hasta el condado franco de Barcelona realzaron más su figura y le llevaron a autoproclamarse “tercer rey de España”. Pero Musà fracasó en la segunda batalla de Albelda (año 859) ante Ordoño I de Oviedo y García Íñiguez de Pamplona, que abandonó su tradicional alianza con los Banu Qasi y se alió con el rey astur.

Sus descendientes continuaron con las refriegas batallando en contra de cristianos y musulmanes del emirato. Se enfrentaron a las huestes de Wifredo el Velloso, conde de Barcelona, en el 897, debido al peligro que les suponía su gran expansión, y al establecer su posición en el castillo de Cardona, los Banu Qasi fortificaron la ciudad de Lérida. El conde vio esto como una provocación y atacó la ciudad, pero no salió bien el ataque y Wilfredo murió en la contienda. Aunque no acabarían ahí sus campañas en las que la suerte les fue desigual. No pudieron conservar la comarca de Nájera frente a las tropas combinadas del leonés Ordoño II y de Sancho Garcés I de Pamplona (año 923). Los últimos Banu Qasi fueron llevados a Córdoba a servir en el ejército permanente cuando Abd al-Rahman III regresó de su expedición hasta Pamplona en el 924.

Íñigo Arista

Fue un caudillo del núcleo pamplonés, se le considera el primer rey de Pamplona. Su padre fue Íñigo Jiménez (caudillo militar vascón), descendiente de Jimeno el Fuerte; y su madre, llamada Onneca, quien estuvo casada también con Musa ibn Fortún, de quien tuvo a Musa ibn Musa, el caudillo más importante de la familia de los Banu Qasi. Dirigió a los pamploneses contra la expansión franco-carolingio. Para ello se alió con los Banu Qasi. En el año 812, Ludovico Pío (hijo de Carlomagno) se apoderó de Pamplona y colocó al frente de su territorio a Velasco. En el 816, el régimen franco perdió su supremacía en Pamplona e Iñigo Arista ocupó el poder, además de en Aragón. En el año 824, Ludovico Pío se dirigió contra Pamplona en la llamada segunda batalla de Roncesvalles en la que los francos también fueron derrotados poniendo fin a la influencia franca en el Pirineo occidental.

Íñigo Arista, pintado por Manuel Aguirre y Monsalbe. Colección: Diputación de Zaragoza (Fuente: Wikimedia).

A continuación hubo buenas relaciones con el emir de Córdoba, cuyas campañas de castigo se dirigieron hacia otros lugares del norte de España.

Al tiempo, los Banu Qasi se enfrentaron, como ya vimos anteriormente, con los representantes del emir de Córdoba y tuvieron el apoyo de los pamploneses de Iñigo Arista. Durante varios años hubo campañas de castigo de los cordobeses. La derrota y captura del general Harit, gobernador de la Marca Superior, obligó al emir Abel al-Raman II a dirigir la contienda en la que devastó la Cuenca de Pamplona y se vieron obligados a someterse al emir. Íñigo tuvo que reconocer la soberanía cordobesa y prometer un tributo anual de 700 dinares.

Íñigo Arista sufrió una enfermedad que le imposibilito de por vida, aunque siguió siendo considerado como caudillo.Tuvo cuatro hijos: su sucesor García Iñiguez; Galindo, huido a Córdoba y vuelto tras la muerte de su padre; Assona, casada con Musa ibn Musa; y otra de nombre desconocido, casada con García el Malo, que llegó a ser conde de Argón.

Dinastía Arista

Iñigo Iñiguez Arista (820-851) (Iñigo Arista) hijo de Iñigo Jiménez y Onneca. Se casó en segundas nupcias con Maza Ben Muz. Fue un vascón que se autoproclamó rey de los vascones y estableció la capital en Pamplona. Fundador de la dinastía Iñiguez o Arista.

Le sucedió su hijo Garcia I Iñiguez (851-870), hijo de Iñigo y Maza Ben Muz.

Fortuño Iñiguez el Monje heredó el trono de su padre (870-905). Tomó los hábitos en el monasterio de Leyre al ser destronado por Sancho Garcés I en el 905, ayudado por Alfonso III de Asturias. Al morir su padre, estaba prisionero en Córdoba y hasta su regreso en el 882 gobernó el reino García Jiménez, padre de Sancho I Garcés. Con él comenzó la dinastía Jimena

Dinastía Jimena

Sancho I Garcés (905-925) hijo de Garcia Jimenez y Dadilda de Pallars. Casado con la nieta del rey Fortuño Iñiguez. Hija del conde de Aragón. Destrona a Fortuño Iñiguez en el 905 y establece la dinastía Jimena en el trono. En el 920 Abd al Rahman III derrota a Sancho I Garcés y a Ordoño II de León en la batalla de Valdejunquera.

Busto de Sancho Garcés I. Fotografía: Xabier Cañas (Fuente: Wikimedia).

Sancho I Garcés establece la capital en Nájera, conquistándola ayudado por Ordoño II de León, ampliando así las fronteras del reino hasta llegar a tierras riojanas al enfrentarse militarmente contra los musulmanes. Al llegar al poder, articuló el territorio como reino, dejando atrás la etapa de caudillaje político-militar, y se enemistó con los Banu Qasi. A partir del año 925, el reino pasa a denominarse «Reino de Nájera-Pamplona», que fue el precursor del reino de Navarra y cuna de los reinos de Castilla y Aragón. En estos años hay una gran relación entre el reino de Pamplona y el condado de Aragón por vínculos matrimoniales.

Durante su reinado fue aliado de Ordoño II de León y del Condado de Castilla. Con este rey obtuvo alguna victoria contra los musulmanes, pero fue derrotado por Abd al.Rahman III.

Tres de sus hijas fueron reinas consortes de León y una fue esposa del conde castellano Fernán González. Su reino fue el primer reino cristiano que acuñó moneda.

Unión de Pamplona y Aragón

García I Sánchez reinó desde el año 925 al 970 —hijo de Sancho Garcés —, se casó con doña Endregoto, hija del conde de Aragón Galindo Aznárez, quien aportó como dote el condado de Aragón, quedando así unido al reino de Pamplona.

Sancho Garcés II le sucedió. Fundó el monasterio de San Andrés de Cirueña e hizo grandes donaciones a san Juan de la Peña, san Salvador de Leire, san Millán y san Pedro de Taberna. En 971 concedió a Uncastillo la primera carta conocida que se otorga a un pueblo. Murió en 994.

Su hijo, García Sánchez II, reinó Pamplona del año 994 al 1000. Y su hermano Gonzalo gobernó el territorio de Aragón con el título de rey. Sancho Garcés III el Mayor (del que hablaremos en la segunda parte del reino de Pamplona – reino de Navarra), hijo de García Sánchez II, fue ampliando su reino por derecho de sucesión o de conquista de una gran parte de Sobrarbe y Ribagorza. Cuando muere el conde de Castilla ocupó sus condados por estar casado con doña Elvira, hija o hermana de éste. Después conquistó parte de los territorios de Bermudo III, rey de León.

Sancho Garcés III. Imagen extraída de Compendio de crónicas de reyes del Antiguo Testamento, gentiles, cónsules y emperadores romanos, reyes godos y de los reinos de Castilla, Aragón, Navarra y Portugal, Biblioteca Nacional de España (Fuente: Wikimedia).

Sancho Garcés III casi consiguió reunir los estados cristianos de la península. Acumuló muchos títulos entre los que se cuentan los de rey de Pamplona, Aragón, Sobrarbe, Ribagorza, Castilla, Álava, León, Asturias, Astorga y, a veces, Gascuña, Pallás y Barcelona.

Conclusión

En el siglo VIII el cristianismo se extiende por Europa mientras las creencias paganas desaparecen. En esta zona, como en el resto de la cornisa cantábrica, aún quedan reminiscencias de esas creencias ancestrales en los poderes de la naturaleza y la práctica de ritos mágicos. Pero a lo largo del tiempo se irán difuminando por la adopción de las ideas religiosas de la fe cristianas. Esto no quitaba que se emparentaran vía lazos matrimoniales reyes y nobles cristianos con damas de nobleza musulmana.

A lo largo de estas primeras décadas hubo tensiones familiares entre las distintas ramas por conseguir el poder del territorio entrando en parte la rama Íñiguez, Jimena y Velasco.

Según el historiador y catedrático José Luis Orella Unzué, para concluir este apartado: “En los orígenes del reino de Pamplona aparece la presencia y la influencia de una familia, los Banu Qasi, vascones islamizados, parientes directos de Eneko Aritza (Íñigo Arista Jiménez, considerado el primer rey de Pamplona) descendientes de un linaje de reminiscencias romanas, los hijos de Casio. Con su poder y su vinculación con los califas de Córdoba, prestaron una importante ayuda al reino navarro en sus comienzos y en el enfrentamiento con los enemigos francos. Fue una relación conflictiva, pero fructífera para los navarros que estrenaban su independencia. Unido al protagonismo de las dinastías Arista y Jimena que también estaban emparentadas entre sí”.

Se llama dinastía Jimena la que comenzó con el noble hispanorromano conocido como Jimeno el Fuerte como gobernador de sus tierras a la llegada de los musulmanes en 711, de él derivan las dos dinastías: la Íñiga o Arista y la dinastía Jimena. Esta última vio su final en el año de 1234 a la muerte de su último monarca Sancho VII de Navarra, conocido como Sancho el Fuerte. Siendo el monarca más poderoso e influyente Sancho III el Mayor o el Grande, que reinó desde el año 1000 al 1035.

Juan Antonio Urbano

Soy profesor de Educación Primaria. He publicado cinco libros; dos en valenciano: 'El seu nom era Pere Bigot' (2012) y L’arbre màgic' (2012); y otros dos en castellano: 'El misterio de la cueva' (2014) y el poemario 'Camino entre versos' (2019), estos publicados por la Editorial Club Universitario y 'Entre el asfalto' (2022) por la editorial Olélibros. He publicado en diversas Antologías y revistas poéticas y artículos en distintos medios.
En noviembre de 2016 creé y coordiné el grupo poético PARNASO perteneciente al Ateneo de Alicante. He organizado numerosos recitales poéticos, entre los que destacan el I Encuentro de poetas alicantinos y otros con el grupo PARNASO dedicados a Miguel Hernández, Federico García Lorca, Rubén Darío...
Recibí el segundo premio del Certamen Poético Numen (2013) y el 2.º premio en el Real Casino de Murcia del Encuentro 'Poesía hispano-argentina' (2019).

4 Comments

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  • Estimado Juan Antonio: la historia es maestra de la vida y tu artículo de lucha y alianzas de paganos, cristianos e islamistas, condes, reyes, visires y califas me ayuda a entender (que no a aprobar) la lucha de Pedro I el Mentiroso contra populares y ultraderechistas y su alianza con comunistas de distinta procedencia, separatistas catalanes de diversa procedencia y algunos racistas, vascones capitalistas y antiguamente también racistas, así como ultraizquierdistas vasconavarros antes etarras, ahora proetarras, sin que tengamos claro si el Reino de España va a continuar o volveremos a los reinos de taifas. ¿Tú qué crees? No me contestes si no quieres, pero sigue dándonos lecciones de historia, que es maestra y lo mismo nos ayuda para olvidarnos un poco de nuestros políticos que para compararlos y ver que casi siempre fueron inmorales y se aliaban unos con otros y otros con unos en busca de botín o de un tributo anual de 700 dinares, ahora tropecientos mil millones de euros. Gracias por el artículo y un abrazo.

    • Estimado Ramón, como ves, la necesidad de alianzas para sobrevivir o ampliar horizontes no es costumbre de los tiempos de hoy, sino que es práctica ya muy antigua como nos muestra y demuestra la Historia. Así que no debemos extrañarnos de lo que hoy suceda, aunque no nos agrade; y se vea claramente que estos trapicheo de alianzas sea para alcanzar el poder o mantenerse en él a toda costa. Y quienes las practican, para lavar su ambición, dicen que lo hacen en nombre de los intereses de los españoles…
      Hasta la segunda parte del Reino de Navarra. Un abrazo