Regala sin fecha fija ni motivo y comparte tu felicidad y alegría

Mi titular de hoy ni es un lema publicitario ni comercial. Nada deseo confundirte. Regalar ‘sin fecha fija ni motivo’, a mí me encanta regalar besos y una flor, versos, porque siento que es una de las manifestaciones más reales “de generosidad y amor de veras”. Compartir tu felicidad interior con otro ser humano es el mayor regalo que siento podemos ofrecer, y recibir tal vez, con nuestras acciones humanas.

Llegaron ya por Navidad y Año Nuevo, entre otros magos y hadas de la felicidad, Papá Noel o Santa Claus, San Nicolás o Santa, también los Reyes Magos de Oriente, más otras versiones como es el caso del Olentzero vasco con Mari Domingo, su acompañante femenina. Y se repitió un año más la centenaria Cabalgata de Reyes en Alcoy-Alcoi, la primera del mundo según parece.

Alegría y felicidad prefiero cualquier día del año. Ofrecer un regalo por sorpresa, sin fecha fija ni motivo, compartir mi felicidad y positivismo vital, permanentes en cada pensamiento y acción, también alguna lágrima de tristeza o alegría suelo compartir. Pero, mucho más, compartir felicidad con quien observo, más si lo tengo cerca, entristecido por la vida o por sus propias acciones o ajenas.

El filántropo actor oscarizado, el popular Tom Hanks, amable donde los haya, sostiene y repite, una y otra vez, que existen dos verdades irrefutables, en buena lógica dependientes de tu acción: “Puedes más de lo que imaginas” y “Vales más de lo que piensas”. Cómo: con tus pensamientos atrevidos materializados en realidad gracias a tus acciones, siempre osadas, guiadas por la verdad y el amor o generosidad más humanidad.

El poeta Miguel Hernández

Las abarcas desiertas, poema de Miguel Hernández (Orihuela, 1910; Alicante, 1942), fue publicado por primera vez el 2 de enero de 1937 en Madrid, en Ayuda-Semanario de la Solidaridad, en la Guerra Civil Española (1936-1939). El universal poeta nacido en Orihuela nos muestra en sus versos una cara más humana de la Navidad. Había cumplido 26 años de edad cuando el oriolano recogía donativos por las calles madrileñas. En el frío invierno de finales de diciembre en la capital de España, Miguel y sus acompañantes perseguían un objetivo, solidario, por los niños con mayores dificultades económicas para disfrutar de la alegría de un regalo en las entrañables fechas de la Navidad y Reyes durante la Guerra Civil.

Supuestamente, Miguel evoca su infancia en su ciudad natal, Orihuela, al tiempo que denuncia con valentía, y genial creatividad poética, el generalizado ambiente de pobreza que se sufría en la España rural. Lanza un grito de protesta valiente, protesta ante todos los políticos sin excepciones, por la miseria que conllevaba y sufría gran parte del pueblo español durante la Guerra Civil por culpa de la sinrazón humana.

Por el cinco de enero,
cada enero ponía
mi calzado cabrero
a la ventana fría.

Y encontraban los días,
que derriban las puertas,
mis abarcas vacías,
mis abarcas desiertas.

Nunca tuve zapatos,
ni trajes, ni palabras:
siempre tuve regatos,
siempre penas y cabras.

Me vistió la pobreza,
me lamió el cuerpo el río,
y del pie a la cabeza
pasto fui del rocío.

Por el cinco de enero,
para el seis, yo quería
que fuera el mundo entero
una juguetería.

Y al andar la alborada
removiendo las huertas,
mis abarcas sin nada,
mis abarcas desiertas.

Ningún rey coronado
tuvo pie, tuvo gana
para ver el calzado
de mi pobre ventana.

Toda gente de trono,
toda gente de botas
se rio con encono
de mis abarcas rotas.

Rabié de llanto, hasta
cubrir de sal mi piel,
por un mundo de pasta
y unos hombres de miel.

Por el cinco de enero,
de la majada mía,
mi calzado cabrero
a la escarcha salía.

Y hacia el seis, mis miradas
hallaban en sus puertas
mis abarcas heladas,
mis abarcas desiertas.

(Miguel Hernández; 2 de enero de 1937, Madrid)

El poeta Miguel Hernández denuncia la pobreza, con mayor compromiso si afecta a la infancia, inocente e indefensa, sin distinciones políticas ni tergiversaciones sectarias interesadas. Y, con sutileza creativa, el poeta protesta por la vanidad y la cruel soberbia humana. “(…)/ Toda gente de trono,/ toda gente de botas/ se rio con encono/ de mis abarcas rotas.” Y sueña Miguel “(…)/por un mundo de pasta/ y unos hombres de miel».

Volví a pasear, ahora como feliz padre y abuelo, por las calles de Orihuela, “tu pueblo y el mío” del poeta Miguel Hernández y su compañero del alma Ramón Sijé. Te escribo con amistad y amor volando sobre el oleaje de la vida y mis acciones. Siento hoy la esperanza en el amor junto al susurro amoroso del Cantábrico, en Castro Urdiales, como antes sentí siete años el abrazo del mar Mediterráneo en La Torre de La Horadada. Desde siempre mi esperanza en el amor, cada amanecer en la verdad, late donde vuelan mis acciones en libertad. Vale (cervantino).