Buscando en el archivo de mi ordenador me encuentro con un artículo que escribiera en 2018 con motivo de unas jornadas sobre envejecimiento en las que, además del presidente de la Generalitat Valenciana, muy honorable Ximo Puig, acudieron varios expertos, importantes científicos de la cosa. Me ha parecido muy interesante y me ha servido de base para hablar del ICAR.
En aquel febrero del 2018 se habló de envejecimiento y, aunque no lo parezca, para los que nos desenvolvemos en la ciencia gerontológica el tema es complejo. Sin embargo, he querido, al paso del tiempo, recordar a los ilustres profesores que visitaron Alicante un buen día de febrero de 2018 y hablaron de envejecimiento con soltura. Nosotros conversamos de “genomas” sin comprender bien a qué nos referimos. Nos dicen que son unos treinta mil los genes que se aprietan en el núcleo de una célula que medimos en “micras”. Una célula humana puede medir una “micra”, que es la milésima parte de un milímetro. Y de la cantidad de células ya ni se me ocurre calcular cuántas existen en cada uno de nosotros. Aún sin entender bien la función de nuestro genoma, intuimos que es algo muy importante. En definitiva, lo entendamos o no, está claro que esto es tan significativo como que nos hace a cada uno de nosotros individuos únicos e irrepetibles.
Por aclarar y aclararme: El genoma es como un libro. Contiene “letras” debidamente agrupadas y ordenadas. Esta agrupación y orden compone un “texto”. Este texto, nos cuenta algo. Nos cuenta quiénes somos. Situados en esta línea del escrito, vamos a volver a los ilustres sabios que, en aquel día trece de febrero de 2018 y en Alicante, ciudad de luz, nos sublimaron con su conocimiento y pusieron en claro cómo iba a ser la ciencia en los tiempos venideros.
El grupo de expertos expuso los desafíos que plantea —y más que planteará— el envejecimiento de la población y acercó a nuestra comprensión el entendimiento del proceso de la senectud biológica, trascendente para poder prevenir o tratar, con más eficacia, las enfermedades que caminan a la par que él.
Antes de continuar, un inciso breve. María Blasco estaba allí y ese día tuve el honor de volver a saludarla. María es una gran mujer, muy espontánea y me dijo: “¡Tu no serás de los geriatras que piensan que la vejez es una enfermedad!” “No, no —le respondí— nunca tuve tal concepto”. Y después respiré hondo.
La cuestión es que un grupo de científicos, que trabajan dentro y fuera de España, han coincidido en la importancia de que nuestra nación mantenga su liderazgo en el estudio gerontológico (estudio del proceso de envejecer) y se planteó la posibilidad de que Alicante fuera la sede de un pionero instituto dedicado al estudio del tema. Y lo dijo Ángela Nieto, profesora e investigadora en el Instituto Neurociencias de Alicante (UMH), que nuestra ciudad es zona privilegiada para la población de edad avanzada y no es un absurdo que pudiera ser un centro internacional, no solo de discusión, sino también de generación de conocimiento, para los países desarrollados que ya contemplan la salud y el bienestar como un reto prioritario. El presidente de la Generalitat Valenciana, Ximo Puig, apoyó, con entusiasmo, la idea.
Bajo este prisma, y con el apoyo institucional de la Generalitat Valenciana y de sus socios fundadores, en 2021 surge la iniciativa ICAR (International Center for Aging Research), con el claro compromiso de realizar investigación de excelencia del envejecimiento, transfiriendo a la sociedad conocimientos e innovaciones resultantes, con el fin de obtener un impacto social y económico, principalmente en el colectivo de la mal llamada “tercera edad”. Se trata de una gran apuesta para la investigación de excelencia, contando con un Comité Científico de reconocido prestigio internacional presidido por María Blasco Marhuenda.
María Blasco es alicantina y es la directora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas, experta en los mecanismos moleculares del porqué envejecemos. En esta magnífica reunión de expertos dijo que, “sólo conociendo el origen o causa de las enfermedades seremos capaces de controlarlas”. Del mismo modo, confirmó: “Exclusivamente si entendemos qué causa el envejecimiento a nivel molecular, seremos capaces de prevenir y curar enfermedades como el infarto, la enfermedad de Alzheimer, etc.». María también afirmó: “Aunque en nuestro país trabajan líderes internacionales en áreas como la investigación molecular, no hay ningún centro que aborde el envejecimiento de manera global”. Primera piedra de un futuro proyecto, porque hizo una clara llamada a que Alicante se pueda constituir en líder de los estudios gerontológicos. “España tiene la oportunidad de ponerse a la cabeza del mundo”.
“La primera ley que habría que eliminar en muchos países es la jubilación compulsiva. Debe haber, por supuesto, una ley que diga que a los 65 ó 67 años de edad tienes el derecho de jubilarte, pero no la obligación”.
Esto lo ha dicho Alexandre Kalache, ese gerontólogo brasileño que durante catorce años fue responsable del Programa de Envejecimiento de la Organización Mundial de la Salud. Como autoridad mundial en el tema de la longevidad, se le reconoce ser el creador de una palabra nueva: “gerontolescencia”, esa segunda adolescencia que se inicia a los 65 o más años, capaz de que el mayor revolucione la sociedad, busque y consiga su espacio, participe en ella activamente, como propone Erdman B. Palmore, el otro gran erudito de la gerolescencia y que insiste en la necesidad de incorporarse, a pesar de la edad elevada, a la vida cotidiana. Porque la función hace al órgano, que se dice vulgarmente en medicina. La disposición individual a permanecer activo, en un mundo dinámico, es la base de un buen envejecimiento, un envejecimiento sano. Esto fue, precisamente, lo que tuve ocasión de comunicar en unas muy interesantes Jornadas de Envejecimiento Activo celebradas en Madrid, en el año 2017.
A partir de esta filosofía, la filosofía de la incorporación a las nuevas tecnologías, por ejemplo, aceptamos popularmente como algo habitual que personas de setenta o más años hagan ejercicio en bicicleta; ancianos de más de ochenta con un dorsal a la espalda intentando acabar una media maratón. Universidades en las que los mayores nos vamos incorporando. Ancianos con su móvil o su “tablet”.
Hemos de recuperar el optimismo, no para alcanzar la quimera de la inmortalidad —se dijo y se repitió en la memorable reunión de febrero del dieciocho en Alicante—, sino para convertir en realidad el sueño de un envejecimiento más saludable. No se trata de que la vejez se prolongue diez años, con sus achaques y derivados. Se trata de que, trabajando sobre los cuerpos genéticos, consigamos, de una manera ética, prolongar la juventud y eliminar la mayor parte de las enfermedades que nos consumen a partir de cierta edad.
Pero se trata, también, de salir del ostracismo al que nos empuja el envejecimiento y destapar esas ideas e ilusiones que todos llevamos dentro. Porque lo dice muy claramente María Blasco en su libro, Morir joven a los 140. No habla de morir a los 140 soportando una enfermedad de Alzheimer, o una insuficiencia renal crónica.
Y existen los equipos que trabajan en ese sentido, los equipos científicos. Y los politólogos y economistas, dándole vueltas a sus neuronas. Basta adentrarse un tanto en la literatura social y económica para darse cuenta que, de una manera callada pero preocupada, se establecen criterios, consensos públicos y privados, que son manifiesto de un gran desasosiego por este futuro que se nos viene, en el que el porcentaje de mayores va a constituir una mayoría que habrá, de algún modo, que atender. Ese es el gran reto.
Y no es cuestión de soltar las culpas y endosárselas a los demás. Somos lo que queremos ser. Por eso es necesaria la conciencia personal y, además, el apoyo social. Porque, en definitiva, los unos dependemos de los otros. O, por lo menos, eso dicen.
Pero, ¿qué misión desarrolla el ICAR? La de la investigación de excelencia del envejecimiento, transfiriendo a la sociedad conocimientos e innovaciones resultantes, con el fin de obtener un impacto social y económico, principalmente en el colectivo de la tercera edad —dicho con mis palabras: en el grupo de personas mayores—; la investigación de excelencia (biológica, molecular y celular y de la genética del envejecimiento); la innovación y transferencia tecnológica (biología computacional y de sistemas, inteligencia artificial); la investigación orientada al público (terapia, tratamientos de enfermedades en el envejecimiento); la formación de excelencia/atracción de talento: programas de formación, seminarios, congresos, etc.; y la comunicación y divulgación.
Pero, atención, el Centro Internacional está en la Provincia de Alicante. La dirección de ICAR se ubica en el término municipal de Elche, en el enclave Elche Campus Tecnológico (ECT) localizado en el área industrial de Elche Parque Empresarial, conceptuado como polo tecnológico para el establecimiento de entidades de claro carácter innovador y centro de referencia. Un honor y un orgullo.
¡No estamos solos!
Francisco: Me quito el sombrero ante tu magnífico artículo. Me gustaría que, de cuando en cuando, aunque sea año en año, nos dieras detalle de los logros del ICAR. Un abrazo.