Siempre me ha sorprendido –por no decir que indignado– que determinados sectores de ciudadanos pudieran optar libremente entre la sanidad pública y la privada. Es el caso, si no yerro, de funcionarios y militares, entre otros. Mientras, el resto estamos sujetos a la Seguridad Social, y si deseamos disponer de los servicios médicos privados –a menudo más rápidos en muchos casos, o más directos, por ejemplo en el acceso a especialistas– pues hemos de pasar por caja y suscribir la correspondiente póliza, como ocurre con muchos de los miembros de esta Asociación, en virtud del convenio que tenemos suscrito con ASISA desde hace décadas.
Ahora, con la pandemia se producen algunas circunstancias que llaman la atención por rozar la paradoja y hasta el ridículo vergonzante. Veamos, la Sanidad está transferida en su ejecución más cercana a los ciudadanos a las comunidades autónomas. El gobierno central está adquiriendo las vacunas para atacar el covid, y remitiéndolas a aquellas administraciones. Éstas están demostrando –en su mayoría, y pese a sus diferentes “colores” políticos–, una cierta incapacidad de gestión para que el programa convenido por todos se desarrolle a la velocidad adecuada. Y…
-La ministra de Defensa recuerda que la sanidad militar está disponible a petición de los entes autonómicos. No parece que nadie les necesite.
-Los sindicados de enfermeros claman por disponer de más medios (humanos) para poder atender la programación anunciada.
-La sanidad privada se ofrece para colaborar… ¡cómo que se ofrece! ¿Acaso no es responsabilidad suya atender a sus asegurados? ¿Es que no incluyen en sus pólizas administrar una inyección? Envíeseles los frasquitos y comiencen a citarles.
-Cada año salen de las facultades de Medicina unos 7.000 médicos, dispuestos a acometer la siguiente etapa de su formación, el MIR. ¿Alquien en el gobierno central se ha planteado contratar como ayudantes, becarios, auxiliares o lo que sea a los que están terminando este curso? Se supone que sabrán poner inyecciones.
-Los estudiantes de Enfermería se quejan de la escasa disponibilidad de prácticas clínicas –según veo en una web del sector–. ¡Qué fácil sería disponer de aquellos que estén en los últimos cursos para aprender de –y ayudar a– los titulares de los centros de salud y hospitales!
Uno no aspira a que nuestra Administración –en todos sus niveles– sea de una disciplina germánica, de una eficiencia israelí o de la capacidad de los chinos. ¡Pero señores, que no tengamos imaginación para aplicar en este caso soluciones extraordinarias!
Así, ante la pregunta del titular acaso sólo podamos contestar, uno a uno: “Roman vado iterum crucifigi”. A Roma, a crucificarme de nuevo.
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