Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Balones a la olla

¡Que sí, joder, que vamos a ascender!

La afición en la Plaza de los Luceros tras la victoria (Fuente: Ayuntamiento de Alicante).

¡Que sí, joder, que hemos ascendido!

Por encima de todo era un partido de fútbol, así que tendré que comenzar con una pincelada deportiva. Pero realmente lo vivido, sufrido y disfrutado este domingo, cinco de mayo, Día de la Madre, en el José Rico Pérez, es algo que rebasa límites y fronteras para adentrarse en un terreno sociológico, el que realmente más me encandila, con un montón de flecos y vertientes.

En lo deportivo, hacía falta ganar y se ganó. Que no fue de forma holgada, sino con sufrimiento, por la mínima, hasta la extenuación. Dicen que los logros obtenidos de esta forma se saborean mucho mejor. Puede que sí, pero ayer el que más y el que menos estuvimos al borde del infarto. Victoria por dos tantos a uno, que de no haber sido así se hubiera ido todo al traste, porque en el enfrentamiento entre el Europa y el Español B, a la misma hora, no fallaron tampoco los locales. Ganar o ganar, no quedaba otra.

Rubén Torrecilla. Entrenador del Hércules (DF).

Seguramente el Hércules no gane nunca una Copa de Europa, ni una Europa League, ni tan siquiera una Copa del Rey, por eso lo vivido y sentido ayer por veintiocho mil espectadores en las gradas y al final sobre el césped, es la obtención de nuestra propia Champion. Otro de los aspectos sociológicos es que, al hacer catorce años del último ascenso a Primera División, en el campo del Real Unión de Irún, y dieciocho de otro cosechado en Alicante, lo ocurrido ayer es la primera vez que lo vive una cantidad enorme de chavalería, de jóvenes que entonces o no habían nacido o no tenían uso de razón. Lo de ayer fue una transfusión en vena de herculanismo, una inyección de vitamina blanquiazul. El Hércules, para Alicante, es un sentimiento, un simbolismo como lo puede ser la Santa Faz, la Cara del Moro, la Explanada, la Playa del Postiguet o la propia Isla de Tabarca. Algo nuestro, cosido a nuestro corazón. Unos colores, un escudo, una bandera, un himno.

El estadio Rico Pérez lleno al completo (DF).

El fenómeno social hizo por una parte que estuvieran presentes aficionados ausentes, que vinieron desde diferentes puntos de la geografía nacional, y también desde fuera de España. La presencia de medios de comunicación a nivel nacional, a los que despertó interés y curiosidad que un partido en la cuarta categoría del fútbol español, pudiera llegar a congregar a casi treinta mil personas, que en algún caso hasta un cuarto de hora después del comienzo del partido seguían buscando su localidad sobre todo en la llamada grada del mundial. El partido fue televisado, por la televisión autonómica A’ Punt y fue seguido de forma mayoritaria en domicilios particulares y por supuesto en el interior de bares y terrazas. Desde la desaparición del extinguido Canal 9, es seguro que nunca se había sintonizado tanto en Alicante la televisión autonómica, todo un detalle social. Algún sector de público, jaleado por otros, al filo del minuto veintitrés y también al final gritaron la cantinela de “Enrique, vete ya”. ¡Qué mal gusto! En un día como el de ayer estábamos a otra cosa. Deben pedir eso porque como hay tantos en cola esperando para hacerse con la propiedad del club. ¡Pues, será por eso! Entiéndaseme la ironía.

Por cierto, otra curiosidad y detalle social. Ayer en el palco presidencial, estaba el alcalde Luis Barcala, acompañado de algún concejal de su equipo de gobierno y otros, pero no estaba el propietario y accionista del club, Enrique Ortiz, la representación como siempre recayó en Carlos Parodi y Valentín Botella, sin embargo, al final del encuentro Enrique sí estaba en el antepalco, aunque no se dejó ver, en público, en el palco. Debo pensar que quizá siguió el partido por televisión desde las oficinas del club, y después accedió al antepalco. Ya lo dije hace tiempo y lo escribí, tiene su gracia, de análisis sociológico: el dueño, el que pone la pasta, el que lo financia, mejor o peor, bien o mal, no puede ir al palco porque encrespa los ánimos a la afición, porque le gritan, porque le insultan, porque no soporta aquello de “Enrique, vete ya”. ¿Se imaginan al dueño de cualquier empresa no pudiendo acudir a una de sus oficinas o dependencias para no soliviantar a nadie? ¿D. Juan Roig no pudiendo entrar a una tienda de Mercadona? ¿o D. Amancio Ortega no pudiendo entrar a una sede de Zara en algún lugar de España?

¡Qué cosas!

Y luego está lo último, lo otro. Hasta en una ocasión como esta, si no lo dijese se me indigestaría. Lo de la Herculanitis crónica y la Herculanitis aguda. La insigne institución, la Real Academia de la Lengua Española, define como “crónica” aquella afección que viene de lejos, antigua, que se arrastra de forma permanente, y que permanece en el tiempo. Por el contrario “aguda” es aquella otra afección repentina, súbita, que aparece de pronto, algo nuevo con una intensidad alarmante.

Me duele enormemente decir esto, pero la afición de Alicante siempre ha ido un poco a remolque de la suerte del equipo, apostando fuerte cuando el equipo estaba en lo más alto, en Primera División, menos en Segunda, y finalmente los cinco o seis mil sufridores incondicionales que siempre quedábamos en aquella Segunda B. Bendita la entrada de ayer y bendita la afluencia de público con las promociones de entradas a socios. Ojalá permanezca lo crónico y se instale pronto también lo agudo con extrema intensidad.

Los más veteranos también necesitábamos algo así. Los que sufrimos con el resbalón de Alex Muñoz ante el Cádiz en Alicante; los que nos indignamos con el robo del árbitro extremeño, Sánchez Laso, también contra el Cádiz; los que nos quedamos atónitos viendo cómo el hoy jugador del Rayo Vallecano Isi Palazón le metió aquellos dos goles por la escuadra a Falcón; o los de la decepción con la miel en los labios frente al Unión Adarve, de verdad que necesitamos lo de ayer. Por eso hubo lágrimas de niños, lágrimas de jóvenes, de mujeres y de tíos como carros, y es que, con el pitido final, unos y otros liberamos tensión. Igual que en su tiempo, unos pudieron decir que vieron salir a Umberto de rodillas del campo de El Sadar, en Pamplona, que otros vieron el gol de Sanabria en el Santiago Bernabéu, otros el gol de Sigüenza en Badajoz y otros el ascenso en el campo del Real Unión de Irún. Los asistentes de ayer, sobre todo los más jóvenes, lo guardarán en su retina, y algún día dirán «yo lo vi. Yo estuve allí». Las Hogueras de este año 2024 serán especiales, serán más felices. Gracias plantilla, gracias Torrecilla y cuerpo técnico, gracias empleados, gracias, HÉRCULES.

Por cierto, nunca pensé decir esto. Pero dado el momento.

“ENRIQUE, QUÉDATE”.

Invasión pacífica de la afición tras a victoria al final del partido (DF).

Diego Ferrándiz

Se puede ser de equipos muy grandes, muy famosos, ganadores de muchos títulos, pero nosotros somos del Hércules. Modestia y orgullo pueden ir de la mano. En nuestro corazón habita ese pálpito blanquiazul. Sentimos al Hércules, como sentimos la Explanada, el Postiguet o la Cara del Moro. Macho Hércules.

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