Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Trescientas... y pico

PSOE-Sumar, el pacto de hielo

(Fuente: canal de YouTube de "El Trascendental").

Pedro Sánchez y Yolanda Díaz ya son otra vez matrimonio de conveniencia. Ya tienen sellada y pactada su anunciada alianza. Por ahí no hubo sorpresas. Otra cosa es que la boda pueda llegar a oficializarse, que la promesa pública adquirida en forma de pacto de gobierno, de buenos propósitos y mejores intenciones, vaya a poder llevarse al terreno de los hechos, vaya a poder funcionar con un mínimo de coherencia. Eso no está tan claro.

El pacto PSOE-Sumar, el gobierno de progreso tantas veces proclamado como parte de una cierta propaganda para incautos, se enfrentaría, de lograr dar sus primeros pasos, a dos grandes problemas. Uno, de carácter exógeno, de muy difícil digestión, que son todos esos elementos que están fuera de su control; y un segundo, quizás aún más imprevisible y grave, de carácter endógeno, y cuyos primeros síntomas ya han aparecido en boca de las dirigentes de Podemos —“Montero, ministra; de ese pacto no estamos informadas…”—. Ambos flancos amenazan con desestabilizar todo el entramado antes siquiera de que la función dé comienzo.

Habría que recordar —y habría que recordarlo porque son solo números— que las dos grandes bazas del gobierno PSOE-Podemos en la anterior legislatura tenían correlato en sus 165 escaños, a solo11 de la mayoría absoluta del Congreso de los diputados fijada en 176 escaños. Una primera baza: que no había alternativa posible de gobierno; y dos: eso que los teóricos del parlamentarismo llaman la aritmética variable, esa puerta de salida que permitió al presidente Sánchez vadear dificultades extremas (pandemia, Ley del Sí solo es Sí, Reforma Laboral…) y pactar unas veces con sus socios, otras con solo parte de la derecha nacionalista/independentista, y otras, incluso, con el PP y con los diez diputados de los restos del naufragio de Ciudadanos. Esos dos componentes fueron —no debería olvidarse— la gran argamasa que hizo posible la legislatura y no el mero listado de buenas intenciones que ahora tenemos delante.

A favor de que ahora pudiera finalmente darse una reedición de aquella fórmula de gobierno es que no hay alternativa, y de eso Alberto Núñez Feijóo puede dar buena cuenta. En contra, que la aritmética parlamentaria variable se ha esfumado, algo sobre lo que quizás se pone poco el acento. Por más que se quiera dar sensación de que lo de ahora es una prolongación de lo de entonces, la realidad es muy otra. Nada que ver lo uno con lo otro.

Los escasos 152 escaños que sumaría ahora la coalición de gobierno están exactamente a 26 de la mayoría absoluta, lo que obligaría al bloque de la investidura (todos menos PP-Vox-UPN-CC (¿?), 172 escaños) a votar una y otra vez de forma conjunta. El descuelgue de cualquiera de ellos (PNV, Junts, ERC, Bildu) haría imposible cualquier ley, cualquier norma, cualquier acuerdo, por la simple razón de que el bloque de la derecha (PP-Vox-UPN-CC, 172 escaños) previsiblemente así lo va a exigir. Son números, pero es también realidad política, una mirada que se está orillando en medio del acalorado debate de la investidura y de su palanca de acción la amnistía.

Puede —no está claro aún— que la legislatura logre arrancar; puede, incluso, que se pueda dar apariencia de normalidad en sus primeros pasos, pero más pronto que tarde la realidad de los números y las querencias políticas de quienes están obligados a sostener el gobierno empezarán a aflorar. ERC y Junts, con elecciones a la vuelta de la esquina, no pararán de mirarse de reojo, de marcar territorio identitario, de exigir imposibles, más o menos lo mismo que Bildu-PNV en el País Vasco, en disputa por la hegemonía política en su territorio. Esa y no otra será la realidad del día a día, si es que, claro, hay días que contar.

¿Alguien, mínimamente sensato, apuesta a que esto puede salir bien? ¿Alguien piensa que el pacto de gobierno PSOE-Sumar dado a conocer estos días es viable con estos condicionantes sin abrir más brechas, más división y más enfrentamiento en el conjunto de la sociedad? Felipe González llevó su critica al terreno del ridículo —“Me parece una buena idea de 0 a 3 años”, dijo—, pero, sin caer en esos extremos, quizás sería bueno que quienes marchan al frente de la operación empezaran también a hacer pedagogía de las dificultades, a rebajar expectativas, a dejar de tratar a los ciudadanos como meros infantes y dejar de airear como cosa al alcance de la mano esa lista de buenos deseos y felicidad inmensa para todos (Yolanda Díaz dixit) que contiene ese documento mal llamado pacto de gobierno.

Todo, claro, si no quiere que el aterrizaje sea demasiado doloroso, si no queremos que lo que se ha presentado con aspecto granítico de esperanza y buen futuro acabe, más pronto que tarde, en una especie de pacto de hielo, cuyo bloque empiece primeramente a partirse en pedazos y cuyos trozos acaben, a su vez, derritiéndose como simples cubitos en un cóctel de amarga bebida.

Pepe López

Periodista.

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