Fuimos muchos los que escribimos, antes del gol de Iniesta contra Holanda, en el Mundial de Fútbol, antes de julio de 2010, que en 2013 se podría viajar desde Alicante a Valencia en un tren de alta velocidad. El trayecto duraría 55 minutos. En julio de 2017, de lo poco que queda en pie de todas aquellas promesas es que el viaje durará cinco minutos menos de una hora. Desde que el alcalde de Santander Íñigo de la Serna fue nombrado ministro de Fomento, se ha dedicado a recorrer todos los puntos conflictivos, todas las provincias y regiones donde se ha incumplido la palabra dada para la llegada del AVE. Mes arriba, año abajo, suele decir que entre 2018 y 2020 entrará en servicio tal o cual línea.
Está preparando el ambiente para cuando lleguen las inauguraciones. Se dedica a intentar que los cabreos por los retrasos no vayan a más y cuando llegue el corte de la cinta haya más sonrisas que caras largas. De momento se encuentra más de lo segundo que de lo primero. Lo ha dicho en Alicante, Valencia, Murcia, Orense, Burgos… en fin, todos aquellos puntos donde con una inversión mediana se puede acabar lo que hace entre cuatro y cinco años debería estar en funcionamiento. Ah, claro, faltaba la duplicación de las vías por la entrada sur de Madrid y el túnel de alta velocidad para unir Atocha y Chamartín por el subsuelo del foro.
Hay ministros que dedican buena parte de su mandato a, calculadora en mano, recortar y recortar dinero en tal y cual proyecto o como mucho a poner esta o aquella piedra. Otros, los menos, tienen más suerte y se dedican a inaugurar tramos o subtramos cuyo mérito es de sus antecesores. Parece que a Íñigo de la Serna le va a tocar el tiempo de inauguraciones, pequeñas, pero al fin y a la postre, inauguraciones.
Además de la zona norte, por un lado los accesos a Galicia por el pico noreste de Portugal, a través de Sanabria; por otro, la llegada del AVE a Burgos, como paso previo al enlace con Vitoria y la conexión de Madrid con el País Vasco y su Y griega de alta velocidad, dejando aparte el lío del túnel de Pajares (algún día se debería explicar tal dispendio de dinero por los caprichos políticos); en fin, dejando todo eso aparte, queda la conexión de Alicante con Valencia y con Murcia mediante el tren de alta velocidad.
Llegados a este punto, conviene recordar algo que a todos los ministros se les olvida: estos dos últimos enlaces iban, y van, dentro del paquete del proyecto de la conexión de Madrid con la Comunitat Valenciana y la Región de Murcia. Lo que ocurre es que como se tarda tanto tiempo en cumplir las promesas, bien por fallos de cálculo político, bien por la irrupción de la crisis económica, ya nadie se acuerda que entraba en el mismo paquete la Y griega Alicante-Cuenca-Albacete-Valencia-Castellón por un lado y por otro Alicante-Elche-Murcia y Alicante-Valencia. Todo esto era uno. Un proyecto.
Con respecto al eje Alicante-Valencia, en principio se dudaba desde Madrid si hacerlo en ancho ibérico o en europeo (alta velocidad). De nuevo conviene recordar que hay muchos, pero que muchos tramos, el tramo del accidente en Galicia de hace tres años, que se les llama pomposamente de alta velocidad y no dejan de ser tramos viejos con mejoras, pero no son «estrictu sensu» de alta velocidad, por eso se circula con las vías de toda la vida, de ancho ibérico. En esa falta de acuerdo, la Comunitat Valenciana, cuyo Consell estaba en manos del PP en los primeros años del siglo XXI exigía a Madrid (gobierno de Zapatero) que colocara vías de AVE. Entre tiraas y aflojas, el nudo de La Encina sigue sin acabar.
Es verdad que está hecha la infraestructura de la Y griega, pero faltan las vías. Como falta el tramo desde ahí hasta Xátiva, unos míseros cuarenta kilómetros. Entre que se hace así o asá han pasado diez años y lo peor de la peor crisis económica del último siglo. Lo cierto es que ahora se dice que hacia finales de este año estaría acabado, luego llegaría el periodo de pruebas y quizá para la Semana Santa del año que viene podría haber una inauguración. Apertura que podría coincidir con el enlace hasta Elche, incluso si se fuerza la máquina hasta Murcia, algo realmente difícil, porque la entrada provisional está bastante verde, aunque en la finalización de los accesos a Alicante en los últimos tres meses se pegó un tirón descomunal.
Así las cosas, el ministro inaugurador podría estrenarse en unos meses con la conexión Alicante-Valencia. Habrá que ver si finalmente son 55 minutos o 75. Sea lo que sea, la reducción será importante. Esta apertura sería la primera para De la Serna. Luego vendría tanto el túnel de Madrid, para conectar por alta velocidad el norte y el sur español sin perder hora y media en Madrid y más tarde, Galicia, Burgos, el País Vasco y algún día el túnel de Pajares y Asturias.
Qué pasa pues. Nada menos que las inauguraciones serán el botón de muestra de lo que se publicitará como excelente gestión del PP para las próximas elecciones, tanto autonómicas como generales. Escaparate que mostrará las controvertidas excelencias del equipo de Rajoy pero que se explotarán al máximo para mostrar un programa de planes acabados. Todo será una mentira, porque en realidad se tratan de promesas incumplidas y realizadas escandalosamente tarde, pero en España las cosas se hacen así. Lo único bueno es que, aunque tarde, tardísimo, Alicante y Valencia y Alicante y Murcia estarán bien conectadas. ¿Qué pasará con los Cercanías? Ah. Eso es otra cuestión de la que nadie quiere hablar. País.
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