Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Sin recortes

Prevenir antes que curar

Seguimos impactados por las consecuencias devastadoras de las lluvias torrenciales que provocó la DANA del pasado 29 de octubre muy cerca de nosotros. El debate sobre las responsabilidades políticas de no realizar con antelación los avisos a la población para que suspendiera sus actividades sigue encendido. La politización del asunto, lejos de esclarecer lo sucedido para la asunción de responsabilidades, dificulta el establecimiento de unos protocolos claros y efectivos para el futuro. Con todo, sí que tenemos ejemplos que nos sirven para entender cómo hay que actuar frente a estas adversidades y en cuáles hay que revisarlos a fondo. Así, la Diputació de València cerró sus centros de trabajo seis horas antes de la alerta por SMS que finalmente llegó a la población. Otro claro ejemplo de previsión frente a la catástrofe fue el de la Universitat de València (UV), que el día anterior decidió suspender las clases; esta decisión, criticada inicialmente por la propia presidència de la Generalitat, evitó la movilidad de 50 000 personas, muchas de las cuales procedían de las zonas afectadas. En su caso, su Comité de Emergencias, constituido desde el año 2019, funcionó perfectamente, escuchando a sus propios expertos y concluyendo con la necesidad de anular sus actividades, ante la evidencia científica de lo que venía.

En el caso de la Universidad de Alicante, sólo contamos con un Plan de Actuación en casos de Emergencia aprobado en el mes de marzo de 2024 que establece planes de respuesta ante una situación de emergencia, pero sin ningún tipo de medidas de prevención ni concreción en caso de aplicarse. Seguimos necesitando un protocolo claro de prevención, o sea, de cómo evitar dramas humanos o daños materiales tal como pudo aplicar la UV. Escribía el escritor León Tolstói en ¿Qué es el arte? (1897) que “las acciones prudentes no son aquellas que buscan remediar el mal, sino las que lo previenen”. Una afirmación pronunciada hace más de un siglo que lamentablemente tiene más vigencia que nunca. Desde la autonomía universitaria, pues, necesitamos contar con un protocolo preventivo que nos permita evitar males mayores, todo ello contando con los criterios de nuestros excelentes profesionales en los diversos campos relacionados con la materia, como el Laboratorio de Climatología del Instituto Interuniversitario de Geografía, el Observatorio Socioeconómico de Inundaciones y Sequías del Instituto Universitario del Agua y de las Ciencias Ambientales y otras unidades con especialización en materias de infraestructuras, salud pública o similares. Debemos aprender de la emergencia que vivimos con el confinamiento por la pandemia COVID-19, donde tuvimos que aplicar unas medidas de virtualidad para los que no estábamos preparados.

El Plan de Actuación aludido lo hemos conocido recientemente a través de un administrador de correo, una cuenta institucional nuevamente utilizada electoralmente para responder a un artículo de opinión de uno de los candidatos a las elecciones al rectorado del día 27. Con todo, sigue siendo insuficiente, con una relación de actuaciones en caso de emergencia ante inundaciones, sin precisar las posibles zonas inundables de nuestro campus, espacios que en 1997 ya tuvieron unos daños importantes, como el propio Archivo u otras zonas subterráneas. No aprendemos de la historia y seguimos sin tomar ninguna medida al respecto, más allá de unos armarios estancos frente a la posibilidad de entrada masiva de agua. Sólo actuamos frente al ataque, cuando se puede politizar el asunto para defender nuestra gestión sin límites, sin aceptar ningún tipo de crítica o de opción de mejora de las normativas de prevención existentes. Nos defendemos acusando a quienes ponen en el punto de mira de estas deficiencias de crear una pretendida alarma social o incluso de perjudicar la imagen de la institución. Nada más lejos de este objetivo: escuchemos las propuestas y mejoremos, con el asesoramiento técnico correspondiente, las condiciones físicas de nuestra universidad.

Un caso similar lo tenemos en la adecuación de nuestras infraestructuras. Tenemos un campus joven que empieza a mostrar síntomas de madurez: los edificios requieren constantemente un mantenimiento, difícil de sostener con una financiación menor de la necesaria. Tal vez sería el momento de ejercer con responsabilidad y valentía un plan de prevención de las necesidades de nuestros equipamientos técnicos y urbanísticos. Nuevamente se hace patente el dicho popular: “prevenir antes que curar”. Con las normativas internas existentes difícilmente podríamos haber actuado como lo hizo la Universitat de València la víspera de las inundaciones, no tengo la menor duda de ello. Seamos francos y sinceros, actuemos sin intereses electorales, construyamos entre todas y todos una sociedad más segura donde se tengan en cuenta las advertencias de los expertos en la materia que, en nuestro caso, tenemos cerca de nosotros, porque tenemos a los mejores en sus campos respectivos. Así, afirmaciones como las de Tolstoi, dejarán de tener sentido de una vez por todas, porque habremos aprendido a prevenir antes que remediar el mal. Tomemos nota de ello.

Carles Cortés

Catedrático de universidad y escritor.

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