Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Palabreando

Pradeando

Fotografía de Kamram Adynov (Fuente: Wikimedia).

Semana de san Valentín, bueno semana no, día de san Valentín, y ahí empieza lo de siempre, de que es un día comercial, de que eso no es amor, de que el amor ha de cultivarse día a día. Y hay gente que no sabe ni plantar una patata, pues lo de cultivar amor no sé yo. Pero bueno, luego está papá Noel, que eso no es comercial, quizá porque hay más amor familiar que amor de pareja, porque parece ser que para Navidad sí, pero para san Valentín, no. Y el santo es éste, no el gordete rojo. Luego, para carnaval, todos ya pensando en sus disfraces, como cuando fue Halloween, ahí todo el mundo se pone las pilas, todo la peña para darlo todo comprando chuches como si no hubiera un mañana. Sin embargo, cuando es san Valentín es un día comercial, y ya te ponen las excusas de siempre, como si despilfarraras amor cada día, como que el amor hay que darlo en cada momento. Pues bueno, vale, si lo vas a dar, dalo, pero si no, una Play 5 tampoco está mal para compensar el amor a capítulos, mientras lo vas dando.

Que sí, que las floristerías venden rosas, pero las venden como el pescado, con espinas, que lo bonito es lo de arriba pero, como en La Bella Durmiente, como te pinches con la aguja… que llevan amor envenenado, que a mí particularmente me parece bonito regalar flores, aunque sí que es verdad que se marchitan enseguida y como no sepas secarlas pues como que puede sonar muy efímero. Además, como ahora casi todas las venden como los guisantes, sacadas del congelador, pues no sabes si esa rosa era para Walt Disney o si lleva muerta vete a saber, o si luego la he de poner en el microondas para darle olor. Aunque también se llevan mucho esas flores que no son flores, que en el fondo son de plástico y cuando las compras le echan una especie de espray para darles olor, que no sé si también hay que comprar el espray ese para ir echando como esos ambientadores que se disparan cada quince minutos o yo qué sé.

Lo que también se disparan son las palomas. Bueno, las palomas y las tórtolas. Y disparan contra los coches, que uno ha de tener en cuenta que aparcar al lado de una farola es un plus de peligrosidad importante porque sabes que cuando vayas a recoger el coche puede haber sido torpedeado con puro ácido, que eso como no lo laves o lo limpies pronto corroe la pintura que estoy seguro que el bicho de la película Alien, el octavo pasajero con su baba esa que agujerea el metal se queda a la altura de infantil con las palomas. Tanto alienígena para que te cague una paloma en el coche y luego, si ya nos vamos a los pinos y te cae una procesionaria, ni te cuento. Si es que el director de la película tendría que haber hecho Paloma, la octava pasajera y ahí sí que se cagan de miedo tanto la paloma como la teniente Ripley y el resto de los de la nave.

Y hablando de naves, veo en la tele que el Calleja, ese que va haciendo de todo por el mundo que es montañero, aventurero, piloto de avioneta, de helicóptero, el del programa Volando voy y Planeta Calleja (para mí la versión española del actor Owen Wilson, el de Zoolander), que me parece bien, teniendo en cuenta que yo soy un soso, pues que ahí es nada va a ser el tercer español en ir al espacio, el tercer astronauta después de Miguel López-Alegría y Pedro Duque, con lo cual quiere decir que, al parecer, para ser astronauta no hace falta tanta para parafernalia. Vamos, que te pones el casco y te sientas en la nave y a esperar la cuenta atrás (bueno, ya en los colegios hay peña que solo con eso tendría un «Houston, tenemos un problema»), pero si hay atracciones en la feria más peligrosas que salir de la atmósfera, el caso es que deja a los dos astronautas profesionales como: «sí, bueno, vale, tanto rollo para ser un periodista y estar a la misma altura espacial». Entiendo que la peña que se sabe los horóscopos y sabe dónde está la Osa Mayor y la Osa Menor por lo del tamaño que no importa, podrían también subir a la nave estelar. Que otra cosa que digo: «venga va, ya estás allí arriba, ¿qué haces? ¿te lees un libro? ¿te llevas la tablet porque todos los satélites tienen conexión wifi?». Porque allí todo está oscuro. Vale, ves la Tierra y entiendo que molará un montón pero que no eres científico, que no vas a explorar nada, sólo vas de voyeur. Es como subirte a un ático pero mucho más alto y mirar, vale, y a la media hora ¿qué?. Si te da cagalera como a las palomas, será caca flotante claro o de pañal, pero el sentido es vivir una experiencia diferente o ser muy guay. Por qué esa peña no se dedica a ayudar a los que no tienen para comer que viven en este planeta, por qué no se dedican a cosas humanas. Vete al Tercer Mundo, que eso sí que es de otro planeta y echa una mano, o las dos. Pero no, luego cuando vuelvas te pasas por las teles y lo cuentas, bueno cuentas todo lo que han contado todos los que han ido porque entiendo que, a menos que te cruces con E.T., es la misma imagen que yo cuando de pequeño veía en la tele el informativo Aitana, que comenzaba con la imagen del espacio y de la separación de la nave, o lo que fuera. Y no es que sea una crítica a que se vaya al espacio, que me parece bien, cada uno es libre de hacer tonterías. Pero que bueno, hay tantas cosas que hacer por aquí, que el subirte allá, pues bueno, el siguiente será Tom Cruise que después de comerse la placenta de su hija, hacer todas las Misiones Imposibles habrá sido más sencillo. Espero que al menos la placenta la haya condimentado con algo de especias, unas patatas, una ensalada, no sé, algo para darle más sabor, que no sé si la placenta se come con cuchillo o tenedor o  con las manos, como  las gambas, así con las manos.

Y para manos, pero las de verdad, las del arte, la exposición en la avenida de la Constitución de los cuadros del Museo del Prado. ¡Menuda pasada! de arte, de buen gusto, que se inaugura este martes 18 de febrero, aunque ya se puede ver, doy fe, donde se dan cita las mejores obras con todas las escuelas de la galería. La exposición fotográfica se llama “El Prado en las calles” y es una visita obligatoria, no ya por su carácter artístico, sino por lo bonito de ella misma. Ver la calle llena de tanto arte al lado del Mercado Central, en el centro de la ciudad, es precioso. No se la pierdan, pero cuidado que algunas de las obras se encuentran al lado de alguna farola. ¡Ay mare! Por cierto, si las personas de la tercera edad tuvieran un patinete (Barcala, patinetes para la tercera edad), podrían llegar con más facilidad.

Libro recomendado, Te quiero, de Hélene Delforge y Quentin Gréban.

Canción: Han caído los dos, de Radio Futura.

El futuro comienza con el presente y el pasado es otra historia.

En fin que ustedes lo lean, lo pasen y  lo paseen bien.

Bruno Francés Giménez

Escritor de serie B.

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