Soy periodista en vez de médico por una recopilación de entrevistas de Oriana Fallaci, Entrevista con la historia y a mi hijo Alejandro le llamamos Alekos por su entrevista a Alekos Panagulis, un activista griego contra la dictadura militar de los “coroneles”. Tampoco es que tuviera demasiada afinidad con el griego, pero el nombre me gustaba y espero no haber causado un trauma a mi hijo.
No sé si como médico el balance entre vidas salvadas y muertos me hubiera salido favorable, como periodista tampoco lo tengo demasiado claro. Hay varias formas de ejercer el periodismo: siendo benévolo o maléfico con el personal. A mí siempre me ha gustado la segunda vía, porque para la primera ya hay tiralevitas y abrazafarolas más que de sobra. Irremediablemente eso te lleva a problemas, porque el personal confunde la afabilidad con la profesión y se llevan un susto cuando les pegas un palo gordo.
Me pasó con el mejor alcalde que ha tenido Alicante en democracia (en mi humilde opinión): Pepe Lassaletta, que confundió al amigo Javier (me llamaba Javierito) con el periodista de La Verdad, Mondéjar, y me retiró el saludo varias veces. Luego volvía al redil y seguíamos siendo amigos, incluso cuando el personaje se comió a la persona. Cosas que pasan. Como esa tengo cien muescas en el revólver, pero así es este negocio si procuras no casarte con nadie.
Otros entienden perfectamente las reglas de este juego entre plumillas y políticos. No diré que no les escuezan los latigazos, pero sí que se los toman con espíritu deportivo. Son los menos, pero honran la profesión. No diré que les sacuda con menos fuerza, pero, si en mi mano está, les acercaré un bálsamo cicatrizante.
Y, evidentemente, es imposible no sentir un odio sarraceno por muchos personajillos infames. Uno se reprime con todas sus fuerzas y procura mantener la ecuanimidad y desde luego jamás faltar a la verdad. Eso es justamente la profesionalidad, sin la cual no tendríamos respeto. Menos incluso del que la sociedad nos dispensa habitualmente, que no está precisamente a la altura de los médicos de urgencias. Y lo entiendo, porque, aunque dicen que perro no come carne de perro, les erizaría el vello si contara algunos sucedidos con periodistas sobrecogedores. Que de todo hay en este valle de lágrimas.
Otro día más.
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