Sí, lo sé, cada vez la peña tiene menos fe en todo. De una u otra manera lo puedo entender. No hay cultura en general y la fe, de un modo u otro, no deja de ser una cultura, dogma sí, pero cultura en el sentido de que tienes que saber en qué crees o no. Bueno, está claro que el mundo va de aquella manera: Rusia lanzando misiles y diciendo que bueno que si hay que lanzar misiles nucleares, pues que no hay problema, que se lanzan y chimpún, como si fueran confetis; la política española hecha un coladero sin necesidad de tiros, que serían tiros de escopeta de feria de esos que nunca dan a nada porque, en el fondo y en la superficie, nadie se entera de nada y nadie es responsable de nada. La vida sigue igual que cantaría el gran Julio, pero no; hay cosas que no.
Recuerdo ir a misa de pequeño, bueno de joven, no voy a entrar en si eso es ser de derechas o de izquierdas aunque habrá gente que diga que sí. Vamos, que yo soy creyente a mi manera. Me gusta y me relaja entrar a la iglesia, pero las cosas ya no son lo que eran; recuerdo que de chico me encantaba el momento de dar la paz, ese momento en el que mirabas a ver a quién tenías al lado, o próximo, para darle la mano, o dos besos, o sonreírle; realmente es tan solo un gesto, pero cuando eras chico era el momento más divertido. Bueno, si te daban cincuenta pesetas para dar cuando pasaban con la cesta, pues también te sentías especial, pero era más por el gesto que por la fe, por las personas, porque interaccionabas con ellas de alguna manera. Luego es cierto que al salir íbamos a la tienda Albatros de la Playa de San Juan y siempre caía un cómic de Batman o una figura de Batman o de Star Wars, pero algo para leer siempre; pero no. Ya no. La paz no es lo que era.
Pues que entro en una iglesia esta semana, daban misa y llego casi al momento de la paz y no, ahí nadie se daba la mano, ni se rozaba, tan sólo asentían a distancia wifi. Pero que no, que eso no es el concepto de paz que yo viví y con el que crecí, que eso es una extraña frialdad, y le echaremos la culpa al COVID-19 o yo qué sé. Recuerdo una vez que fui al médico así de improviso, se enfadó por supuesto, y me dijo que tenía mucho trabajo que no me podía presentar así. Que tendría razón, pero que uno no va al médico por aburrimiento, y dije: «pero si no hay nadie, no hay personas esperando». Pero como está lo de las llamadas, pues cuentan como consultas, que me parece bien pero que al final terminas en un limbo general que, por no ofender, no dices nada. Que la pandemia ha servido para muchas cosas buenas y no tan buenas y hay mucha jeta como siempre.
Bueno, después de, casi seguro, perder un montón de lectores por decir que uno es creyente que ahora es casi pecado, pues sigo con lo mío y con la Sanidad y me cuentan en primera persona cómo, para poder sacar sangre de un brazo han pinchado X veces, que se han pasado luego al otro, y luego a la mano, y han vuelto de nuevo al brazo. Y tiro de oca a oca porque me toca. Luego decimos esto o lo otro. Que hay perfectos profesionales, por supuesto, que también todo lo contrario, pero en todos los ámbitos de la sociedad, tan sólo que en algunos, pues, como que parece que la sensibilidad y la respetuosidad deberían ser una asignatura de carrera.
Y hablando de respetuosidad y de respetuoso, pues parece que hoy, ahora, todo lo relacionado con los bebés lo califican de respetuoso. Es la moda. Que si ropa ha de ser respetuosa, que si los artículos de higiene lo mismo, que si el calzado ha de ser respetuoso. Pero vamos a ver, si es que ya llega un momento que todo parece ridículo, ¿desde cuándo un zapato es respetuoso? Cuando yo era pequeño y mi madre me compraba unos zapatos te preguntaban, ¿te aprieta? Mueve los dedos, sube el pulgar, camina; nunca se le habría ocurrido a mi madre decir: «este calzado ha de ser respetuoso», o «este pantalón que sea respetuoso contigo». No sé, hemos llegado a un punto de estupidez/innovación que no sé muy bien hacia dónde se encamina esto. Pero seremos respetuosos no sea cosa que nos llamen antipáticos.
Y siguiendo con lo de ser respetuoso empiezas con las redes sociales y bueno, ves cosas de todo tipo. De hecho, si tienes a Alexa o algo similar y dices cualquier cosa, a los dos días te aparece publicidad de lo que has nombrado en casa. Sí, es así. Luego dicen que no te escuchan pero bueno, espero al menos que las conversaciones de casa sean entretenidas para la inteligencia artificial. De hecho, estoy escribiendo este artículo y trato de evitar el autocorrector, esa herramienta que me va corrigiendo o tratando de acabar mi oración antes que yo, que muchas veces lo consigue y que como yo soy muy cabezón, pues cambio la palabra para que no se las dé de lista. Vamos, que hasta escribir en el ordenador comienza a generar estrés.
Pero para quitar el estrés leo que los mojiteros (los que ofrecen mojitos) y los masajistas de la playa del Postiguet, debido a las buenas temperaturas van a seguir ofreciendo sus servicios a la peña. Que bueno, que hay para todo, y lo del mojito puedo llegar a entenderlo, pero que te den un masaje ahí con el sol, sudando, delante de todo el mundo y en la tumbona, pues será una experiencia, pero que yo no termino de verla; en mi época, en la playa lo más emocionante era cuando pasaban las avionetas anunciando el concierto en el Gallo Rojo, o tirando pelotas de Nivea, o cómics envueltos en bolsas para que no se mojasen, o muñecos paracaidistas que el viento se llevaba hacia dentro. Y la peña como si no hubiera un mañana a por lo gratis. Lo mejor era esperarse a septiembre, que tembién solían pasar, y no había gente en la playa y ahí sí que podías pillar algo. Pero bueno, eso era cuando la playa de San Juan tenía arena blanca y cuando había temporal se quedaba sin arena; hoy, ahora, llegar a la orilla es casi como cuando Moisés salió para buscar la tierra prometida, pero sin el que vendía las pulseras, los pañuelos o el que va con la maleta con Coca-Cola, Fanta o Seven Up (bueno no sé ya si existe, pero el Fido Dido molaba mucho). Patinetes para la tercera edad, Barcala, no ofrecen y personas mayores en la playa las hay «a puñaos». Estás perdiendo una oportunidad de oro.
Y es que todo ha cambiado, de hecho todo se vende por unos likes en cualquier plataforma. Un servidor mismo, porque creo que lo más sincero es ponerse como ejemplo para lo bueno y para lo malo, publica frases, o fotos con frases, y le gusta que le pongan un like. De hecho, a veces, me ponen más likes que libros vendo y eso es la realidad, es el momento instantáneo, que no quiere decir que sea ni bueno ni malo, es sencillamente el mundo que nos ha tocado vivir. Hay personas que se dedican a subir vídeos de perros, de gatos, de cómo hacer una tortilla, de cómo sacar unos abdominales perfectos con una silla y en cinco minutos y hay quien puede llegar a vivir de todo esto porque sabe moverse en este mundo digital que es el futuro. Uno, por suerte o por desgracia, es un dinosaurio digital, ¿que se puede aprender? Por supuesto. Pero competir con las generaciones modernas es otra historia. Como yo les digo a mis alumnos y alumnas: en ocasiones no triunfa el más fuerte o inteligente, sino quien mejor sabe adaptarse al medio y a los cambios. Más o menos es lo que dijo una vez Charles Darwin. El futuro comienza con el presente y el pasado es otra historia.
Canción: Fuera de lugar, de Revólver.
Lectura: Camino Viejo, de un servidor.
En fin, que ustedes lo lean, lo pasen y lo paseen bien.
No perderás lectores mientras digas verdades. La gente está harta de mentiras. Y que lean tu ‘Camino Viejo’ y ‘La chica del paraguas’ y ‘Cascabelario’. Nunca es tarde para disfrutar leyendo. Ni para la paz, la sensibilidad y el respeto.