Llega octubre, el décimo mes del año, el que ya despierta la flor de la primavera de los décimos de lotería, el mes del cambio de esa hora que nadie sabe a ciencia cierta si no es por el móvil que lo hace de manera automática, si es un pasito palante María, un pasito patrás; que sí, que todo el mundo sabe lo que hay que hacer, pero que todo el mundo lo duda y se lo plantea en algún momento, y claro, si el cambio de hora llega a final de mes, pues en esta sociedad de precuelas, pues como que ya están las actividades extraescolares como si no hubiera un mañana y las deportivas poniendo sus horarios de partidos a la hora de la matinera porque como el día se acaba a las doce, rollo Cenicienta de tardeo, pues como que hay que hacer madrugar un sábado porque, en el fondo, el deporte mola, es sano, es vida; pero mala vida es que te hagan madrugar un sábado, después de una semana letal, para llegar con una hora de antelación a un partido que se juega a las diez.
A ver, que sí, que a todo sí, pero que no hay necesidad de vivir con ese estrés, que no hablamos de profesionales, y que luego está el rollo ese de la conciliación familiar y la reducción de jornada laboral. ¡Pero si los alumnos de instituto trabajan de gratis siete horas a la semana (8:00 AM- 15:00 PM)! Que hasta se pasan del Meridiano. Pero que ellos no tienen reducción de jornada y luego entrenamiento y al día siguiente, a la salida del sol, partido. Que a ver, que antiguamente a la salida del sol sólo se realizaban los duelos, pero que los duelos no tenían que estar una hora antes para entrenar; pero que el mundo hoy, ahora, es una agenda.
Una agenda que ha de estar completa, cada hora del día ha de tener una actividad, de lo contrario como que estás perdiendo el tiempo, como que no exprimes la vida, como que vive la vida como si fuera el último día, pues claro que lo va a ser, si a ese ritmo se me acaba ya, que me va faltando el aire.
Pero que si se me acaba, que no llamen a la ambulancia, que en este mundo de paso de todo, pues que no dejo pasar a la ambulancia aunque esté con la música de Hip hop y las luces bacalas a toda mecha (¡jo! lo siento como que le meto una «r» y me sale el «Barcala, patinetes para la tercera edad» con sirenas y luces por si apremia el instante). Que sí, que la otra mañana veo una ambulancia en una rotonda en plan emergencia y la peña siguiendo a su rollo en la rotonda y sin dejarle paso. Que no sea un familiar tuyo quien va dentro. Pero es que las mañanas son letales. A ver, que yo entiendo que hay que cumplir un horario, pero que salgas antes. Que lo que no puede ser es que si tu escolar tiene que estar a una hora X en un lugar, pues que salgas a X-5 minutos, porque te va a pillar todo el tráfico del mundo, y si llueve, ya olvídate porque en Alicante, en el fondo y aunque nadie lo sepa, somos ciudadanos Gremlins, vamos, que si nos mojamos nos transformamos en nuestra peor versión y coche al canto y colapso total. Luego pues a ver si hubiera una mayor dotación y menos móviles en las entradas a los coles y se estuviera más pendiente del tráfico que de ver Instagram o lo que sea, pues agilizamos, no paramos y hasta parece que todos somos solidarios.
Solidarios pero hasta cierto punto, porque llega un momento en que la paciencia también debería cotizar de algún modo o de conciliar o de yo qué sé, porque si la semana pasada decíamos de los fontaneros, pues ahora va y me cuentan que para terminar la inacabada obra en cuestión ha de llegar el albañil y llega con ladrillos más grandes de lo normal y en lugar de cortarlos pues, vaya, otra semana que en lugar de resolver la cuestión «me piro vampiro». Y sólo trabajo de mañana. Para que luego digan que el tamaño no importa y el horario tampoco. Menudo seguro más inseguro.
El negocio de los seguros y eso de relegar responsabilidades mola mucho, que luego nadie se responsabiliza de nada ni de nadie y nadie te coge el teléfono o no sabe nada de nada. Claro, si la ESO la regalan, no van a regalar la carrera de seguros, que no sé cómo se consigue, entiendo que por algún curso o algo parecido. Un día de furia (1993), interpretada por Michael Douglas refleja el hartazgo de tanta estupidez. Es increíble cómo todo se ha ido al traste porque, en verdad, nadie te soluciona nada y si la cosa es algo farragosa, pues a la página web y hazlo por ahí, descárgate la aplicación y arreglao. Que el otro día me cuenta un amigo que estuvo en un lugar de cuyo nombre no quiere acordarse y tenían los teléfonos descolgados. Normal que te vuelvas loco intentando comunicar. «Esta llamada puede ser grabada, pues nada, graba la banda sonora que va a estar sonando. «En estos momentos nuestros operadores están ocupados permanezca a la escucha». Si les cobraran a ellos por hacerte esperar, verías qué poca música resuena en tus oídos.
El otro día vi un vídeo de esos tan chulos que me salen solos en el que un chico, bueno no sé si era chico, o chica, o chique, o no binario, o no lo sé, porque como en el Toys R Us me pierdo entre juguetes, juguetos y juguetas, de tanta exposición alternativa al genoma XX y XY… Sólo que decía que sus padres tenían que mantenerlo porque él no había decidido nacer, que eso había sido cuestión de sus progenitores y que él no había decidido venir al mundo. A ver, aquí hay que ser políticamente correcto y vamos a dejar que la naturaleza siga su curso, y como la naturaleza es sabia pues que actúe en consecuencia. Pero lo más lógico es que si él no había decidido nacer pues nada, no pidas derechos si te quejas y que no te alimenten, ni te vistan, ni se preocupen por ti, y esas gafotas que llevas que costarán una pasta para que te puedas grabar en video, en un móvil que tus padres habrán comprado y pagado su conexión a Internet para que tú digas todas esas chorradas pues nada, pues que te lo quiten todo y pasarás a ser un montón de células en algún rincón perdido en el tiempo. Pero desde el amor, porque tú has dicho que nadie eligió que nacieras, que hay que ser desagradecido. Con la cantidad de familias que desean tener descendencia y las pasan canutas para que luego te salga un supuesto completo idiota.
Bueno, cambiando de tercio, que acaba septiembre, para uno un mes especial: mi hermano pequeño cumple un año más, pero mi hermana pequeña se quedó con un año menos hace 15 años. El 28 de septiembre es su cumple y siempre me tomo una licencia, una pequeña licencia poética para ella, entiendo que la respeten.
Que el tiempo tan solo sea una escalera, que las caricias del alma huelan a tu piel, que emborraches de tus latidos mi corazón, que vivas allí feliz, que vivo aquí sin ti infeliz, que tengo tu zapato de Cenicienta en mi corazón, que subiré corriendo cualquier escalón, que no busques allí excusas para verme, que no tengo miedo, que te tengo mi vida abierta, que te encontraré, que tengo mi fe en ti a todas horas despierta, que te quiero, que te quiero aquí en este mi mundo perdido. Perdido sin ti. Para Estíbaliz. - Bruno Francés Giménez. Todos los derechos reservados.
Y lo dicho, a pesar de la vida ésta de capricho en sí misma, el sábado 5 de octubre en la librería Pynchon & Co., a las 12.00 horas, don Ramón Gómez Carrión, profeta de mi destino en La verdad en el año 1996, profesor de la propia vida, hará de maestro de ceremonias en una presentación de un poemario para todas las edades. Un honor que se siente una vez en la vida. Un grande presentando a un pequeño. La palabra gracias se inventó para momentos como estos. No sé si vendrá mucha gente, quizá no, pero estaremos los que una vez soñamos con, a pesar de todo, ser personas allegadas y, quizá, a estas alturas de la vida, luchamos por serlo. Luego está la literatura, pero sin lo de antes, las letras carecen de sentido.
Canción: Livin’ On a prayer.
Libro: Cascabelario, de un servidor.
En fin que ustedes lo lean, lo pasen y lo paseen bien.
Me gustaría contagiarme de tu divina locura. Gracias y un fuerte abrazo.