Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Al paso

No seas imbécil y cumple los mandamientos (IV)

Moisés con las tablas de la ley pintado por Rembrandt (Fuente: Wikimedia).
Serás feliz porque al encontrarte con Dios te encontrarás a ti mismo en tu mejor versión.

La religión no es el opio del pueblo. Y si lo fuera, merecería la pena y no como el comunismo, que aspiraba a ser opio bueno y sólo ha sido, desde el inicio, la opresión y la muerte del pueblo, de todos los pueblos y de millones de hermanos que se dejan embaucar por al marxismo ateo, el marxismo que fusiló a Dios en Moscú, en una mañana gélida de enero de 1918, al día siguiente de que un tribunal presidido por un loco dirigente amigo de Lenin, el comisario de Instrucción Pública, Anatoli Lunacharski, lo condenara a muerte por genocidio. (Cien años más tarde, en septiembre de 2018, el Parlamento Europeo, prácticamente por unanimidad, condenó a los regímenes nazis y comunistas, por igual, como criminales y genocidas. Yolanda Díaz y su marxistizado compañero Pedro Sánchez, amigo también de nac(z)ionalistas separatistas catalanes y vascos, de derechas o de izquierdas, qué más da, nos engañan visitando al papa Francisco, máximo representante de Dios Jesucristo en la Tierra).

Hago esta introducción a Los diez mandamientos para dejar claro, desde el principio, lo que pretendo con este escrito: que hay que ser listos y no imbéciles a la hora de elegir entre los mandamientos de Dios y los engaños de comunistas y capitalistas desmadrados (los hay creadores de riqueza, de empleos y de bienestar social, aunque hacen falta muchos más). La meta humana es alcanzar la justicia social. La meta religiosa es hacer la voluntad de Dios, el Creador, y alcanzar la justicia social por añadidura.

El cristianismo no se agota en el Credo y los mandamientos. Pero a ver si entendemos una cosa: el Credo y los mandamientos no están para hacernos infelices, sino todo lo contrario. Los cristianos tienen la obligación de ser alegres en los momentos buenos y en los malos; en los buenos (hay que disfrutar a tope de lo que Dios nos ha dado y también de lo que los humanos nos damos: buena música, buena literatura, buenos bailes, buenos alimentos, buenos hijos, buenos hermanos, buenos padres, buenos abuelos, buenas fiestas, buenas peregrinaciones, buenos viajes) y en los malos, que de todo hay en este valle de lágrimas y que los sufrieron también Jesucristo y su Santísima Madre, que no hay mal que cien años dure y luego viene el cielo para toda la eternidad, que no es moco de pavo.

Lo que nos piden los mandamientos es cosa más que llevadera. ¿Es acaso duro ‘amar a Dios sobre todas las cosas y santificar las fiestas’? Es simplemente ser agradecidos.

Charlton Heston como Moisés en la película «Los diez mandamientos» (1956).

Otro mandamiento: ‘Honrarás a tu padre y a tu madre’. ¿Hay algo más sagrado y bonito que querer a tus padres, que te han dado la vida junto con Dios y con la vida todas las demás cosas? Lo que pasa es que, en ocasiones, hay que sacrificarse un poco por ellos, como cuando enferman o se hacen muy mayores y achacosos. Pero hay que sacar lo mejor de nosotros para estar siempre a su lado. Ese orgullo sano y santo nos debe mover. La vida no es un camino de rosas, pero en las dificultades se gestan las grandes personas y se gana uno el cielo. Lo de aquí son cuatro días. Para santa Teresa, ni eso; “una mala noche en una mala posada”.

Quinto mandamiento: ‘No matarás”. Este mandamiento tiene miga. Creo que de tan evidente, en un principio, resulta el que menos se cumple; el que nos trae por la calle de la amargura a la humanidad. Desde el principio; desde Caín y Abel las muertes no han cesado. Y ahí seguimos, con Rusia y Ucrania; con Israel y Palestina; con las dos Somalias y con los inacabables conflictos en África; con la interminable sangría en Haití… Y con los abortos, unos veinte millones cada año en el ‘planeta azul’ teñido del rojo de sangre inocente, sangre de bebés no nacidos y asesinados en el vientre de sus madres, entre cuatro paredes donde practican ‘salud reproductiva’ unos médicos ‘nacidos’ o hechos para salvar vidas y convertidos en matarifes con el aplauso de partidos políticos y de colectivos que se proclaman feministas y que aplauden el último atentado a la dignidad del hombre y de la mujer: incluir en la Constitución de Francia el aborto como un derecho fundamental de la mujer. Si ya es discutible una legislación ordinaria para despenalizar el aborto en determinadas circunstancias, llevar a la Constitución el derecho a matar inocentes es lo más degradante de la condición humana. ¡Y lo aplauden y celebran como un hito histórico, ejemplo para todas las naciones!

Definitivamente nos estamos volviendo locos. En lugar de legislar e invertir en educación sexual responsable para evitar embarazos no deseados, se hacen leyes absurdas que dañan la formación de la infancia, la adolescencia y la juventud. Podrían, a la vez, crear centros de salud reproductiva auténtica para acogida de mujeres con embarazos no deseados prestándoles todo tipo de ayudas materiales y psicológicas; podrían crearse maternidades donde ser atendidas mujeres que se sientan dispuestas a proseguir sus embarazos y decidir, al final, si se quieren quedar con sus hijos o darlos en adopción, recibiendo toda clase de ayudas. ¿Lo tendrá en cuenta la nueva Ley de Familias, ya aprobada en Consejo de Ministros y pendiente de pasar por las Cortes? Es preciso proteger a todas las familias y especialmente a las numerosas. Ya es hora de hacer efectiva la conciliación laboral y unas prestaciones económicas por hijo, pero realistas. No sólo está en juego la familia, sino la solución del problema del descenso de la natalidad y el consecuente envejecimiento de la población.

Termino hoy pidiéndote y pidiéndome esto: no seas imbécil y cumple los mandamientos; serás feliz porque, al encontrarte con Dios, te encontrarás a ti mismo en tu mejor versión. (Continuará).

Posdata: pregón de la Semana Santa de Cuenca

Se llenó la sala Ámbito Cultural de El Corte Inglés para disfrutar del tradicional pregón de la Semana Santa de Cuenca que organiza Amigos de las Casas Colgadas Casa de Cuenca, que preside Antonio Buendía, un conquense que lleva multitud de años al frente de un colectivo que contribuye con su alicantinismo adoptivo al engrandecimiento de las relaciones entre Alicante y la vecina provincia manchega. El escritor Julián Montalbo Cortinas fue el pregonero de unas fiestas religiosas que tienen el distintivo de Interés Turístico Internacional por la riqueza artística de sus imágenes, por la singularidad de sus pasos, la grandeza del paisaje urbano y también por la originalidad de una de sus representaciones pasionarias, la denominada Procesión de las turbas, en la que miles de nazarenos llenan de sonidos de tambores, clarines y palillos la madrugada que abre los cortejos del Viernes Santo. El fragor es tanto que, desde hace muchos años, algunos turistas clasificaron este acontecimiento como La procesión de los borrachos, una denominación que no gusta a los conquenses, pero que lleva turistas a la ciudad clavada en una montaña, entre los ríos Júcar y Huécar (a éste se asoman las Casas Colgadas) y que conquistó Alfonso VIII antes de la batalla triunfal de las Navas de Tolosa. El pregonero ilustró su charla, muy poética, con imágenes de los desfiles pasionarios conquenses.

Ramón Gómez Carrión

Periodista.

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