Quizás todo dio comienzo aquel día en el que casi sin darnos cuenta concedimos que la Navidad dejase de celebrarse como siempre y trasladamos su altar y su ceremonial a unos grandes almacenes, aquel día que nombramos sacerdotes de la natividad católica a los responsables de aquel hipermercado. Quizás todo empezó cuando aceptamos la parte por el todo y vimos, tan bien, tan moderno, que la Navidad empezase oficialmente en la fachada de aquel lugar con reminiscencias de nombre extranjero. Ya es Navidad en el Corte Inglés, ¿recuerdan?
No era el fin de las clases en los colegios, ni la llegada del frío y la nieve, donde había frío y nieve, con sus postales naif en blanco y negro. Ni el dulce, ansiado y envolvente olor de la masa de los dulces de Navidad en las casas, en los hornos de toda la vida. No era tampoco el recuerdo gastronómico de los alfajores y los mantecados, ni los rollos de canela, tampoco los suspiros, cordiales, el tan nuestro licor café, ni tampoco la vuelta a casa como anunciara aquel turrón almendrado tan de aquí, como tampoco lo eran las matanzas que daban sustento todo el año, ni las cenas en familia. Eran, solo, casi exclusivamente, las luminarias de aquel centro, con su liturgia y todo.
Otro día, casi también sin darnos cuenta, concedimos que las luces de esa fiesta de paso se anticiparan tanto que se emparejaran con la primera caída de las hojas de los árboles, que la carrera por adelantar esas luminarias de anunciación en las calles de nuestras ciudades compitiera con el cielo estrellado del mismo otoño y fueran tantas y tanto el empeño por llamar la atención que ya casi parecía que la Navidad era medio año.
Pero siempre quedaba ese punto final, ese atracón final, tan nuestro, esa noche de ilusión en la que llegaban los regalos envueltos en meses de espera, de cartas que parecían más una suerte de felicidad inabarcable e inaplazable que otra cosa. Ese día mágico, de noche tan larga que parecía eterna, lo había aguantado casi todo. Había aguantado, por ejemplo, los embates de otras culturas y otras tradiciones que competían con la ventaja de la modernidad. Había aguantado, agrietado pero firme, la impostura de aquellos otros regalos primerizos e impostores.
Pero, ahora, de pronto, nos hemos caído del caballo y ya sabemos que los Reyes Magos tampoco son ya lo que eran. Y sabemos que tampoco las Cabalgatas que precedan a la noche en la que los sueños se confunden con los propios sueños, son cuando tienen que ser. Ahora, una simple amenaza de lluvia, ha conseguido lo que nunca pensamos sucedería. Que un montón de alcaldes y alcaldesas hayan decidido adelantar 24 horas su Cabalgata de Reyes. Que se celebren un 4 de enero y no en la tarde-noche del día 5, la noche de Reyes, con el tiempo justo de la duermevela que precede a la dulce espera, no parece cosa menor.
Y es que en realidad y desde hace ya algún tiempo los Reyes ya tampoco son lo que eran. Los Reyes Magos parece que son cada vez más los padres. Lo que interesa a los padres. Que los niños y sus pequeños sueños son aquí, como en tantas otras ocasiones últimamente, casi lo de menos. Casi se diría que los sueños son los sueños… de los padres.
Feliz Año Nuevo cada día… Gracias. Yo sin culpar a centros comerciales o emresas, siento que en mí el espíritu de la Navidad del Amor e ilusiones compartidas anida en mí, y en mis acciones cada día, gracias al hermanamiento en familia sembrado por mi madre y mi padre… La familia a proteger de los ataques sectarios… Coincido en que las inclemencias meteorologías (excusa que desvirtuar nuestras tradiciones enraizadas en los sentimientos) son una excusa negativa para contagiar la solidaridad y generosidad, simbolizada por los Magos de Oriente que llegan siempre cuando llegan, siempre la víspera del 6 de enero, si el fin primordial es transmitir a niñas y niños el mensaje de la generosidad incondicional de los Reyes Magos…
PD: Proteger y proteger tanto a los pequeños, de la lluvia, del frío y de supuestos traumas emocionales, abundará en seguir debilitando sus sentimientos solidarios, hasta que un día ni van a saber respirar ni caminar por la vida con Amor y generosidad…
Felicidad con nuestras acciones cada día…