El anuncio del Gobierno de impulsar la reanudación de los trabajos de la estación intermodal se ha encontrado con la reacción del alcalde, Luis Barcala, que pide más y no una medida demasiado escaparatista, lo que ha obligado a entrar en acción a Ximo Puig para recordar que el tranvía podría llegar a la terminal como se dijo hace dos décadas.
Pocos días antes de la Cabalgata de Reyes de 2009, unos albañiles, expertos en la excavación de túneles, se despedían en la barra de un bar, entonces cibercafé, junto a una farmacia, frente a la Estación de Madrid, al final de la avenida de la Estación. Se daban los últimos saludos, porque su misión había acabado. Al día siguiente marchaban hacia Asturias a escavar otro túnel ferroviario, el de Pajares. Por entonces no trascendió que habían acabado el túnel del tranvía que desde la plaza de los Luceros llegaba justo a la avenida de Salamanca, bajo el aparcamiento. Apenas quedaban 100 o quizá 150 metros hasta la estación natural del tranvía en la terminal de trenes prevista como intermodal para que el viajero que llegara en el futuro en AVE pudiera coger en los andenes de al lado el tranvía que le llevara a la playa de San Juan, El Campello o incluso Benidorm.
Pero no. Se optó por dar realce a la grandiosa estación soterrada de Luceros para presentar el tranvía que desde debajo de la fuente podría llegar a las puertas del campus sanvicentino, al centro de salud de San Vicente, a El Campello o incluso a Benidorm y a Dénia. Como no se sabía muy bien cómo quedaría aquello de la estación intermodal anunciada en noviembre de 1997, esto es, tren de alta velocidad, ferrocarril convencional, tranvía y terminal de autobuses, pues se prefirió realzar la estación tranviaria de Luceros, a modo de terminal de metro, igual que Madrid o Valencia.
Como ha quedado tan cutre la estación de Alacant terminal, son muy pocos los viajeros que se percatan que entre los andenes del AVE, que a alguno se les pasará la fregona, y los paralelos supervivientes de la antigua estación hay una tierra de nadie donde entre gravilla y gravilla crece la maleza. Ahí algunos quieren suponer que algún día llegará el tranvía que por un lado irá hacia Luceros y por el otro hacia La Florida, puede que al aeropuerto de El Altet pero desde luego, cabría la posibilidad de que llegara incluso a Elche. Así lo anunció Francisco Camps. Al menos eso es lo que se dijo hace algo así como 15 años. Pero de eso ya nadie se acuerda.
Lo cierto es que esos genios que se han inventado lo de los viernes sociales, o sea, medidas adoptadas por los consejos de ministros del gobierno que llevará a España a otras elecciones generales y que hasta que llega el 28 de abril debe continuar con la gestión gubernamental, esos genios, en fin, decidieron continuar con las medidas adoptadas hace un par de años para que la sociedad AVANT, un ente administrativo formado en un 25% por el Ayuntamiento de Alicante, otro 25% por la Generalitat y un 50% (25% ADIF, 25% RENFE) por el Gobierno, pudiera evitar la bancarrota y caminar hacia los objetivos por los que nació: esto es construir una estación intermodal donde cupieran debajo las vías de los trenes AVE, los Alvia y los tranvías, y arriba, sirviendo a la vez de techo de la estación ferroviaria y suelo de la terminal de buses, la estación de autocares. Es decir, la tan ansiada estación intermodal. Hace más de veinte años se dijo que todo se pagaría con la venta de los edificios que se construirán alrededor del parque que, como en Valencia, iba a sustituir a los antiguos raíles, que estarían ahora debajo.
Igual que en Valencia, el tiempo y la crisis dejó paso a las terminales provisionales. Pero a diferencia del cap i casal donde la idea de un parque central en superficie y una estación pasante soterrada ha continuado, aquí se ha dejado y dejado pasar el tiempo hasta que el viernes 22 de marzo se aprueba una adenda, un añadido al convenio de 2003, ese del que todos coinciden que está obsoleto. De este modo, se permite continuar con una estación que no se sabe muy bien qué es, pero de la que no se habla de la solución final, ni de la continuidad o no de las vías por la primera línea de costa de San Gabriel y, por supuesto, nada de nada de la continuidad hacia el aeropuerto de El Altet, donde una vez más hay que recordar que está construido el cajón de hormigón para que un día albergue el apeadero o estación del AVE con la idea de que Alicante, Elche y Murcia estén conectados con el Altet mediante la alta velocidad ferroviaria.
Luis Barcala, el alcalde de Alicante, que ha demostrado que tiene reflejos, al menos bastante más que sus opositores electorales, se da cuenta de que la medida ni arregla ni soluciona ni permite algo parecido a un apaño. Denuncia la situación ante la perplejidad no sólo de los ediles de Compromís, del PSOE y de los restos de la Plataforma Renfe, aquellos vecinos audaces que defendían un buen arreglo para la llegada del AVE compaginado con un parque central, a la imagen de Valencia. Barcala dice que lo anunciado es una torpeza y que lo firme su tía.
Ximo Puig, asustado ante la reacción de Barcala, y temeroso de que la medida en lugar de ser un acicate para el voto, el suyo y el de Sanguino, sea su tumba política, recuerda que el tranvía puede llegar a la Estación de Madrid, en lugar de quedarse en Luceros, bien cierto que ni hoy ni mañana, en los próximos cuatro años, claro. Así se escribe la historia. Oiga, oiga, que el tranvía puede continuar hasta más allá y el infinito. Oiga, que el túnel está hecho. Que sólo queda por cruzar la avenida de Salamanca y un poquito más. Ni siquiera eso ha dicho.
Con este tipo de personajes es como ha crecido tanto no sólo la abstención y el escepticismo hacia los partidos políticos, cuarenta años después de los cuarenta años, sino la posibilidad de que Vox, sí Vox, la ultraderecha, tenga una representación importante en las instituciones municipales, autonómicas y estatales.
Esta es la historia de Alicante, mientras en el cap i casal, que sufre de la misma calidad de gobernantes, al menos aspira a tener algo parecido a una estación decente. Qué mal, pero qué mal se han hecho las cosas.
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