Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Debatiendo

Navidad, ¿cuál de ellas?

Fotografía: Matches21 GmbH (Fuente: Pixabay).

Otro año más estamos en tiempo de Navidad. Una época de carácter festivo en casi todo el mundo, no sólo en los países de raíces cristianas. Para casi todos la oleada de odio fratricida de unos contra otros, resultado del maniqueísmo de los supuestamente ‘buenos’ contra los considerados ‘malos’, se interrumpe porque es Navidad. Aquí, en España, la celebración de la Navidad es ocasión de hacer y recibir regalos; de tomarse unos días de descanso, de pasar más tiempo con la familia, etc.

Todo se llena de luces: las calles, los comercios y las casas. Semanas de compras en las que la publicidad redobla las ofertas de miles de artículos que, bajo la apariencia de proporcionarnos la felicidad que añoramos acabarán con nuestro dinero convertido en cosas, inicialmente brillantes como luces de bengalas, pero que, poco después, la realidad nos mostrará que se trata de unas cosas más que, al igual que la bengala convertida ya en palitroque chamuscado, lejos de mantenernos felices han incrementado más nuestros deseos de felicidad.

No nos parece mal esta Navidad inventada por los hombres. Muchas veces, a la vista de las penas y desgracias que, queramos o no queramos, escapan a nuestro control y nos agobian, nuestros corazones se muestran propensos al pesimismo y a la tristeza. Y cunde en nuestras almas el desánimo. Rodeados de terrorismo y de violencia por doquier, con innumerables personas que en el mundo entero carecen de lo más necesario para llevar una vida humana digna; y cuando se deja al arbitrio de los nacidos el que los no nacidos puedan llegar a nacer o sean condenados a morir en el vientre de sus madres, la tregua de la Navidad, como periodo para fomentar el amor recíproco y la solidaridad entre todos los hombres, es una necesidad. Y eso aunque esa Navidad se viva de espaldas a Dios y al precio de vaciar nuestros bolsillos en beneficio del comercio y del consumismo irracional.

También esta Navidad tiene efectos positivos y provechosos. Pero no debemos dejarnos deslumbrar por esta Navidad de marketing que ciega nuestros ojos para preguntarnos: ¿Es ésta la verdadera Navidad de los cristianos, a los que, a tenor de su nombre, hay que considerar creyentes en Cristo? ¿Cuál es, para los que han recibido el don de la fe cristiana, el auténtico significado de la Navidad?

Hace ya más de veinte siglos se realizó la llegada de Dios al mundo. Se realizó sin luces y silenciosamente. Solamente una estrella lo anunció a los sabios de la época.  Sólo los ángeles de Dios y un pequeño grupo de personas humildes —los pastores de la aldea de Belén— compartieron con  la Madre de Dios hecho hombre, la Santísima Virgen María y con San José, su padre putativo, el gozo del nacimiento de Cristo. También hoy la venida del Señor se realiza sin algarabía de luces y sonidos.

El Papa emérito Benedicto XVI, en su homilía de Navidad, el 25 de diciembre de 2008, dijo: “Donde hay fe, donde su palabra se anuncia y se escucha, Dios reúne a los hombres y se entrega a ellos en su Cuerpo. Él viene. Y así el corazón de los hombres se despierta. El canto nuevo de los ángeles se convierte en canto de los hombres que a lo largo de los siglos y de manera siempre nueva cantan la llegada de Dios como niño y se alegran desde lo más profundo de su ser”.

Cada Navidad ha de ser, para los cristianos coherentes consigo mismos, un nuevo y especial encuentro con Dios que se ha hecho hombre como nosotros. Siempre, pero especialmente en Navidad, los cristianos han de permitir que la luz y el amor de Emmanuel, Dios con nosotros, entren a fondo en sus almas y ocupen todo el espacio de sus corazones: la solidaridad y el amor por los demás, familiares, amigos, conocidos y también desconocidos, vendrán incluidos en ese encuentro con el Dios hecho niño y nacido de Santa María.

La verdadera razón por la que los cristianos podemos celebrar alegremente un año más la Navidad es el nacimiento del Señor Jesús, que ha venido de nuevo a instaurar en nuestros corazones un reino de amor. Ante tanto olvido de Dios y tantos egoísmos, más o menos encubiertos en buenas palabras y en luces que deslumbran y distorsionan la visión de la realidad, el niño recién nacido viene a recordarnos por enésima vez que vale la pena redoblar nuestros esfuerzos para sembrar con mayor abundancia el amor en las relaciones humanas. Únicamente el niño Dios, la Felicidad con mayúscula, Felicidad que, introducida históricamente en este mundo nuestro, es capaz, como la levadura que hace fermentar la masa con que se mezcla, de hacer felices a todos los hombres.

En su infinita bondad, el Dios, cuyo nacimiento como perfecto hombre celebramos cada 25 de diciembre, ha querido contar con cada cristiano para la siembra de la alegría y felicidad en todos por medio del amor. Cada cristiano tiene el derecho y el deber de “contagiar la enfermedad del amor recíproco” a todos y cada uno de quienes se muevan en su entorno vital. Ese será, sin duda alguna, el mejor modo de celebrar la Navidad este año 2022.

José Ochoa Gil

José Ochoa Gil es abogado y colaborador de “La Verdad” y el seminario “Valle de Elda”, y en Alicante con la revista trimestral “Punto de Encuentro”, editada por CEAM Parque Galicia.

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