Jesucristo predicó durante tres años un Evangelio para una Humanidad levantada sobre los cimientos del amor a Dios y al prójimo. Todos hermanos, hijos de un mismo padre, creados para compartir el disfrute del universo y especialmente el maravilloso planeta Tierra mientras esperamos el tránsito al más allá, a una vida eterna en el paraíso celestial. Sus seguidores tenemos el compromiso de la solidaridad a toda costa sobre todo con los más necesitados. Lo exige Cristo en el sermón de las bienaventuranzas y en aquel otro pasaje de San Mateo en que nos advierte de que, al final de nuestras vidas, seremos juzgados y que solo entrarán en el reino de los cielos aquellos a los que pueda decir: “venid, benditos de mi Padre porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, estuve enfermo o preso y me visitasteis… Cuando lo hicisteis a vuestros prójimos a mí me lo hacíais”.
Me vinieron a la memoria esos pasajes evangélicos (hay otros muchos de semejante contenido) al escuchar en directo unas palabras de Pedro Sánchez en la rueda de prensa tras la videoconferencia de presidentes (del Gobierno y de las autonomías) el pasado domingo, día 7: “Nada se puede construir sobre el odio”. Coronaba con ellas una serie de reflexiones animando a todos y a todas a remar juntos, hermanados para vencer la endemia del coronavirus y reconstruir el país tras la presente crisis,
Fue otra de las ruedas de prensa y propaganda sancho-socio-comunista a que nos tiene acostumbrados el muy insomne, mentiroso y trilero todavía presidente de (en teoría) todos los españoles. Mientras siga aliado con los comunistas antidemocráticos de Podemos y haga pactos con los herederos de ETA y siga tragándose las bravatas de los independentistas catalanes, haga el favor de no hablar sobre la reconstrucción de España sin odio. Desde que Zapatero volvió a remover el guerracivilismo, las cosas han ido de mal en peor para el PSOE y para España.
España no odia a los españoles de Cataluña, ni siquiera a los líderes independentistas, una élite regional privilegiada, sobre todo económicamente (intelectualmente deja mucho que desear), a la que se le ha metido entre ceja y ceja un racismo venenoso trasladándolo de forma torticera a las nuevas generaciones de catalanes con el beneplácito de los sucesivos Gobiernos del PP y del PSOE que han sido y siguen siendo ciegos al no recuperar para el Estado las competencias exclusivas en Educación.
Si nada se puede construir (estoy totalmente de acuerdo con Pedro Sánchez) sobre el odio, vamos a ser consecuentes y no pactemos con los generadores de odio, como los comunistas y los independentistas.
Otra España es posible con el entendimiento entre los dos grandes partidos en lugar del enfrentamiento cainita actual que solo nos llevará al fracaso económico y moral. Sánchez y Casado tienen una enorme responsabilidad. Casado tiene que entender que la formación de Gobierno corresponde al partido más votado y que no se puede arrojar a Sánchez a los brazos de Pablo Iglesias. Nunca es tarde para hacer lo mejor para España. Hay que hacer lo imposible para cambiar la situación actual. Por lo menos hay que intentarlo. No basta con buenas palabras por parte de Sánchez. ¿Es que no hay gente valiosa en el PSOE y el PP para propiciar un Gobierno de salvación nacional? Sería un revulsivo definitivo para acabar con la actual carrera de odio que se masca en el Parlamento y en las redes sociales. No solo desaparecería el odio sino que renacerían la fe, la esperanza y el amor que, aunque algunos jovencitos lo ignoren, brotaron con fuerza con la Transición.
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