Hay personajes que pareciera que solo viven del escarnio. Se diría que solo se alimentan del ruido que aventan a su alrededor. Y que lo suyo es crecer envueltos en la polémica, en la confrontación y en la pelea constantes, en la provocación más descarnada, sin calcular el daño que provocan a las víctimas, y que solo así son capaces de contar los días y los años. El nuevo obispo de la diócesis Orihuela-Alicante, José Ignacio Munilla, por lo visto, oído y leído, parece uno de esos histriónicos personajes sacados de las catacumbas de nuestra peor historia.
Eso que tan propio lo vemos y hemos asumido suceda en el terreno de la política, del deporte incluso, que lo hemos aceptado como un mal menor, traspasa a veces a otros campos más escurridizos, y puede que más peligrosos, por apelar a algo más primario como son los sentimientos religiosos. Es lo que parece está a punto de ocurrir con el nombramiento del nuevo obispo de la diócesis Orihuela-Alicante, un hecho que antes de hacerse efectivo el próximo mes de febrero ya parece tener asegurada la formación de un ejército de defensores y contrarios dispuestos a la par para la pelea y la disputa.
Mirando y leyendo estos días algunas de las notas biográficas, del historial y comentarios que ha suscitado la marcha del obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla, y su llegada a la diócesis Orihuela-Alicante, pronto te das cuenta de que el nuevo prelado encajaría como un calcetín en esa definición de provocador, ruidoso y pendenciero ideológico. Y que es justo esa condición la que hasta ahora ha conformado gran parte del personaje, cuya misión pareciera ha sido centrarse en su insistencia en clamar mayormente contra la homosexualidad y el feminismo, justo algunos de los temas sobre los que una parte de la propia Iglesia había empezado a levantar el pie del acelerador.
En este terreno, una de las opiniones que más me han llamado la atención es la definición que daba el párroco de Azkoitia, Félix Azurmendi, del propio José Ignacio Munilla el pasado 8 de diciembre en la revista Religión digital y tras conocerse su marcha de la diócesis de San Sebastián: “José Ignacio Munilla carece de la capacidad de escucha y acompañamiento que ha de caracterizar al pastor (…) Creo que no es un pastor. Puede ser el líder de un movimiento. Lo es. Pero no un pastor. Ha sido pastor de parte”. Como prueba de esto mismo la prensa local ya ha empezado a dar buena cuenta de algunos de los capítulos y declaraciones más chuscas del nuevo obispo a modo de advertencia de la pelea y el debate que a buen seguro está por venir.
Seguramente el ser capaz de albergar en su seno a gentes tan diferentes, tan distintas, tan de franciscana apariencia, de verbo conciliador, como el mismo papa Francisco, así como a otras tan intransigentes y excluyentes, como lo es el que se apresta a ser el nuevo obispo en Orihuela-Alicante, puede ser una de las pócimas secretas, uno de los ingredientes más importantes de la permanencia en el tiempo que es la Iglesia Católica.
Pero más allá de esta fórmula de éxito (justo ha sido el papa Francisco quien le ha nombrado) no es difícil vaticinar que se avecinan tiempos convulsos en la iglesia y en su nueva feligresía, pero, me temo, no solo. Porque quien lleva media vida provocando, seguramente, lo va a seguir haciendo aquí también. Es, parece, su sino. Su forma de predicar. El nuevo capítulo del espectáculo del cura-soldado, inserto en la vieja y rancia imagen inquisitorial del perseguidor de brujas y herejes de nuestra peor historia, parece estar a punto de recomenzar.
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Busco burrita impoluta
¿El Periodismo sensato y creíble debe conceder siempre el beneficio de la duda? ¿Juzgar y condenar sin escuchar al supuesto reo? Recuerdo hoy que para hacer seguramente reír y demostrar su ingenio a Neruda, el poeta Miguel Hernández generalizó con ocurrencia en sus versos, «sotanas satánicas», tal vez silenciando inconscientemente a parte de la cara salvaje de aquellos años de bestias, todos y todas, en ambos bandos por igual de satánicos…
La credibilidad se gana contrastando versiones opuestas, enfrentadas, desde la ley suprema del Periodismo: «Los hechos son sagrados; las opiniones, libres»… ¿También son libres las opiniones que no compartimos?
Gracias, Pepe López, por azuzar un cerebro inquieto, jamás sometido a pleitesías ni vasallajes…
¿Dónde quedan burritas blancas e impolutas como en Jerusalén?
Buscad una burrita sensata y envitaremos que pateen al nuevo obispo en el palmeral de San Antón…
Querido Pepe: Tengo información directa del pensamiento y de las obras del hasta ahora obispo de San Sebastián y no coinciden en absoluto con lo que dicen de él en la revista Religión digital, que me parece ha sido la base para tu duro artículo contra el recién nombrado obispo de Orihuela-Alicante, al que descalificas y atacas con palabras muy duras. La revista digital en que te apoyas es enemiga acérrima de monseñor Munilla y siembra dudas sobre su objetividad en descalificar duramente a un obispo al que nosotros deberíamos concederle la presunción de inocencia y esperar a ver cómo habla y actúa en nuestra diócesis. Te has declarado no creyente en algún artículo de Hoja del Lunes y es extraño tanto interés en descalificar a un obispo nombrado por el Papa Francisco para nuestra diócesis. No debe ser un peligro para los feligreses alicantinos cuando lo ha nombrado el Sumo Pontífice, tan admirado por la Comunista Yolanda Díaz y por el socialista Pedro Sánchez.