Demasiadas coincidencias, demasiados silencios. Cosas que parece nada tienen que ver entre sí, pero que están cosidas por la misma sensación de impotencia. De rabia. De regreso al pasado al que no quisiéramos volver, a esa viscosa realidad donde las amenazas, la incomprensión, el oscurantismo y la barbarie se enseñorean del paisaje y acaban fagocitando casi toda la realidad.
La amenaza. El colectivo ciudadano Unir Alicante ha escogido el lema “Mucho que perder, poco que ganar” para publicitar el acto que ha organizado para el próximo día 30 de octubre contra el neonato proyecto de los macrodepósitos en el puerto de Alicante, un proyecto de quita y pon pero al que una sentencia del Tribunal Constitucional da nuevos bríos, nuevos visos de amenaza y posibilidad. Baste leer la explicación que acompaña la convocatoria para calcular el grado de este sinsentido:
“Atención personas —dicen— que queréis a Alicante. Te va a interesar la charla informativa que hemos organizado para el lunes día 30 de octubre. En 1995 se quitaron por su peligrosidad contenedores de combustible del puerto, para lo que firmaron un convenio, entre otros, el Ayuntamiento, el Ministerio y el Puerto y se comprometieron a nunca más asumiéramos ese riesgo. Pues ahora estamos a punto de que nos coloquen 20 macro depósitos de combustible aún más cerca de las viviendas y de colegios que en 1995”
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Incomprensión. Silencio. Desorientación. De todo eso parece ir el manto de oscurantismo que rodea la negociación de la amnistía de la que todos especulan, parlotean, opinan sin saber, apuestan, como si el futuro de todo se decidiese en una tómbola de feria, de una mala feria con las papeletas marcadas, con la necesaria transparencia troceada y malherida. ¿Cómo es posible que algo tan divisivo se esté mercadeando en la más absoluta de las oscuridades, en la más pringosa de la mazmorras de la política? ¿Cómo es posible que quienes así lo defienden no expliquen, no digan? ¿Cómo es posible…?
Oscurantismo. Más vuelta al pasado. El pin parental parece que, definitivamente, ha llegado para quedarse. Esa moda neocón y de retrógradas reminiscencias que empezó como un cuerpo extraño inoculado en la política española lleva camino de adquirir rango de epidemia. De rancio integrismo, de intransigencia, de negacionismo de la realidad, una realidad que poco a poco va manchando a todas y cada una de las comunidades donde el PP necesita a Vox para gobernar, ahora que el partido ultra ha entendido que su futuro pasa por doblar la apuesta. La última, Baleares, antes Murcia. ¿Cuál será la siguiente? Vean o revisiten, si tienen ocasión, Inherit the wind (La herencia del viento) de Stanley Kramer para entender, film basado en la historia real de un juicio en EE.UU. contra un maestro por defender en clase a Darwin frente al creacionismo. Es solo el principio.
Pero todas estas realidades (la amenaza de los depósitos gigantes en Alicante, la amnistía silenciosa y vergonzosa que negocia con los independentistas Pedro Sánchez solo para seguir siendo Pedro Sánchez, los pines parentales de la vergüenza y el negacionismo de la realidad), palidecen, parecen casi nada, meras anécdotas, poca cosa, cuando delante de nuestros ojos asistimos con impotencia y rabia incontenible, con inmensas ganas de llorar, a la retransmisión en directo de la vuelta a la bar-ba-ri-e, al ominoso y calculado genocidio de miles de ciudadanos, de miles de niños inocentes, al bombardeo sistemático de hospitales, iglesias y escuelas como siniestro ejercicio de venganza promovido por un gobierno que se dice democrático. Puro terrorismo de estado.
Y todo, cierto, ante la mirada medio cómplice y cínica de eso que llamamos los líderes mundiales. Gentes como Joe Biden, como Ursula von der Leyen, como Rishi Sunak, el primer ministro ingles, que aplauden que el derecho a la defensa de Israel pueda contener el reguero de muerte y destrucción al que estamos asistiendo. Lo único que uno quisiera ya es gritar —impotente— en tiempos como éstos es que ¡Paren esta guerra!, ¡Dejen de matar niños como si diera igual!, ¡Dejen de matar inocentes! ¡Dejen de inocular el odio!, ¡No se comporten como sus verdugos!
Y, claro, he vuelto a ver Nacido en Gaza, el documental español rodado durante el ataque israelí contra la franja de Gaza entre julio y agosto de 2014, mal llamada “Margen defensivo”, que dejó un reguero de 507 niños muertos, más de tres mil heridos. Es la historia detrás de una cámara que sigue los pasos a diez niños gazatíes y que cuenta cómo es su vida entre las bombas, cómo luchan para superar el horror de la guerra, unos hechos que a la luz del inmenso dolor de hoy también nos puede parece demasiado poca cosa. Como los depósitos, como la amnistía, como el pin parental de Vox-PP. Como ese eslogan del principio, ¡Mucho que perder, nada que ganar!
Hamas y sus asesinatos a sangre fría es el hoy igual que la barbarie del ayer… ECUANIMIDAD SIEMPRE ECUANIMIDAD…
Israel país DEMOCRÁTICO con desarrollo económico imparable atrayendo investigadores vanguardista e inversiones de todo el mundo…. frente a DICTADURAS MUSULMANAS Y RADICALISMO DICTADURA TERRORISTA… Acaso la mafia siciliana o napolitana era garantía de una Democracia para el pueblo italiano…
ECUANIMIDAD SIEMPRE ECUANIMIDAD EN DEMOCRACIA…
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