No picar, morder, más bien, es lo que vemos en el escenario político actual. Cara perpleja es lo que ponen los que me escuchan decir que la extrema derecha es el mejor aliado del actual Gobierno para seguir en la poltrona y, sin embargo, parece evidente, la migración y los menores son ahora la estrategia del momento.
La llamada extrema derecha es el aglutinante necesario para que se unan todos contra el fuego y lo que facilita cualquier estrategia de división para quien esté aliado con ella. Muchas autonomías y alcaldías sufren hoy la forzada decisión de romper pactos para demostrar unos, que son inflexibles en sus dogmas y otros, que son humanos por encima de dogmas. Cosas de la política.
En verdad, el problema no está ahí, el eje del tema está allí. Allí en África, el Magreb, esos lugares que no pueden dar ni una oportunidad a sus propios; esa política corrupta que fomenta y facilita a mafias y desalmados que desvalijen a familias enteras para pagar ese «crucero» a la muerte con el que sueñan aquellos que creen en la tierra de la miel y de la leche (y que han visto por la tele). Esos lugares vecinos de mar, donde delincuentes que maltratan, engañan y estafan a sus vecinos son los putos amos.
En ese lugar es donde Europa y occidente deberían poner el foco para evitarlo y solucionar un mundo sin salida más que emprender ese viaje, seguramente el último.
Nos escandalizamos de que llegue una patera a la playa donde tomamos el sol, utilizamos políticamente la desgracia ajena y nos lanzamos niños, menas y bebés a las cabezas para ver quién es el menos solidario y arañarle un puñado de miserables votos manipulados de manera repugnante. Y mordemos el anzuelo para que las estrategias estén por encima siempre de las soluciones. Así demostramos nuestra mezquindad siendo incapaces de hacer nada verdaderamente efectivo, solo parchear, repartir culpas y salvar Canarias.
Seguimos mordiendo anzuelos cuando nos creemos que los migrantes son todos delincuentes. Eso me recuerda al «zampabollos», un quinqui de mi barrio al que se atribuían todos los robos y tropelías vandálicas de la zona hasta después de muerto, el pobre que no era más que un desgracias.
De verdad que es decepcionante no ver un atisbo de coraje, de decisión y de transparencia… de valentía a fin de cuentas. Y es que la cobardía es peor que la estupidez y su combinación es lo que estamos presenciando con los temas migratorios cada día, además mordiendo el anzuelo.
Haciendo amigos.
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