Merce Pérez, nacida en Alicante en 1978, es madre de dos niños y una niña a quienes, con su pareja, educan en casa. Merce se define como “una apasionada de la vida”, que está en constante formación, sobre todo en temas de Crianza Consciente y desarrollo personal.
Merce intentó llevar su maternidad según los patrones que había observado a su alrededor, sin embargo, su bebé le decía: «Por ahí no». Fue entonces cuando conectó poco a poco con su camino interior y fue buscando solución para cada una de las nuevas situaciones. Desde entonces no ha parado de cuestionarse cada momento y sentencia: “Unas veces encuentro la solución adaptada antes y otras tardo más, pero no existen situaciones en las que actuar con el piloto automático, no, en mi familia eso no funciona. Así fue como llegamos al colecho, la lactancia natural, el porteo, la adaptación de la casa, el Baby Lead Weaning (BLW, alimentación complementaria a demanda que consiste en una manera de incorporar los sólidos, eliminando la fase de las papillas)”…
De vuelta en Alicante
Durante los últimos siete años Merce ha estado dedicada por completo a su familia. Todas sus lecturas y documentales han sido en torno al terreno personal: Crianza y Alimentación Consciente, Comunicación no Violenta, Mindfulness, Acompañamiento Emocional… Sus lecturas favoritas siguen pasando por leer a expertos en el ser humano como Yvonne Laborda, Laura Gutman, Alice Miller, Rebeca Wild, Marshall Rosenberg, Eckhart Tolle, Mario Alonso Puig, Álex Rovira, Montse Bradford…

«Antes de regresar a Alicante –cuenta Merce– hemos estado viviendo en la Ecoaldea de Valdepiélagos (Madrid) para poder brindar a nuestra familia un entorno más acorde con nuestra filosofía de vida. Fue entonces, en 2017, cuando conocí a la terapeuta humanista Yvonne Laborda y decidí recurrir a ella para hacer sesiones de trabajo personal y poder resolver ciertas situaciones que no estaban resueltas a pesar de mis avances en crianza natural. Con Laborda también realicé el curso Sanando la Herida Primaria. Un año más tarde, me formé como Asesora de Porteo en la escuela Llévame Cerca con Susanne Lenk y en 2019 me convertí en Doula en Ser Doulas.
Merce Pérez cree que: “La formación como madre, pareja y persona continúa minuto a minuto” y que “a muchas de nosotras la maternidad nos sorprende, nos revela aspectos de la vida y de nosotras mismas que desconocíamos y nos abruma. Yo me he ido descubriendo a mí misma y empoderando paso a paso y creo que toda experiencia de crianza resulta más enriquecedora, fácil y amable si se vive en compañía, al fin y al cabo, somos mamíferos sociales”.
Merce ha regresado a su tierra natal y nos cuenta que: “Como estoy tan convencida del camino que he recorrido y de la transformación que yo misma he hecho en mi vida y en mis relaciones, me gustaría que todo el mundo pudiera conocer las herramientas para poder beneficiarse de ello. Y añade: “¡Tú también puedes transformar la relación con tus hijos!”.


Hemos conversado con Merce Pérez y esto es lo que ha compartido con nosotros sobre sus experiencias en torno a la educación de los hijos.
—¿Qué ingrediente/s considera el/los más importante/s que se debe/n aportar en la educación de los hijos?
—Merce Pérez: Por encima de todos y, sin ninguna duda, el amor. Eso nos lleva después a actuar con respeto, activar la escucha y crear un ambiente de conexión.
—¿Se podría calcular el tiempo que deberíamos dedicar a nuestros hijos? ¿Hay edades en las que nuestros hijos necesitan más tiempo que otras?
—MP: No, no pienso que se pueda calcular. En este modelo social en el que vivimos estamos acostumbrados a medirlo todo y, desde el momento en que comenzamos a poner medida al tiempo que pasamos con ellos, estamos haciéndolo desde la mente, no desde la entrega necesaria para nutrir una relación. Es probable que haya edades en las que un niño, como cualquier otra persona, necesite más tiempo de dedicación por parte de otro pero, sobre todo, lo necesario es que exista conexión. No pensaríamos nunca en el tiempo que debemos pasar con nuestra pareja o con un amigo para que la relación funcione, lo hacemos sin más, porque nos apetece, porque es también una necesidad propia. Si no sentimos la llamada a pasar tiempo con nuestros hijos yo pararía a preguntarme por qué. El mejor regalo que podemos hacerles es el recuerdo del tiempo compartido. En esta vida, lo más valioso es el tiempo, ya que no podemos recuperarlo, entregarlo a nuestros hijos, elegir estar con ellos en lugar de hacer cualquier otra cosa, es la mayor prueba de amor que pueden recibir.
—¿Cuál es, según su experiencia, la edad o edades más difíciles en la educación de los hijos?
—MP: Según mi experiencia no existe una edad difícil. Necesitan una dedicación más intensa durante los primeros años y después van ganando autonomía física y social con lo que no requieren tanto de nosotros en esos campos. Pero la conexión emocional y el tiempo compartido es lo que no dejan de necesitar afortunadamente y, su ausencia, es lo que puede llegar a hacernos pensar que hay épocas más complicadas que otras. En mi opinión, lo que sucede es que están demandando cubrir necesidades no satisfechas y expresando el malestar que les provoca. Podríamos resolverlo haciéndonos con herramientas de comunicación o directamente atendiendo aquello que se evidencia.

—¿Cree que en el mundo de la educación todo momento es bueno para reconducir pautas que como padre/madre estás usando y reconoces que pueden mejorarse?
—MP: Sin duda alguna, cualquier momento es bueno, lo más importante es tener la humildad para reconocerlo y crear nuevos espacios para la relación con nuestros hijos. La crianza y la educación ocupan un largo periodo de nuestra vida y, como toda relación, debe servirnos para adquirir aprendizajes. No consiste en someter al niño al modelo en el que ha nacido, sino en aprender y crear juntos una nueva manera de relacionarnos, prestar atención a aquello que no funciona del todo bien y buscar una vía alternativa, tal y como haríamos con cualquier otra relación. Esta forma de abordarlo nos ofrece una gran oportunidad de crecimiento personal para los padres y madres y un gran ejemplo para los hijos.
—¿Qué opina sobre el uso de los dispositivos móviles por parte de los niños?
—MP: Por una parte, me gustaría aclarar que considero la tecnología como un avance, implica nuevas oportunidades y mejoras. Sin embargo, como todo en la vida, tiene su función y la necesidad de un uso responsable. Los coches nos facilitan el día a día y no permitimos que un niño los use. En nuestra casa nuestros hijos han utilizado el serrucho desde bien pequeños, pero nunca lo han hecho solos, para ellos la batidora es una herramienta de cocina que usan prácticamente desde los dos años de edad, pero no les dejaría jugar con ella y, sin duda, les informamos de los riesgos que puede implicar. Bajo mi punto de vista, lo compararía con el azúcar o la comida rápida, no lo prohíbo pero tampoco lo ofrezco sin límites porque tienen efectos en nuestro cuerpo que generan dependencia y esto está demostrado tanto científicamente como por los efectos que podemos observar en los niños, si estamos atentos.
Por otro lado, apoyo el uso de las nuevas tecnologías por parte de los niños con responsabilidad y acompañamiento de un adulto. Soy partidaria de aprovechar estos momentos para generar vínculo y educar en una dieta digital. No estoy de acuerdo con ofrecer el móvil a un niño en un restaurante o en casa para que se entretenga y no moleste ya que así sentamos las bases para el uso de la tecnología como refugio emocional con la distancia emocional que crea y las consecuencias que de ello derivan.
—¿Considera que la educación en valores está en decadencia?
—MP: No lo diría exactamente así, me explico: Es cierto que hay una parte de la sociedad que está perdiendo valores, pero no creo que sea porque estén en decadencia sino por el modelo de vida y familia que, sin duda, repercute en la crianza. Sin embargo, también soy consciente de que cada vez más familias optan por formatos de educación y de organización familiar y laboral alternativos con el fin de cuidar dichos valores y no renunciar a los mismos.

—¿Qué le dicen a Vd. palabras como esfuerzo, autoestima, empatía, resiliencia… relacionadas con el mundo de la educación?
—MP: Opino que son valiosas semillas a plantar, nutrir y cuidar desde la infancia. Pero desgraciadamente no siento que el sistema educativo actual tenga el foco puesto en ellas. Se trata de cualidades que pueden llegar a ser muy poderosas pero que no se logran a través de la exigencia y la imposición, su desarrollo no está marcado por un ritmo exterior, sino que es algo que surge y va creciendo en el interior de cada uno de nosotros. Cada cual tiene su ritmo y forzarlo sólo entorpece el proceso. No podemos pedir que un niño sienta empatía si no la sentimos primero con él ofreciéndole el espacio y el tiempo necesario para cada uno de sus momentos vitales. Los niños no aprenden lo que les pedimos o exigimos sino aquello que ven que nosotros los adultos hacemos. Así que la educación necesitaría poner la mirada en el individuo y su interior para poder alcanzar el desarrollo de dichas habilidades tan beneficiosas, por otro lado, para el conjunto de la sociedad.
—¿Qué necesidades emocionales tienen nuestros hijos al nacer?
—MP: La necesidad básica de un bebé es la supervivencia. Mientras estaba en el vientre materno todas las necesidades se hallaban cubiertas, una conexión física le unía al cuerpo de su madre y también a sus emociones, en parte, por medio de las sustancias que éstas generan. Con el nacimiento, la unión física se pierde, así que la conexión emocional es lo único que le permite sentir seguridad. De ahí la gran necesidad de sostener y acompañar en todas las formas posibles a la madre para que pueda estar lo más consciente y con la mayor conexión posible con su bebé. Estoy segura de que muchas mujeres han tenido esta sensación en su interior tras el parto, pero no todas nos atrevemos a nombrarlo ni siquiera a aceptarlo ya que no estamos acostumbradas a escuchar este mensaje.
—¿Qué aporta la crianza consciente a la vida de los padres? ¿Y a la vida de los recién nacidos-futuros infantes?
—MP: Lo que nos ofrece es la oportunidad de tomar conciencia de aquello que somos realmente, en este caso como padres o educadores, de lo que sentimos en cada momento del camino, de las necesidades originales de los niños, del qué nos están diciendo con sus expresiones, de la forma en que nos relacionamos, de nuestras reacciones automáticas y del porqué de las mismas para poder tomar las riendas y decidir qué hacer en lugar de dejarnos llevar arrastrados por nuestras emociones sin rumbo.

—¿Qué aportan las enseñanzas de Merce Pérez a la crianza de los hijos? ¿Tienen límite de edad sus propuestas educativas?
—MP: Todo lo que comparto es fruto de la experiencia y el aprendizaje con mis propios hijos previo a mi formación profesional. La maternidad me fue trayendo regalos en forma de dificultades, lo que había aprendido no me funcionaba, mis hijos me mostraban otro camino y tuve la necesidad de escuchar qué sucedía, entender qué estaban queriendo decir y cuál era la razón. Cambiar mi mirada hacia la infancia en general fue lo que me permitió acercarme a mis hijos mejorando nuestra relación y, como consecuencia natural, su comportamiento. Ahora mi propósito es compartir con otras familias todo lo aprendido para que también puedan vivir una crianza más natural, amorosa y cercana a lo que verdaderamente somos, que puedan acompañar y respetar el desarrollo del ser único que cada uno de sus hijos es. Para esto no existe límite de edad, siempre es buen momento para establecer las bases de una relación basada en la conciencia, el amor y el respeto.
Toda la información sobre los Talleres, charlas y formaciones de Merce Pérez puedes encontrarlos en este enlace.
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