Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Trescientas... y pico

Melias

Fotografía: Héctor Fuentes.

A veces suceden cosas maravillosas, como que los nombres no sean solo nombres, cosas inertes plantadas en medio de la nada, en medio de las plazas, bajo la atenta mirada de los edificios que nos habitan, cosas que parece que no importaran pero que sí importan, y que su sola mención (m-e-l-i-a-s) nos traslade, a través del hilo de las emociones y casi sin darnos cuenta, a tiempos remotos, territorios mágicos, y que su sola evocación nos traiga el aroma cercano a la miel, la suave figura estilizada de quién sabe qué en un tiempo tuvo sitio entre los dioses del Olimpo, ninfas del paraíso.

Melias en la Avda. de la Constitución (Fotografía: Andrea Romero).

Ellas, las melias, las mitológicas melíades, han estado con nosotros desde hace mucho tiempo. Llevan ahí decenas de años, acompañando nuestras idas y venidas, silenciosas, y ahora esperan como reos que aguardan la mano del leñador, el hacha inmisericorde de la motosierra asesina y funcionarial. Ahí, las vemos, tristes y abandonadas, aguardando el cumplimiento de la sentencia del inquisidor tribunal que dictó un día su muerte, otro acto más de barbarie y desprecio, el impúdico veredicto de un jurado de políticos y funcionarios que no escuchan, no oyen, un juicio sin derecho a defensa, porque, dicen, están viejas, estorban, son un peligro, inversión diabólica de la prueba, tiempos en los que la presunción de inocencia ha sido abatida por la cohorte de los insaciables del tardeo y del terraceo.

Fotografía: Andrea Romero.

Aguardan, eso sí, calladas y vanamente esperanzadas, en medio de una tormenta de abrazos y canciones populares, a que un viento lejano traiga alguna buena nueva, la posibilidad de que aquel remoto aroma de su paso por el paraíso de los dioses que un día fueron y nos conforman como pueblo, sea finalmente escuchado. Lloran su desgracia, pero quizás no las vemos, porque, quizás también, solo vemos la oportunidad de avivar la brasa de la falsaria modernidad, ese becerro que no es de oro, que brilla, pero que acaba consumido en la hoguera de las vanidades.

Ellas, las melias, las melíades, son un poco nuestra última esperanza de que las cosas no siempre tienen que ser como dicen que tienen que ser. Ellas, las melias de la Avenida de la Constitución de Alicante, pero no solo, porque ellas son sobre todo metáfora perfecta de tantos y tantos otros sitios y lugares donde se ha declarado la guerra a sus hermanas y hermanos, de una mala manera de hacer ciudad, de una vieja, arcaica y vidriosa manera de hacer imposible que la vida se amanse entre los que fueron, los que son y los que nos sobrevivirán. #SalvemosLasMelias.

Fotografía: Andrea Romero.

Pepe López

Periodista.

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