Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Opinión

Me desengañé

(Fuente: Freepik).
Sí… me desengañé de la política, de los políticos que la hacen, incluso de mis sentimientos más profundos.

Así que, Caro Ignoto (Querido desconocido):

Tomé la decisión, desde hace ya algún tiempo —digamos que desde el haber vivido la gran y sociopolíticamente hablando, incluso mundialmente reconocida mentira pandémica—, ha sido, para mí, tiempo suficiente de reflexión para que me desengañara de la amargura, de la tristeza, la envidia y del egoísmo; de los rencores, de las malas caras, de pensar mal de los otros, de las clasificaciones burdas y baratas de los seres humanos.

Ha sido tiempo suficiente para que me desengañara de la soledad, de la ignorancia espiritual, de la hipocresía, y de la falta de sensibilidad, incluso de las personas de mi entorno y con las cuales convivo.

Me he desengañado de la mediocridad, de la arrogancia y la petulancia, de los atropellos, de pensar que soy mejor que los demás, cada vez que me enfrentaba con situaciones embarazosas, que incluso y con razones lógicas, razonadas, comprensibles y de sentido común, yo las perdía.

Me he desengañado de todo lo negativo que pueda privarme de ser una persona feliz y honesta, conmigo mismo y con el entorno con el cual me rodee, familiar o comunitario.

Me desengañé de la angustia y el estrés que produce buscar la aprobación de los demás, impresionarlos con la forma de vestir, dónde vivo, por mi coche, los sitios que frecuento, cómo decoro mi casa.

No hago alharaca sobre cosas pequeñas, ni grandes. Hago mis propias elecciones, siendo dueño de mí mismo, sin dejarme gobernar por la vida social y el qué dirán.

Este desengaño me sirvió para aceptarme como soy, con mi físico, y mi manera de ser. Acepto también las cosas que me rodean, sin quejarme por ellas: el clima, el ruido, la gente ingrata, quejumbrosa, chismosa, maledicente… Procuro no tener relación con ellos, para que no me desestabilicen ni sacarme de mi forma de pensar ni de obrar.

Todo el entorno que me rodea forma parte del mundo natural o social de convivencia, y lo acepto, incluso muchas veces, como un niño que ve todo y no se ofende y siempre procuro ocultar mis sentimientos e incluso mis criterios y opiniones por mor de esa convivencia.

Me he desengañado del sentimiento de culpa y de toda la ansiedad que se produce cuando se usan los momentos presentes, inmovilizándome por hechos que sucedieron en el pasado.

 Reconozco que he cometido errores y habiéndolos reconocido o rememorado en el presente, me he hecho el firme propósito de no volverlos a repetir.

Me desengañé de lamentarme por lo que pasó y tampoco hago esfuerzos para hacer sentir a otros culpables. Así, pienso, que incluso y en ocasiones, me deshice de mi pobre imagen, sentimientos y pensamientos, y descubrí que es mejor aprender del pasado, que quejarme de lo que ya sucedió.

Así que estoy libre de esos malos sentimientos, casado con mi conciencia y la felicidad que ello me procura, a los cuales prometo serles fiel por el resto de mis días.

Es rico ser feliz y vivir esperando el nuevo día con expectativas, de crear sueños para luego despertar y comenzar a realizarlos, encontrar muchos amigos que están por estos rincones, y algunos otros más lejanos, esperando que lleguemos y digamos algo bueno, soy feliz de poder hacer la diferencia aún en la distancia.

Saber que con mis palabras pude hacer sentir bien a alguien, que puedo extender mi mano y ayudar sin hacer tanta pompa… Simplemente soy feliz de estar vivo, y poder escribir esta nota.

Saber que a través de la red podré viajar sin necesidad de un billete de avión, de barco o tren, y que soy más rápido en entregar mi afecto y no pago exceso de equipaje. Soy tan feliz de abrir mi correo y leer las historias de mis amigos, me siento feliz de que al enviarme el mail se han acordado que existo y con ello me dan un saludo de amistad.

Me llena de alegría poder encontrar este hermoso sentimiento en cosas tan triviales, o banales para algunos… y tan especiales para mí.

Ángel Mota López

Licenciado en Medicina y Cirugía en 1969, por la Universidad de Valencia; diplomado en Sanidad Pública Nacional, Gerencia de Jefes de Servicio, Estudios Clínicos Controlados y RCP; titulado en Especialista en Medicina Interna y Especialista en Medicina Intensiva y Máster en Gestión y Dirección Hospitalaria.
He realizado docencia para posgraduados en la Unidad de Cuidados Intensivos entre 1982 y 1987 en el Hospital de Elche y en la facultad de Medicina de la Universidad de Alicante y he dirigido cursos de RCP y el I Curso de Medicina de Urgencias, entre otros. Además, he sido profesor del Máster de Urgencias de la Universidad de Alicante entre 1989 y 1992.
Fui jefe de sección de UCI en el Hospital General de Elche hasta 1993, año en que pasé a ser médico jefe de Servicio de UCI, siendo también miembro de la Junta Facultativa de dicho hospital y exdirector gerente-médico del Hospital General Universitario de Alicante y fundador de la Sociedad Medicina Intensiva del País Valenciano (SMI-PV).
Fui nombrado Hijo Predilecto de Pinarejo (Cuenca) en 1998 y Alicantino de Adopción en mayo de 2019. En junio de 2019, el Colegio de Médicos de Alicante me entregó un diploma conmemorativo por haber cumplido 50 años de profesión médica.

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  • Estimado doctor Mota: Me he llevado la grata sorpresa de encontrar a un miembro de la profesión médica con la honestidad (y los bemoles) de llamar a las cosas por su nombre. Durante estos últimos tres años he asistido, con perplejidad y asco crecientes, al más inaudito despliegue de sumisión abyecta y necedad. He intentado en vano razonar con médicos, enfermeras, familiares y amigos, y sigo en el empeño, porque sé que estas tácticas siniestras de chantaje y dominación no pararán aquí.
    Siga luchando el noble combate y que Dios le bendiga.
    Con admiración, Ramón Gómez Gómez.