Cine, sí, pero cine a nivel mundial, porque nuestro aragonés, Luis Buñuel, que nace el 22 de febrero de 1900 en Calanda, es otra de las pruebas fehacientes de que los españoles marcan una identidad por dondequiera que vayan. El cine de Buñuel define parte de la historia del cine con esa audacia de ingenio y surrealismo, con su impronta social de crítica que le hace único en la “cultura mundial”.
Es cierto que te puede gustar más o menos su obra cinematográfica, pero lo que es imposible negar es su revolución del lenguaje y de la narrativa cinematográfica, ya que rompe con una leyes convencionales del cine establecidas hasta ese momento aportando un espíritu nuevo, innovador e inimitable.
Nuestro protagonista nace en una familia acomodada y religiosa. En sus primeros años ya se avistaban signos de rebeldía, estando en contra de normas que marcarían toda su vida futura. Con solo diecisiete años se traslada a Madrid para estudiar en la Universidad Complutense y, gracias a esa época y al lugar donde se encontraba, conoce a figuras como Salvador Dalí o el gran Federico García Lorca.
Qué no daría yo por haber estado en esa residencia de estudiantes, un hervidero de intelectuales y artistas donde Buñuel descubre el surrealismo en una especie de liberación creativa y donde el arte de Dalí, combinado con la ideas del neurólogo austriaco, Sigmund Freud, dan pie a la aventura narrativa de nuestro genio, hermanando lo absurdo y lo crítico y dando forma a lo que luego sería un estilo cinematográfico.
Cerca de los treinta años, Buñuel irrumpe en el cine con Un perro andaluz, un corto de 17 minutos que escribió con Salvador Dalí, donde ya vemos que no sigue una narrativa convencional, con imágenes que colocan al espectador en un lugar donde pocas veces había estado, impactantes y perturbadoras, pero que en los círculos intelectuales de París señalan a nuestro aragonés como un innovador radical. Un año más tarde saldría su largometraje La Edad de Oro, una sátira y crítica a la sociedad burguesa y religiosa mostrando, en una de sus escenas, al mismo Cristo como parte de una orgía, lo que le costó las primeras censuras.
La Guerra Civil hace que se marchen genios como del que estamos hablando. Buñuel es otro exiliado por el mundo y tras unos años en el norte de América se traslada a México en 1946, donde nacerían obras como Los olvidados (1950), la obra más importante en su etapa mexicana, que cuenta la vida de un niño en las calles de Ciudad de México plasmando la pobreza y la injusticia social. Fue muy criticada en este país, pero admirada y exitosa en el extranjero, otorgándole el premio al Mejor Director en el Festival de Cannes.
Me quedo con lo que denomino su obra maestra de este período, El ángel exterminador (1962), un film que mezcla el absurdo con la crítica social y en el que un grupo de aristócratas no son capaces de salir de una habitación después de una cena que narra, mediante una metáfora, el estancamiento de la clase alta y su desconexión con la realidad y gracias a ese surrealismo nos desvelan la verdadera condición humana.
Una vez en Europa regresa a Francia con Belle de Jour (1967), protagonizada por Catherine Deneuve, que interpreta a una mujer con una doble vida de casada, por un lado y trabajando en un prostíbulo, por otro. Como resultado Buñuel obtuvo otro premio, el León de Oro en el Festival de Cine de Venecia.
Con El discreto encanto de la burguesía (1972), comedia negra inspirada en un grupo de burgueses que intentan, sin éxito, cenar juntos, Buñuel señala a esta clase social como superficial y vacía y se consagra como maestro del cine con el Óscar a la Mejor Película Extranjera.
Nuestro genio supo mezclar lo real con lo surreal, lo serio con lo absurdo y lo crítico con lo cómico. Generó una semilla cuyos frutos los encontramos en Woody Allen o David Lynch, y con su cine, este turolense ofreció unas nuevas herramientas para contar historias y alumbrar los rincones más oscuros de la sociedad y su gente.
Allí donde esté este genio español le seguirá una visión única para crear obras que siguen resonando en la actualidad, con unas verdades incómodas de una sociedad cada vez más debilitada que quizá deba seguir la tamborrada de Calanda como guía a un cambio social.
Tus retratos de grandes figuras están construyendo una galería cada semana más digna de ser visitada para disfrute del espíritu. Tus pinceladas verbales son un disfrute, muy estimado Jorge. Un cordial saludo.
Como un niño, cuyo orgullo desborda cada poro de mi piel por sus palabras, maestro, cuando leía su comentario he ido a decirle primeramente a mi mujer y compañera de vida, Desiree, y poniéndole de ejemplo sus dos párrafos decirle, «mira cómo es posible con pocas palabras subir el ego de alguien viendo de un maestro… »
Gracias don Ramón.