Caro Ignoto (Querido desconocido/a):
Por las noticias que continuamente recibimos de prensa, radio y televisión, Caro Ignoto, y por las nuevas que me comunicas en las charlas telefónicas que de vez en cuando tenemos y las que escucho de otros, así es como concibo buena esperanza de ti, ya que no vas de acá para allá, ni te inquietas por cambiar de lugar, agitación esta propia de un alma enfermiza. Así es como considero el primer indicio de un espíritu equilibrado para poder mantenerse firme y cuidarse a sí mismo.
Respecto a lo que me dices que lees o no lees, ten cuidado, y aunque te preocupe, evita este pequeño escollo, ya que la lectura de muchos autores, y de toda clase de obras, de no tener en ti una cierta fluctuación e inestabilidad, te llegará a producir lo que me dices. Es conveniente ocuparse y nutrirse de algunos grandes escritores si queremos obtener algún fruto que permanezca firmemente en el alma. No está en ningún lugar quien está en todas partes. A los que pasan la vida en viajes les acontece esto: que tienen múltiples alojamientos y ningunas amistades. Es necesario que acaezca otro tanto a aquellos que no se aplican al trato familiar de ingenio alguno, sino que los manejan todos al vuelo y con precipitación.
El cuerpo no aprovecha ni asimila el alimento que expulsa tan pronto como lo ingiere. Nada impide tanto la curación como el cambio frecuente de remedios, ya que, y de estas formas y maneras, no llega a cicatrizar la herida en la que se ensayan las medicinas; no arraiga la planta que a menudo es trasladada de sitio, nada hay tan útil que pueda aprovechar con el cambio. Disipa la multitud de libros por ello, si no puedes leer cuantos tuvieres a mano, basta con tener cuantos puedas leer.
Pero, Caro Ignoto, estoy seguro que me argüirás: “Es que ahora quiero ojear este libro, luego aquel otro…” Es propio de estómago hastiado degustar muchos manjares, que cuando son variados y diversos indigestan y no alimentan. Ello es así, pues, y de esta forma y manera, te aconsejo que leas siempre autores reconocidos y, si en alguna ocasión te agradare recurrir a otros, vuelve luego a los primeros. Procúrate cada día algún remedio frente a la pobreza, alguno frente a la muerte, no menos que frente a las restantes calamidades, y cuando hubieres examinado muchos, escoge uno para meditarlo aquel día.
Esto es lo que yo mismo hago también, de los muchos pasajes que he leído me apropio alguno: el de hoy es éste, que he descubierto en Epicuro (pues acostumbro a pasar al campamento enemigo, no como tránsfuga, sino como explorador) y que dice: “Cosa honesta es la pobreza llevada con alegría”. Más no es pobreza aquella que es alegre: “No es pobre el que tiene poco, sino el que ambiciona más”. Pues, ¿qué importa cuánto caudal encierre en su arca, cuánto en sus graneros, cuánto ganado apaciente o cuántos préstamos haga, si codicia lo ajeno, si calcula no lo adquirido, sino lo que le queda por adquirir? Preguntas, Caro Ignoto, ¿cuál es el límite conveniente a las riquezas? Y yo te contesto: primero tener lo necesario, luego lo suficiente.
(*) Carta de Séneca a Lucilio
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¡Que bueno lo tuyo, Ángel! Me ha encantado. Un saludo cordial.