Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Mi querida España

Los polluelos censurados de la hermosa «ballerina bianca»

Las "ballerinas biancas" recién nacidas (MMC).

Todavía llevo en los ojos la luz de la región de la Sabina, en el corazón de Italia. Regreso de Roma. Pasé unos días en Poggio Catino, en una casa de campo italiana, en las estribaciones de los Apeninos, invitado por unos buenos amigos. La noche en que llegamos, una hermosa ballerina bianca, diminuta como un jazmín, había puesto dos huevecitos blancos en una maceta. Al día siguiente, la vida se abrió ante mis ojos ofreciéndome la estampa de dos polluelos, imperceptibles de tan pequeños, con las bocas abiertas por el hambre, mientras su madre daba vueltas alrededor de la maceta, escondiéndose en la fronda de los árboles, esperando el momento para alimentar a sus polluelos.

Uno de mis amigos aprovechó la oportunidad de fotografiarlos. La pareja protestaba sin descanso, sus bocas abiertas, tensas de protesta por el hambre. Al atardecer, cuando regresábamos a casa, mi primera visita era a la maceta donde los dos nuevos seres vivos mantenían sus picos enervados por el hambre y las ansias de vivir, también por la ternura de la madre, que sobrevolaba la arboleda a toda hora en espera de que los molestos huéspedes, nosotros, nos alejáramos del lugar.

Había acudido a Italia huyendo del ruido y de la pólvora, con ganas de abrazar a mis buenos amigos, holandeses, y con la esperanza de que me recibiera el alcalde de Nola, a quien debía entregar un ejemplar de mi nueva novela Giordano y la Reina. Carlo Buonauro me recibió un miércoles a media mañana en Nola, en su despacho del Ayuntamiento. Encantador, cálido, generoso, me anunció su compromiso de la ayuda de la comune de Nola para editar la obra en Italia. Departí con él unos minutos. Los suficientes para sentirnos amigos de toda la vida.

Nola es la ciudad donde nació Giordano. Es una ciudad etrusca. Está muy cerca de Nápoles, en plena Campania. Yo había intervenido en dos simposios internacionales sobre la vida y el pensamiento de quien hoy en día es considerado como el icono universal del libero pensiero, de la libertad en su expresión más pura.

El alcalde de Nola (Italia), Carlos Buonauro, recibe un ejemplar de «Giordano y la Reina» dedicado por el autor (MMC).

Regresaba a casa de mis amigos y lo primero que hacía es acercarme a la maceta donde estaba el nido con los dos polluelos, con sus bocas abiertas. Habían crecido. Es lo que pensaba nada más ver sus picos, tan tensos que dejaban ver sus gargantas. Y la madre, la hermosa ballerina bianca, revoloteaba alrededor, con el sol escondiéndose a lo lejos entre montañas planas.

Al llegar a España, quise dejar constancia de ese momento único que te brinda la vida de ser testigo de alguien que, al nacer, protesta. Que la vida a la que se asoma no es más que la oportunidad de ser libre. Como Giordano, enfrentado a todos, condenado a la hoguera precisamente por abrir su boca y lanzar su verbo incendiario sobre los censores.

Hace un par de meses, mi perfil de Facebook fue inhabilitado sin más justificación que “por motivos de seguridad”. Al principio, creí que se trataba de un suceso accidental. Pasaron los días y no se me restituyó la libertad de opinar, la libertad de un periodista beligerante, respetuoso con la verdad y con medio siglo de oficio a sus espaldas sin que nunca, nunca, se le censurara nada.

Improvisé unas líneas para comparar la libertad de las nuevas ballerinas biancas, con sus bocas protestando contra el hambre, con los tiempos que corren de censura. De quien llega a la vida para ser libre con quien aguarda la muerte sin gozar de la libertad. Como no disponía de cuenta, pues la vieja seguía inhabilitada, abrí una nueva acortando mis apellidos y con otro número de teléfono. Leí el texto, libre, en el espacio sin berreras de Facebook. Pero al cabo de unos segundos, se esfumó. Desapareció.

Me dolió que censuraran, una vez más, mis textos, pero lo incomprensible, lo inaudito, lo increíble, es que las bocas abiertas de los hijos de la hermosa ballerina bianca fueran también cerrados por el censor invisible que confunde la vida con la muerte, el candor con la crueldad.

Manuel Mira Candel

Periodista en medios nacionales e internacionales; presidente de la Asociación de la Prensa de Alicante; Premio Azorín de Novela en 2004 con "El secreto de Orcelis" y autor, desde entonces, de más de doce libros, entre ellos las también novelas: “Ella era Islandia”, “Madre Tierra”, “El Apeadero”, “El Olivo que no ardió en Salónica”, “Esperando a Sarah Miles en la playa de Inch”, “Las zapatillas vietnamitas” y "Giordano y la Reina".

1 Comment

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  • Manolo, amigo: No te rindas nunca, aunque tengas que acabar en la hoguera como tu admirado Giordano. Ese sería un fuego iluminador y no como el del infierno en que arderán eternamente los enemigos de la libertad, que lo son de la verdad. Un fuerte abrazo.