Tenemos la impresión de haber tenido con el 2020 una complicidad excesiva que no se mide por haber sentido más aprecio que a otros años, ni mucho menos, pues sencillamente se trata de uno de esos años “horribilis”, que nos gustaría no volverlo a ver jamás; no querríamos soportarlo ni un minuto más, ni tampoco recordarlo porque alguna cosa (algo aislado) se habrá hecho bien o incluso muy bien, dada la ferocidad con que los elementos han atacado a los humanos, a los españoles, a los valencianos, a los alicantinos; ha habido golpes para todas las familias, para los que se descuidaron y, sin duda, para los que no se quisieron mucho a sí mismos y desobedecieron leyes con las que las autoridades y los especialistas tuvieron que utilizar como medidas sanitarias que han sido obligatorias. Ya lo haremos casi sin darnos cuenta cuando haya que hablar de maldad, de testarudez, de inhumanidad, de desprecios en nuestra propia cara, y de hechos del pasado y de la historia que tuvimos que pasar los que ahora mismo no deseamos ni recordar ni tomar como ejemplo de comportamientos ni respetables ni ruines. Dice la voz popular que “muerto el perro se acabó la rabia”, aunque todo está por ver pese a que confiemos en el mundo de las vacunas, poco menos que milagrosas, que se han establecido.
Después de los maravillosos años en los que nacieron nuestros hijos y se nos quedaban cortos los días, las vacaciones, los fines de semana… para estar con ellos las veinticuatro horas de cada día llenándonos de gozo y alegría permanente, siendo esa época la que se vivió con tal intensidad que hoy mismo tenemos la cabeza llena de ese tipo de recuerdos tan sanos, tan gratos, tan recreados, pues después vino el cine y películas enteras para las comuniones y los viajes, que ahora nos quedan lejanos porque está más reducida la capacidad personal en la memoria pero manteniendo la vivencia y la experiencia, y la mente todavía nos es obediente y grata transportándonos a tiempos, estancias, viajes y acontecimientos más personales de cada cual que han dejado sus huellas a modo de instantes congelados que se expanden por toda la casa entre mesitas, cuadros en la pared, álbumes. ¿Qué quiere usted que le diga? ¿Es el retrato el que nos sale al paso, o somos nosotros los que, con picardía, nos plantamos en su campo reducido de visión, pero bien ancho y extenso en la recreación de las escenas? No sabríamos responder a esta íntima y personalísima pregunta que, no obstante, nos amplía el recuerdo compartiéndolo con todos los que aparecen retratados, marcados para siempre. A estos recuerdos que están patentes por estancias y pasillos de la casa familiar hay que añadir que vino después el cine con instantes dinámicos, competiciones, música y travesuras.
La vida nos llevó juntos por los mejores lugares y momentos, siempre dentro de unos lógicos estándares y unas previsiones a nuestro alcance; ahora, ellos se han hecho mayores y muy buenos profesionales. Han formado sus propias familias y han enarbolado en alto sus banderas y sus ilusiones que mueven a su antojo con mano firme y con gran entereza e indudable personalidad. Suponemos (más bien es un deseo) que muchas familias de las antiguas clases medias de España cuenten su historia en tonos y colores muy parecidos. Suele decirse que la vida da muchas vueltas, que no por mucho madrugar amanece más temprano y que no se hizo Zamora en una hora. Todo ha tenido su precio, su esfuerzo, pero especialmente ha habido capacidad para hacer frente a las dificultades que surgen en todas las épocas de nuestro crecimiento personal y de nuestro saber estar solamente en donde nos han llamado y siempre que se nos haya visto actuar y trabajar con voluntad y perseverancia en todo lo que se inicia y luego se mantiene sin echar jamás los remos por la borda ni dejarlos que se perdieran por los malos vientos propios o ajenos que nos querían derribar. Observamos que eso de tener instantes congelados de nuestro propio pasado en vitrinas y lugares destacados de muchos amigos y paisanos nos llena de gran satisfacción y orgullo. Si en algún caso aparecemos en esos sitios nos emocionamos.
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