Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Sin recortes

«Lectures d’estiu» (II): el oficio de escribir

Seguimos con las lecturas de verano. Escribía la escritora irlandesa Iris Murdoch en su primera novela Bajo la red (1954): «Hoy en día, los escritores pueden vivir del oficio si nos tenemos en consideración y estamos dispuestos a escribir aquello que el mercado nos exige». Todo un canto a la autonomía de los escritores que, sin renunciar a su estilo, optan por seguir las indicaciones que los lectores exigen. Una premisa que marcó, sin ninguna duda, una trayectoria marcada por más de veinticinco novelas y otros trabajos sobre filosofía y ensayo. Una biografía compartida con el también escritor John Bailey, marcada por la enfermedad de Alzheimer durante los últimos cuatro años de su vida y que al principio ella atribuyó a un llamado «bloqueo del escritor». A partir de esta experiencia, con los recuerdos de su marido, se filmó la película Iris (2001), una pequeña joya que tengo pendiente volver a ver durante los próximos días.

Bajo la red fue seleccionada el año 2001 por la editorial Modern Library como una de las 100 mejores novelas en lengua inglesa del siglo XX y elegida también por la revista Time con los mismos honores. Su protagonista, Jake Donaghue, escritor y traductor, no encuentra su espacio vital a la vuelta de Francia. Deambula por Londres ofreciendo los deseos y las reflexiones de un ser creativo que ha perdido sus referentes. Su fino sentido de la ironía provoca la reacción de los lectores que buscamos la lógica de sus actuaciones. Y nos sentimos retratados, sin ninguna duda, por unas reflexiones más actuales de las previstas, a pesar de estar escrita a mediados del siglo pasado. El protagonista reconoce sobrevivir realizando cualquier tipo de trabajos literarios, llegando incluso «a escribir alguna cosa original». Una lección de sinceridad que puede remover conciencias en quien pretende sobrevivir en el oficio de la escritura y esconde el dictado del mercado a sus creaciones.

Porque, ¿qué representa vivir de la escritura? Muchos profesionales lo pretenden, desde el periodista al escritor de ensayo o de literatura creativa. Esta es, pues, una meta de quien se sintió un día seducido por el poder de las palabras y de la comunicatividad de estas. Cada autor busca su estilo, tiene en mente sus referentes e intenta proyectarlos en sus textos. Con todo, no siempre la recepción favorece su libre decisión, ya que, para sobrevivir, para dedicarse a ello, debe obtener unos ingresos suficientes que le permitan diseñar un proyecto detrás del otro. Conozco pocos profesionales reales de las letras: su supervivencia se confirma a través de trabajos secundarios, bien sean encargos editoriales, bien sean traducciones o participaciones en medios de comunicación. Una independencia relativa que modifica o condiciona la creatividad abierta de sus escritos.

Fotografía: Andrew Neel (Fuente: Unsplash).

¿Es legítimo este condicionamiento del mercado al cual se refería la autora irlandesa? ¿Deben esconder los autores su situación real y mentir cuando les preguntan sobre el origen de sus libros? Por una parte, hay que sentir como lícita esta posible influencia; la literatura y la escritura en general están inmersas en una red consumista que marca las tendencias. Cierto es que la creatividad se refuerza con la libertad absoluta de contenidos y de estilos; la genialidad y la originalidad se sustentan en este principio. Si queremos arriesgar como autores, debemos aislarnos de posibles influencias, siempre que nuestro producto escrito aporte dosis importantes de renovación y de innovación frente a las obras publicadas con anterioridad. Pero si pretendemos vivir de lo que escribimos, debemos tener en cuenta los dictados de quien nos lee. Esta es, pues, la paradoja.

Del mismo modo, no tenemos que ser inocentes. Pensamos como lectores que cada articulista, cada ensayista o novelista, ¿escriben con total libertad? ¿Se sienten condicionados por el interés final que puedan tener sus textos? Vivir de la escritura implica convertir la pasión por escribir en una fuente estable de ingresos, lo que permite que el autor pueda enfocarse en su labor creativa y seguir compartiendo su talento y sus opiniones y reflexiones con el resto. Un objetivo difícilmente alcanzable atendiendo al reducido porcentaje de dinero que los derechos de autor suelen producir, un 10 % bastante generalizado en todas las literaturas de nuestro planeta. Por este motivo, una de las principales fuentes de ingresos de estos autores es el periodismo —con los autores llamados con el término inglés freelance— que les permite colaborar como escritores en diversos medios que les pagan por sus contribuciones. Otra línea de ingresos importante en los últimos tiempos ha sido la creación de contenido en blogs, sitios web y redes sociales. Con el patrocinio y publicidad de productos relacionados con la escritura pueden reforzar sus ingresos y, por lo tanto, su independencia. Diversos escritos o colaboraciones en manuales de redacción técnica o de escritura académica se han convertido en algún momento en fuentes complementarias de recursos económicos.

Vivir de la escritura es, pues, una tarea no siempre fácil. Los más jóvenes han sustituido este deseo por su interrelación en las redes sociales, pretendiendo una independencia económica y un prestigio personal a través de la imagen y el audiovisual —los llamados influencers —. Tal vez el deseo plasmado, el llamado oficio de la escritura, quedará reducido a nuestra generación, dejando paso a los intereses bien distintos de la generación posterior. La imagen sustituirá de nuevo la palabra impresa. Iremos reduciendo, pues, el desarrollo de algunas cualidades humanas que no siempre han tenido un fácil camino. Tomemos nota, pues, de alguna de las reflexiones de escritoras como Iris Murdoch para conseguir encajar la palabra escrita en la amalgama poliédrica de nuestra civilización. ¡Larga vida a la palabra!

Carles Cortés

Catedrático de universidad y escritor.

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